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¿Cárcel o burdel?

A comienzos de septiembre del 72, época vacacional, regresé de Caracas a Barquisimeto con mi madre, y nos trajimos al señor Pedro M. Layatorres, quien fuera -con su esposa Esther B. Valdés–  Director del Conjunto Infantil Liliput, y del programa Bambilandia, transmitido en vivo los domingos a las 5 pm por Televisa (luego por Televisora Nacional), a quien encontré solo (su esposa estaba en Italia) disgustado y triste porque -por sectarismo partidista– le habían suspendido una Academia Popular de Música que dirigía en Coche, cuyo método lograba que los alumnos aprendieran la Teoría y Solfeo junto con el dominio del instrumento elegido, en menor tiempo que el requerido en los Conservatorios tradicionales. Pero aquella Institución dependía del gobierno nacional, que era copeyano, y el señor Pedro era adeco de vieja raigambre, hasta que sus principios chocaron con el intenso proselitismo que gradualmente fue minando a ambos grandes partidos, e hizo metástasis en 1998, en favor de los tirapiedras y despechados de las guerrillas sesentosas, dando paso (con gran ayuda del inescrupuloso Caldera y su sobreseimiento de los golpistas) al período nefasto que ya lleva 21 años sistemáticamente destruyendo a Venezuela. Lo convencí de disfrutar unos meses en Barquisimeto, ahora que estaba desempleado y “soltero” temporal, y realmente logramos ese objetivo.

Los sábados venían a mi casa algunos jóvenes amigos, ex alumnos míos o estudiantes de otras ramas en el IPB a quienes había conocido en aquel reducido edificio, diagonal al Hospital Antonio María Pineda, en el cual éramos relativamente tan pocos que casi no había separación entre docentes, estudiantes, secretarias y obreros, aquello parecía un barrio en el que todos éramos vecinos de vista y trato. Con el señor Pedro y mi mamá acá, las conversas sabatinas ampliaron sus temas. A inicios de noviembre una de las amigas propuso, en virtud de que las puertas de madera de la casa y sus habitaciones estaban sin barnizar, que el siguiente sábado entre todos barnizáramos las 11 puertas crudas, 5 abajo 6 arriba, por supuesto que yo compré el barniz y las brochas requeridas. Aquel sábado cumplimos la faena y luego almorzamos, conversamos y hasta bailamos algunas piezas de los pocos LPs que yo tenía entonces, con el señor Pedro y mi madre integrados completamente en las actividades post-pictóricas.

El miércoles siguiente explotó un escándalo enorme, a raíz de haber sido allanada una casa en la Urb. Nueva Segovia, en la que la DISIP descubrió algunas armas y detuvo a una joven, a cargo de esa “concha” en ese momento del operativo. Era parte de las actividades de la muy reducida guerrilla, que había sido mayoritariamente derrotada durante los gobiernos de Betancourt y Leoni. Una célula tan pequeña e insignificante, que causó más sorpresa que sobresalto la noticia de su existencia como rara avis, remanente del inmediatismo provocado por el carismático Fidel Castro, resentido desde que Betancourt le negó ayuda, en enero del 59 (cuando aún RB no tomaba posesión de la presidencia). Su terco empeño lo llevó a incentivar, adiestrar, dotar de armas y municiones a los guerrilleros del PCV y el MIR, y hasta invadir con cubanos por Machurucuto en 1967. Fueron tantas las derrotas, y tan poco el apoyo popular que aquellas guerrillas urbanas y rurales obtuvieron, que la aparición de una célula guerrillera a finales de 1972 era algo interpretado más como folklórico que como delictivo. Sin embargo, tuvo consecuencias para dos de las amigas que participaron de la labor conjunta de barnizar y bonchar del sábado anterior. Una de ellas fue detenida in fragantila otra pudo huir y se desapareció por años. También se escondió el destinatario de unas llaves halladas en la casa allanada, con un papel que decía “Entregar a HP” (quien resultó ser un ex alumno mío, que tomó a tiempo las de Villadiego).

A todas estas, yo ignoraba que esos tres conocidos míos llevaban esa otra vida clandestina, pero supuse  que la DISIP tuvo que hacerles seguimiento durante semanas o meses, para caerles de sorpresa en la casa, por lo que era probable que esas pesquisas incluyeran las reuniones sabatinas en mi casa, y que yo apareciera como posible involucrado, aunque sólo conocía de sus andanzas como alumnos del IPB. Mi mayor temor era que allanaran mi casa en busca de información o evidencias (por mis obvios nexos con las dos chicas a cargo de la casa, la detenida y la que logró escapar de la redada) y en esos menesteres molestasen a mi madre o al señor Pedro, residentes temporales y totalmente ajenos, como yo, a la dinámica tardo-guerrillera descubierta. Por ironía, en mi ayuda vino un atraco a un tío, el viernes  en Caracas, administrador de una empresa publicitaria, con el mal hábito de retirar el dinero del pago quincenal a los empleados, de una oficina bancaria ubicada en la planta baja del edificio en cuyo 9º piso él trabajaba. Por supuesto, algún empleado de la empresa o del banco, dateó a dos malandros, que  lo encañonaron al ingresar al edificio ya con el dinero de la quincena en los bolsillos. Le metieron una bala en el fémur derecho, le sacaron los billetes y se fueron en una moto. A mi madre, enfermera, le avisaron que estaba grave en el Puesto de Socorro de Salas, donde ella trabajó muchos años, y ese mismo viernes, ya con su uniforme blanco puesto, me ordenó llevarla al aeropuerto, voló a Caracas a hacerse cargo de su cuñado. Aquello me quitó el 50% de las preocupaciones. El otro 50% se fue cuando, días después, le conté los pormenores del caso al señor Pedro, que había conversado y bailado con las dos guerrilleras urbanas, lo cual probablemente causó una reacción en su condición de adeco de antaño, y también me ordenó llevarlo ipso facto al aeropuerto, para irse a Caracas. Debo mencionar que en ese tiempo el pasaje en avión de hélice costaba Bs 52, y en avión de turbina Bs 58.

