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Ciudad y verdad

En nuestra propia piel aprendemos las tácticas y estrategias del autoritarismo del siglo XXI. Por ejemplo, ha abandonado la vieja y demasiado grosera prác-tica de la censura para sustituirla por una autocensura inducida, alimentada por el retiro de pautas publicitarias y amenazas legales. El caso de Tal Cual es emblemático: 8 demandas a cual más estrafalaria en 16 años, en promedio 1 cada 2 años.

Otra práctica ha sido la compra de medios independientes por agentes ignotos, desconocidos hasta de sus propios empleados, para imponer, abrupta o sutil-mente, un cambio de línea editorial más amigable con el Gobierno.

El resultado es la creciente homogeneización tanto de la información como de la opinión, anulando la controversia y la confrontación de puntos de vista con la consiguiente liquidación del conocimiento, que no puede florecer sino en un ambiente de libertad y constante debate entre visiones encontradas.

En materia de ciudad y vivienda el Gobierno actual revela una particular sensibilidad ante la crítica, muy probablemente por el valor electoral que otorga a dos programas: la Gran Misión Vivienda y el de Soluciones Viales adelantado por el Ministerio del Transporte Terrestre. Se trata de actuaciones que están impactando fuertemente a las ciudades venezolanas, pero que claramente res-ponden a decisiones puntuales tomadas sobre la marcha, sin un marco contex-tual de referencia, por lo que el impacto puede ser profundamente negativo.

Una característica común a ambos es su opacidad: en el caso del primero Transparencia Venezuela ha demostrado su absoluta falta de transparencia, mientras que la encuesta Encovi 2014 contradice estruendosamente el discurso gubernamental: no solamente  las viviendas construidas no llegan ni a la mitad de las cifras oficiales, sino que además apenas el 6,3% de los beneficia-rios pertenece a la población objetivo establecida por el programa. En el segundo, además de ignorar descaradamente normas fundamentales de diseño vial, no hay seguimiento que permita conocer con certeza su impacto real.

Nuestras ciudades pueden estar siendo destruidas solapadamente, por eso es una indiscutible responsabilidad ética de los medios superar la autocensura y abrirse al debate franco en estas como en otras materias. ¿Será posible?

@marconegron

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Un comentario

  1. Comparto los planteamientos y las angustias que Negrón expresa en este escrito.
    Respecto de la fotografía, que muestra parte de la ciudad capital, convendría que toda imagen tenga su correspondiente leyenda, con la data básica que oriente a los lectores sobre lo que la imagen contiene, en este caso identificar a la ciudad, la fecha en que se tomó la foto, y la ubicación N,S,E,O, etc, desde la cual se enfocó, para ayudar al lector a orientarse y dominar esa parte visual de la información general que le ofrecen. Recordemos que hoy la globalización pone el planeta al alcance de todos, en teoría, y por ello, si para los caraqueños hay algunas dificultades en la identificación integral de la imagen, la falta de leyenda coloca en posición de discapacitados a los otros lectores, de Venezuela y del mundo. Vale para toda fotografía que se publique.

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