Ciudades inseguras
Quizá el principal factor explicativo de la importancia que han tenido las ciudades en los procesos civilizatorios ha sido su capacidad para facilitar la comunicación entre las personas y, por esa vía, la difusión de las ideas. En consecuencia, cualquier factor que perturbe la comunicación entre los ciudadanos conspira contra esos procesos.
La inseguridad es uno de esos factores. No hay duda de que si la proximidad urbana facilita la difusión de ideas, también facilita el delito: los hechos demuestran que los índices delictivos son significativamente mayores en las grandes ciudades que en los pequeños poblados. Pero como parece imposible erradicar totalmente el delito, la cuestión consiste en determinar cuándo alcanza niveles capaces de neutralizar ese poder de la ciudad.
Caracas pareciera haber alcanzado esos niveles hace rato: todos regresamos a casa tan pronto podemos y en las noches se navega en un mar solitario. Las autoridades lanzan un programa tras otro para atajar el crimen, pero ninguno produce resultados. Cuando en la década de los 70 todos se escandalizaban por la inseguridad de Nueva York, para mucho espíritus simples consecuencia del orden capitalista imperante, la tasa de homicidios alcanzó los 22 por 100.000 habitantes; después de 15 años de socialismo caribe la de nuestra capital la sextuplica.
La policía de Mumbai es famosa por su eficiencia, pero esto parece insuficiente para explicar por qué esa vasta megalópolis, pobre y 6 veces más poblada que Caracas, registra apenas poco más de un homicidio por 100.000 habitantes.
Los elevados índices de inseguridad urbana tienen múltiples causas, pero en su raíz hay un factor cultural que puede resumirse en una frase: el desprecio por la vida, inseparable del desprecio por las normas. Por eso no habrá «plan de seguridad» capaz de tener éxito en un régimen que ofrece freír en aceite a sus oponentes, que fomenta el odio entre los ciudadanos, que propicia la creación de grupos armados irregulares para someter a la disidencia: los elevados niveles de inseguridad seguirán socavando el potencial civilizatorio de nuestras ciudades hasta tanto no se dé un vuelco en la cultura ciudadana que debe partir de las máximas autoridades. Mientras tanto se seguirá chapoteando en la retórica.