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Colcha de retazos

La semana que recién pasó estuvo tan fecunda en noticias que uno no sabe a qué apuntarle; por lo que le toca embocar por la línea del esfuerzo mínimo, analizarlas al detal y dedicarse a hacer minicrónica de algunas de ellas. ¡Vamos allá!
El rehén de Utah y la puerta giratoria

La menos significativa, pero la que cogió más centimetraje en las portadas de los diarios, fue la liberación del gringuito mormón que los esbirros tuvieron preso en el Helicoide sin haber hecho nada. O sea, idéntico a todos los demás rehenes políticos, a quienes han tenido que fabricarles expedientes chimbos porque nada delictual han cometido; solo diferir de la manera de pensar del régimen y que nos quieren imponer a juro.

Se ha sobredimensionado la importancia del hecho. Tanto, que ahora la gente está pensando que al loquito al cual los carabobeños nos toca aguantarnos como gobernador le han concedido la estatura de un Taillerand, —a pesar de lo tapón-de-tanque que es en la realidad. Nada de eso, lo que aconteció es que se puso en escena algo que deben haberle recomendado los cubanos a Nikolai porque les ha resultado muy conveniente a ellos durante casi sesenta años en las relaciones con el imperio meeesmo: apretar en lo estratégico y aflojar en lo táctico. Pero, esta vez como que no les va a resultar; la famosa lista de personas de la nomenklatura que son sujetos de medidas coactivas por presumirlos (es un decir, para evitar caer en las garras de un fiscal “hipersensible”) sujetos delictuales en casos de terrorismo o narcotráfico va a seguir igualiiita. Y cuidado si aumenta…

En fin, que el mormón enamorado de criolla es el único preso que ha salido gordito y rozagante de alguna de las ergástulas del régimen. Todos los demás, han emergido jipatos, enfermos, o muertos… Porque los carceleros sabían que tarde o temprano debían entregarlo. Estaba cantado. Todo lo demás de la historia es paja; que si la mamá le dio las gracias al ilegítimo, ¡claro, porque es madre!; que si Trump lo recibió en la Casa Blanca, ni que fuera bolsa para no aprovechar esa photo op, pero la visita no pasaría de los cinco minutos, cuando mucho.

Lo que sí es verdad, es que por un lado dejan salir a algunos de los rehenes y, por el otro, recogen gente nueva para meter en las mazmorras regimentales. Lo hemos estado viendo cinco años, y seguiremos viéndolo. Porque no hay jueces con tabaco en la vejiga para decirle que no a las órdenes que les mandan desde Ciliaflores. Todos tienen una bisagra bien aceitadita en la parte lumbar de la columna…

Ese cono del “cono”…

A escasos días de ponerse en vigencia el famoso y nuevo cono monetario —que no es sino una operación de maquillaje, para quitarle tres ceros (otra vez) a la moneda, pero que en nada paliará el encarecimiento de todos los bienes— nadie sabe qué va a pasar con los billetes actuales, nadie ha visto uno solo de los billetes nuevos (excepto en la cuña televisiva que no pagan porque para eso está la Ley Resorte), nadie sabe a cómo van a quedar los precios de los bienes que debe suministrar el Estado (pero que las más de la veces no provee).

Lo único seguro son dos cosas: primera, que ya no les basta ponerle bemba de zambo a Bolívar, sino que a la señora de Arismendi también le han engrosado los labios sin que ella nunca hubiese pasado por el quirófano de cirujano plástico alguno; y, segunda, que ya desde antes de ser puestos en circulación, con el billete de mayor denominación no se va a poder pagar ni la impresión de este. Zimbabue a la vista…

La multiplicación de los votos

Uno no sabe qué es mayor, si la desvergüenza de la Tibi, que crece más rápido que la inflación, o el descaro del tipo aquel que afirmó en su no-juramentación ante la prostituyente que estos fueron unos “libérrimos comicios”. No fueron ni lo uno ni lo otro. Porque de “libres” no tuvieron nada; por lo menos en la mayoría de las acepciones del mataburros, porque hay un par que dicen que ese término también puede significar: “desenfrenado”, “torpe”, “deshonesto”. La mayoría de quienes asistieron como comparsas a la farsa electoral, lo hicieron con un bozal de arepas: vota por el nortesantandereano que él dijo que te iba a dar diez millones. Y quedaron mamandini. Por lo de “comicios”, tampoco. Porque para que sea una elección debe haber contendientes de verdad, adversarios de veras. Y lo que vimos fue a un grupo de payasos, todos de un mismo circo. Pero que no hacen reír, sino que le sacan las lágrimas a uno. La verdad-verdadera es que nadie vio un centro de votaciones con cola. La abstención pasó del 80 por ciento. Con razón casi todos los países serios del mundo ya informaron que no aceptan ese triunfo del nortesantandereano. Y este solo recibe el reconocimiento de regímenes parecidos al suyo —izquierdosos, tiránicos, poco respetuosos de los derechos— como Nicaragua, Cuba, Bolivia, o de quienes hacen jugosos negocios con aquel como Rusia, China, Bielorrusia, Irán.

Champions League

Para no terminar dejando a los lectores un sabor amargo por las crónicas anteriores, remato haciéndoles una pregunta trivial, ligera: en la lesión del jugador del Liverpool, ¿quién enganchó primero al otro, Salah o Ramos? Pa’ mí, que el egipcio fue víctima de su propio invento…

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