Leonor, la detenida, fue trasladada a Maracaibo, donde radicaron el juicio, y meses después fui con mi madre a visitarla, en 1973. La cárcel de mujeres era una casa de dos pisos, vieja y grande, con terreno muy amplio delante, colindando por detrás con la orilla del Lago, muy cerca del Puente. El trámite para ingresar los visitantes era sencillo, y entre las cosas que me contó, resalto dos. En una ocasión trajo desde la prestigiosa Pastelería William´s en Caracas hasta un campamento en montaña de Lara, una enorme torta para celebrar el cumpleaños de algún camarada de la senil guerrilla. Y que esa casona había sido la sede de un burdel bastante popular, sobre todo entre camioneros, que probablemente aprovechaban su cercanía al puente para -sin mucho desvío- hacer una escala amatoria y proseguir en su ruta. Cada anochecer, durante sus primeros meses en prisión, iban llegando y estacionando, en la calle al frente, sus camiones y gandolas, y gritaban desde la reja que les abrieran, para entrar a relacionarse con las mujeres agolpadas cerca de la casa, ellas gozando con la confusión de aquellos “clientes frustrados”, que reclamaban por “lo pretenciosas que estaban esas hetairas”, cuyas siluetas veían,  ignorando la genuina condición del enjambre femenino al que deseaban acercarse.

En diciembre del 73 fue electo presidente Carlos Andrés Pérez, quien es natural de Rubio y amigo en ese pueblo, de la familia de la detenida en Maracaibo. Usó sus influencias, y seguramente el argumento de la “pacificación” que a tantos ultrosos beneficiópara que liberaran a Leonor, luego de 13 meses encarcelada. Y nuevamente -a mediados de enero- durante la Feria en San Cristóbal, fui con mi madre a visitarla. Nos hospedamos en el Hotel Aguas Calientes de Ureña, cerca de Rubio, con bañera de dos distintas aguas termales en cada habitación, así como un gran corredor con mesas para huéspedes y comederos para pájaros en cada columna, vecino a una gran piscina rodeada de un maravilloso bosque. Leo me dijo que luego del largo encierro se le antojaba bailar. Fuimos al Hotel Tamá en San Cristóbal, y disfrutamos de la Orquesta Billo´s Caracas Boys, sólo por un buen rato, pues debíamos regresar temprano a su casa natal en Rubio. Curiosamente, la gocha (andina) estuvo presa en Maracaibo, de donde era Oda, la que logró escapar de la redada, de quien nunca más supe, y HP desembocó en matrimonio con una pariente de CAP. Fueron felices y comieron perdices.

El domingo fuimos a despedirnos de Leo y su mamá en su casa de Rubio, debía regresar a Barquisimeto pues el lunes era día laboral. Ya en la puerta de la calle, ellas en el umbral del sajuán a 25 cmts del nivel de acera donde estábamos mi madre y yo, siendo las 2 pm, “la hora del burro”, cuando la siesta deja las calles vacías, veo a una distancia de una cuadra dos figuras borrosas, que a medida que se acercaban iban definiéndose como una pareja, él mucho más alto, y resultaron ser Blanquita y Carlos Andrés, el presidente electo y la primera dama, caminando solos, sin siquiera cien gramos de escoltas (un contraste enorme con los costosos y exagerados “círculos de seguridad” con cubanos, rusos y quién sabe qué otros ingredientes, en torno a los mediocres Chávez y Maduro). Leonor y su madre nos presentaron a Carlos Andrés y su esposa, quienes derrocharon simpatía y sencillez en ese breve encuentro en Rubio.  

