OpiniónOpinión Nacional

Carta al niño Jesús

Fuente: Natividad (1732), Óleo sobre lienzo de Giovanni Battista Tiepolo

Querido niño Jesús, tenía tiempo sin pedirte en tu natividad, no porque lo tuviera todo, sino porque necesitaba menos; dejé por un tiempo que atendieras a mi gente más necesitada, a esos que no les alcanzaba sus esfuerzos en el trabajo para comprarle unos zapatos a sus hijos; para que atendieras tantas injusticias en el mundo y para que insistieras en cambiar la consciencia del hombre por un poco de cordura donde se entienda que cuidar el medio ambiente y mejorar nuestra convivencia social, nos asegura un mejor vivir y por ende una vida larga y próspera.

Nunca te he pedido riquezas, no las necesito, el dinero ayuda en los momentos límites pero nunca ha sido la obsesión de mi vida. Te he pedido sí la salud de los míos y de mí, así como que nunca me falte tu palabra en cada decisión que toque tomar; que mis actuaciones sean justas y obedezcan a la humildad y a la benevolencia que solamente la gracia de Dios es capaz de otorgar. Pero tenía tiempo sin pedirte nada y circunstancias de los últimos meses y días me han hecho reflexionar y verme en la necesidad de tener que pedirte de rodillas, con el corazón en la mano y la mirada centrada en tu luz, que quites del planeta el flagelo de esta epidemia y que nos devuelvas la tranquilidad no para vivir gozando los placeres, sino para profundizar nuestra fe en ti y buscar retomar el camino de la verdad y la nobleza que nos permita reconstruir la vida por el sendero del bien, donde nos importen todos y no hayan más necesidades. No es justo que unos pocos tengan mucho y unos muchos tengan poco; deberían todos comer en el mismo plato, contar con el pan y vino que nos dé misericordia; la igualdad en la satisfacción de necesidades es posible, lo que es imposible es morirnos y llevarnos todo.

Muchos acumulan capital como razón de vida, y para muchos quienes trabajamos y con sacrificio vivimos en límite de las cosas, somos los “tontos”, porque ellos, los “vivos” aprovechan cualquier reducto de inocencia para apropiarse de más capital y por ende de una vida plena. Es cierto que el dinero en este mundo global lo es todo, pero no conozco el primero que acumulando capital y viviendo a plenitud los placeres, haya podido tener una vida eterna o su acumulación de piedritas doradas haya alcanzado para todas las manos que le sirvieron en su existencia. Todo lo mal habido no enriquece, es más pobre el que por corrupción o por delincuencia común consigue capital, nunca logra verse próspero o feliz. Lo consume la duda, el temor permanente de perderlo todo o el dolor amenazante de no poder vencer la muerte.

Mi niño Jesús, llévate la pandemia y asumo la penitencia que decidas no porque tu bondad y misericordia tenga un precio, sino cumplimiento tus enseñanzas, nada llega con nada, debe haber un sacrificio para valorar ese milagro. La salud de mis semejantes es la riqueza y el placer que te pido; que no partan más almas nobles, déjales culminar su ciclo, con las manos entrecruzadas perdona nuestros pecados y guíanos hacia la pureza de la palabra que nunca es ajena a la vida.

Mi niño Jesús, consciente estoy de que todos somos finitos, que por la ciencia del hombre hemos entendido que nuestro cuerpo no es tan fuerte como nuestro espíritu; que tenemos hora y momento de partida y eso no debe entristecernos, sino convencernos de que por el pequeño instante que vivimos el soplo de Dios, lo hagamos haciendo el bien, colaborando los unos con los otros. A los que partieron antes de encontrar la luz de Belén ténmelos en cuenta, son grandes personas que conocí y los llevo presente a cada momento; tenme en cuenta para este pequeño obsequio que pido, aunque no soy digno de que entres a mi casa para dármelo, tu palabra es suficiente para lograr el cometido.

La vida, mi querido niño Jesús, es el mayor de los regalos que nos has podido dar; no tiene valor capital alguno, no es mensurable su existencia. Vivir lo es todo, porque la muerte que es vida también, prolongación de la misma pero en cuerpo diferente, se va haciendo sumando las buenas acciones. Gracias mi niño Jesús por esta vida y concédeme acabar con tanto dolor, llévate el caos y la incertidumbre de un virus que vino a sentenciar nuestra suerte, permítenos consumir la vida hasta el último aliento para terminar la tarea de ser esencia de tu paz y amor perenne.

Niño Jesús, te pido con el corazón en la mano que nos quites el castigo, nos enseñes los caminos y nos permitas demostrarte lo aprendido; el planeta necesita del amor permanente de sus hijos para convertir los duros actos de las almas dominadas por el mal, en oportunidades para llevar con mayor fuerza el mensaje de Cristo. Nuestra riqueza es cumplir la palabra y vivir conforme a ella hasta ese instante en que partimos, pero que sea por situaciones silenciosas del cuerpo y no por males que busquen mejorar nuestros juicios, no necesitamos ser golpeados para entender que el placer está en amar a Cristo y en confiar cada pisada a sus designios que siempre son para impulsar la fuerza cósmica de nuestro espíritu. 

Gracias mi niño Jesús, esperaré con ansias este pedido humilde de un ser al servicio pleno de tu palabra y sacrificio. Amén y Amén.

[email protected]

Los comentarios, textos, investigaciones, reportajes, escritos y demás productos de los columnistas y colaboradores de analitica.com, no comprometen ni vinculan bajo ninguna responsabilidad a la sociedad comercial controlante del medio de comunicación, ni a su editor, toda vez que en el libre desarrollo de su profesión, pueden tener opiniones que no necesariamente están acorde a la política y posición del portal
Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba