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Cherchez la France

Siempre fue Francia país iluminador de Europa, guía intelectual y religioso, nación que aunque no en el centro geográfico siempre estuvo en el centro del pensamiento y las iniciativas europeas. Desde los tiempos romanos fue creciendo en la importancia en Europa y el mundo, a Roma sólo le quedó, y no de inmediato la sede de la jerarquía.

De Francia salieron las cruzadas, que, fracasadas o no, han sido un evento histórico, por ejemplo, de Francia grandes monarquías europeas de proyección mundial, de Francia grandes tradiciones góticas como Notre Dame de Paris, Chartres y otras espléndidas catedrales, de Francia uno de los principales puerto del Mediterráneo, Marsella. En Francia se generó la revolución de pensamiento y planteamientos políticos que cambió al mundo, de Francia Napoleón Buonaparte conquistador de Europa excepto del frío de Rusia y, por supuesto, Los Tres Mosqueteros que, en realidad, eran cuatro, Athos, Porthos, Aramis y el novato pero exitoso D’Artagnan. Entre muchos otros detalles históricos.

Hasta ahora, tras ser centro de la Unión Europea –aunque la sede esté en Bruselas, donde también se habla el francés como lengua del país- cuando la France, quizás agotada tras parir grandes mandatarios como Francois Miterrand y Charles DeGaulle, el militar francés que enfrentó a los nazis alemanes y se empeñó e hizo de Francia uno de “los cuatro grandes”, terminó en manos de un joven simpático, bien parecido y bastante poco definido en la posición política, el hombre al cual Francia se le fue de las manos y se ha desplomado  al tercer lugar, Emmanuel Macron, en la Francia de sus alardes. Macron se empeñó en ser tan de hoy y tan flexible que ha terminado por no ser nada.

Hoy Francia es una potencia tecnológica, industrial, económica y militar que compite con Alemania y los demás vienen detrás. Esa Francia tiene dos problemas y medio a resolver. El medio problema es una clase política que sigue tendencias pero no es líder. Los dos problemas son los musulmanes y los franceses de la actualidad.

Con el profundo complejo de ser democráticos, abiertos, comprensivos, durante décadas los franceses han permitido la llegada y el establecimiento de hombres, mujeres, familias que nada tienen que ver con lo francés, que aprenderán el idioma pero no se adaptarán a su vida. Son millones de africanos y especialmente de musulmanes que se echan al suelo para rendir tributo a Mahoma pero no a Jesús, que contribuyen para levantar su mezquitas pero jamás irán a Notre Dame excepto si son taxistas para llevar a algún turista.

Dice un amigo nuestro, hijo de cubano nacido y criado en Estados Unidos y hoy con apartamento de lujo, excelente trabajo y sólida vida en la capital de Francia, que hoy es posible caminar varias cuadras en muchas zonas de Paris sin ver ni un rostro que no sea de tez oscura. Y no es una cuestión de racismo, sino de preocupación.

Ahogado en una grave crisis política, Macron trato de ser más astuto, disolvió la Asamblea y el Gobierno y convocó a elecciones adelantadas. Pero el tiro le salió mal, porque en la primera vuelta quien creció fue la derecha, con la señora Marine Le Pen a la cabeza.

Todo el mundo pensó que la derecha francesa emergía  y cambiaría el camino del país, nosotros –conservadores antichavisas  incluídos- y que Francia seguiría la ruta marcada por Giorgia Meloni en Italia y la que trata, con no demasiado éxito, de encabezar Santiago Abascal en España, entre las trampas de Pedro Sánchez y las timideces del gallego Núñez Feijóo que, vaya usted a saber por qué, esta llevando el Partido Popular hacia el centro –pero ése es otro tema.

Vino en Francia la segunda vuelta electoral, y la gran sorpresa. La derecha y la señora Le Pen se estancaron, el socialismo de Macron se deslizó hacia un débil tercer lugar y quien asomó sonriente la cabeza fue el francés nacido en Tánger, ateo y, créalo o no, abanderado del chavismo en Francia, el señor Jean-Luc Melenchon, quien habla ¡otra vez! de un Frente Popular, líder del Nuevo Frente Popular, diputado a la Asamblea Nacional por su partido –tómese nota del nombre- “Francia Insumisa”. De paso, es antisemita.

Hubiera uno pensado que los franceses son mas bien conservadores en sus formas de actuar, pero en las circunstancias actuales tenemos una Francia socialista, predominantemente izquierdista, la excepción es el partido conservador de Marine Le Pen.

Esto es lo que tienen ahora los franceses, y se lo han ganado a pulso. De hecho, hay quien piense que en cosa de no demasiados años Francia, como la habíamos conocido hasta ahora, no existirá, que será un país musulmán en plena Europa.

Porque los franceses de origen ahora son mucho más cómodos, quieren pasear por les Champs Elysées sin que los fastidien, no quieren echarse encima las limitaciones y obligaciones de una familia consolidada, no quieren tener que educar niños, se alían (quizás hasta se casen) más tarde que todos los demás. O son amantes, nada de papeleo, párroco o gestiones especiales.

Los franceses del siglo XXI están dejando que Francia se disuelva a ojos vista y que le Sacre Coeur sea relevado por Mahoma y Alá, con todo y Legión Extranjera –en caso de que subsista.

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