Chino insalubridad
Desde hace unas dos décadas venimos degustando las delicateces chinas, incluidos sus gourmets; hasta endiosándoles por su tecnología, medicina, sobrevivencia y diáspora. Sin embargo, su medicalización no parece acorde con sus tales “adelantos” y “bienestar”; prueba de ello se hace notoria por la pandemia COVID-19 (Síndrome Respiratorio agudo severo), que desde enero pasado ya estaba concentrado en China y tan solo se presentaba un mínimo de casos por cuentagotas, que trasmutó a más de unos diez mil casos hacia fines de mes en China y otros 129 fuera de esa nación. Pero, durante febrero se activaron varios brotes en Corea del Sur, Italia, Alemania y España, así como en cada autonomía. Desestimada tal situación, ahora hay casos por la mayor parte de Asia, países árabes, Norteamérica, Latinoamérica, Europa en cuyos países se han adoptado las medidas pertinentes muy tardíamente, ya cuando el mapa de ese flagelo está conformado, aunque los expertos comparten que el grupo sanguíneo A es el más vulnerable; O, el menos.
En el mundo siempre hubo epidemias y aunque se dispersaban, permanecían confinadas. Tenemos que enfrentarlo; la tecnología y los viajes hicieron muy pequeño al mundo. Un microorganismo que comenzó en algún rinconcito de Wuhan, cuyos mercados ostentan una insalubridad bastante crítica, quizá por una sola persona, ahora el mundo entero está colapsado, no por malignidad alguna sino porque el universo ha avanzado, sobremanera.
Los adelantos médicos nos habían proporcionado una cierta seguridad sobre el control de algunas enfermedades y otras, quizá desconocidas, por lo cual ahora andamos asustados y algo hipocondríacos por resistirnos a aceptar, humildemente, un flagelo que avanza a troche y moche sin distingo de condición socioeconómica, credo y/o religiosidad.
Y, no queda sino observar, contestes, los mínimos se seguridad que recomienda la Organización Mundial de la Salud (WHO, por sus siglas en inglés), que debemos asumir con responsabilidad y paciencia por nuestra propia salud y la de otros, más allá del cariz político que se aplique a esta problemática, de absoluta e inequívoca realidad, en medio de una crisis sociopolítica de magnitudes considerables por desidia e incompetencia de un régimen presumido y retardatorio.