De este racimo de episodios con los que tuve directa o indirecta conexión, extraigo que CAP y los adecos fueron demasiado benévolos y permisivos con quienes injustificadamente se alzaron en armas contra la Constitución y los gobiernos democráticos, legítimos y electos por la mayoría de los venezolanos (acá incluyo a los felones golpistas del 92, también lacayos del castrismo). No sólo los perdonaron, sino que les ofrecieron becas y cargos, algunos en Consulados y Embajadas. Mientras que la mayor parte de los violentos e inmediatistas que fueron derrotados en los años 60 (esa secuela del 72 en torno a la cual elaboro este artículo, se mantenía por inercia en ese  rezago histórico), cumplen a cabalidad la descripción de “izquierda borbónica, que ni olvida ni aprende”, y es tan intenso su resentimiento y su terquedad [para reconocer las tremendas derrotas que a nivel mundial derrumbaron la distopía colectivista sostenida por la aparentemente poderosa Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (15 integrantes, 8 satélites), las aberraciones cometidas en la China de Mao, la Camboya de Pol Pot, la Cuba de los Castro (ahora depredando a Venezuela), y la vergonzosa dinastía Kim que somete a NorCorea], que mantienen incólume su obsoleto esquema ideológico, su adulterada visión de la realidad venezolana del 58 al 98, aplican su destructivo sucialismodelsiglo21 desde 1999, y niegan el obvio desastre causado en estos 21 años: Arruinada nuestra economía, pulverizados la moneda, el salario, el poder adquisitivo, prostituidas la justicia, las Fuerzas Armadas, la Soberanía Nacional, nuestro territorio invadido por decenas de miles de parásitos cubanos, la escoria superviviente de las FARC y el ELN, terroristas de Hezbolá, 4 millones de venezolanos obligados a sufrir en la diáspora, Inseguridad desbordada a cargo de la delincuencia tradicional y los colectivos armados organizados por el régimen, que además asume funciones en el marco del Narcotráfico internacional, el contrabando de combustible, alimentos, medicinas, armas, y el negocio de la extorsión a ciudadanos opositores. La hoz y el martillo que representaban al comunismo primigenio, se convirtieron en la hez y los instrumentos de represión y tortura que, para vergüenza de sus descendientes, son lo que prevalece en esta hora aciaga para el país, a partir de cada uno de los civiles y militares que cometen todo tipo de atrocidades y corruptelas, en perjuicio de la nación y sus ciudadanos, tan sólo por mantenerse precaria y temporalmente en el poder. 

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Un comentario

  1. Una narrativa interesante sobre eventos y anécdotas de un tiempo en el que no me encontraba en Venezuela y en donde mi contacto con la lejana patria, fue con un militar que luego sería mi compadre y al que, el gobierno de AD de aquellos años tenía enconchado en Inglaterra, Oxford, con un subsidio de 10.000 $ /mes de la época y que, a medio camino, Caldera lo dejó con una mano adelante y otra detrás. Cuando CAP era el hombre que, desde Relaciones Interiores Betancourt le pedía para esa noche unos «muertesitos», pues mi compadre complacía al futuro presidente de Venezuela y le quitaba esa preocupación de encima, y Satanás recibía en su seno a tanto comunista marxista – leninista y guerrilleros perniciosos que, mataban los soldaditos de la patria en medio de emboscadas y otras barbaridades. Ya en España, me tocó auxiliar al compadre que venía de mal en peor y con niño pequeño y a través del Embajador, se le dio cobijo en un hotelito de mala muerte hasta que un día, llamaron a mi casa y el tipo que me hablaba y que era CAP, presidente electo de Venezuela que, quería hablar con el Capitán y al que le dije, llamara al día siguiente. La verdad es que no me impresionó nada, pues bajo el Caudillo había olvidado que existían los partidos políticos y el tipo me desagradó por el tonito de mandamás que tenía. En fin, que le guardé unos documentos y que secretos, se fue a Miraflores y me invitó a hacerme rico que, él se encargaba de todo. Dije que no pues primero estaba finalizar mi carrera y con el tiempo nos fuimos distanciando hasta que un empresario en apuros me pidió ayuda por una materia prima retenida. En 24 horas se le resolvió el problema. Años más tarde, Chávez era presidente y los viejos guerrilleros ya derrotados y enfermos, venían a por lo suyo, pero el primer plato fue para los milicos y el resto para los civiles. Tal era el desmadre que, tres de mis colegas que, eran antichavistas y ex guerrilleros, ocuparon los máximos cargos al que, muchos ex guerrilleros podían aspirar dentro del escalafón de los comunistas, aclarando que solo querían plata y lujos y en verdad lo lograron. Perdonaron a mi compadre y ahora vive en Coro donde ya es más que abuelo y vive feliz según me cuentan. En cuanto a Hugo Rafael, fue un padrote desatado que no perdía el tiempo en callejeras, prefería las esposas de los generales, empresarios y hasta camareras de buen ver y cumplidoras. En eso de la cama era un verdadero socialista e hijos, los dejó regados pero reconocidos dentro de esta patria y hasta concebidos en las butacas de los aviones. Y de CAP, el pobre murió rico pero sus dos mujeres por cuestiones de prestigio y plata se pelearon hasta que, para que no cogiera mal olor, lo zamparon por meses en un congelador, solito en la funeraria hasta que las dos esposas llegaron a un acuerdo y por fin, salió de tanto bochorno y fue enterrado con los honores tardíos de un huérfano de guerra. Y es que, Edgard : ¡ NO SOMOS NADA Y EL PODER ES EFÍMERO, TE LLAMES CARLOS O HUGO, QUE A NADIE YA LE IMPORTA UN CARAJO !.

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