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Calvani y el desarrollo en el siglo XXI

Examinamos en artículos previos el pensamiento y acción del Dr. Arístides Calvani como canciller de Venezuela en el primer gobierno del Dr. Rafael Caldera (1969-1974). Nos enfocamos en la política económica exterior de aquel período a fin de constatar su vigencia en función de las nuevas tendencias de las relaciones internacionales. Buscamos trazar los vectores básicos de una política exterior concebida para respaldar el desarrollo democrático y sustentable de Venezuela en el siglo XXI. Estas son nuestras conclusiones:

Caldera y Calvani incorporaron los principios de Justicia Social Internacional y Bien Común Universal en la agenda de la diplomacia bilateral y multilateral desde una perspectiva ética de las relaciones internacionales, inspirados en la Doctrina Social de la Iglesia Católica. Esos principios guardaban armonía con los progresos que exhibía el país para consolidar un sistema democrático a partir del 23 de enero de 1958.

La expresión económica de la Justicia Social Internacional y el Bien Común Universal se estructuró alrededor de la propuesta de un nuevo orden internacional. Calvani plateaba colocar el desarrollo equitativo de las naciones en el epicentro de la diplomacia mundial. Al ubicar el desarrollo como motor de las relaciones “dentro y entre” las naciones, se podían superar las restricciones impuestas por la Guerra Fría, bajo los principios del pluralismo ideológico y la solidaridad pluralista. No hay paz sin desarrollo.

Si bien se ha eclipsado la confrontación Este – Oeste (ahora reciclada), no ha desaparecido la necesidad de situar el desarrollo, hoy día bajo el concepto de desarrollo sustentable, como la prioridad primordial de las relaciones internacionales en el siglo XXI.

Para el profesor Calvani, los mecanismos para el logro de un nuevo orden económico internacional eran: la defensa de la soberanía nacional sobre los recursos naturales, la justa división internacional del trabajo, la equidad en los términos de intercambio entre países desarrollados y subdesarrollados, el acceso de los países pobres al progreso tecnológico, la integración latinoamericana y la cooperación Sur – Sur. Para ello propuso “una organización de países productores de materias primas.”

La definición de una “política económica como política internacional específica” fue un logro valioso del ministro Calvani. La reforma del comercio exterior incluyó la creación del Instituto de Comercio Exterior, las leyes de estímulo y del fondo de fomento a las exportaciones, el ingreso de Venezuela al Pacto Andino y la denuncia (sin confrontación) del Tratado de Reciprocidad Comercial con los Estados Unidos; medidas dirigidas a diversificar la economía y fomentar un sector exportador no tradicional.

Calvani describía la política petrolera de Venezuela como un ejemplo de política nacional” efectiva. La nación desplegó, junto a su proceso de democratización, un nacionalismo democrático, prudente, hasta alcanzar sin traumas la nacionalización en 1975. El país nunca desconoció los derechos legítimos de las empresas petroleras internacionales; y tampoco dejó de demandar y lograr lo que en justicia le correspondía en términos de precio y participación fiscal. La fijación unilateral de precios del petróleo (1970), fue un hito histórico que cambió los términos de intercambio entre países exportadores y consumidores.

La prédica de Calvani sobre el “desarrollo de la humanidad” podría ser vista como un planteamiento ya superado a tenor de la industrialización alcanzada por los Tigres Asiáticos (Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwán) y otras naciones emergentes como China e India. Sin embargo, las disparidades en la división internacional del trabajo, todavía presentes en el siglo XXI, reafirman la validez de aquella preocupación.

A la luz de la III Revolución Industrial y la inteligencia artificial, la robótica y los vehículos autónomos (IV Revolución Industrial), la desigualdad entre las naciones parece ensancharse, principalmente en aquellos países dependientes de la exportación de materias primas y recursos naturales. La brecha entre el desarrollo y el subdesarrollo podría ampliarse si los países emergentes no se insertan en la sociedad del conocimiento y si las naciones extractivistas continúan padeciendo la Maldición de los Recursos y la Enfermedad Holandesa; dolencias que acechan a Venezuela desde la bonanza petrolera de los años 70 (profundizadas en las primeras dos décadas del siglo XXI).

La lección por asimilar frente a la biotecnología, la bio-medicina y la digitalización, es que el atraso y el subdesarrollo de los países pobres dependen de las condiciones político-institucionales y socioeconómicas locales y no de una determinación preconcebida de las naciones desarrolladas. Sin embargo, el pensamiento de Calvani mantiene su vigencia en lo relativo a la necesidad de ejercer presión constructiva sobre los países avanzados para que los beneficios de la Revolución Tecnológica alcancen un carácter universal.

Calvani postula que la ciencia y la tecnología hacen al mundo más accesible. El progreso científico corrobora la indivisibilidad de la especie humana. La Humanidad está en la Tierra “con una misión:” su progreso espiritual y material. Visionario, reclama una solidaridad superior que articule a los seres humanos en una sociedad supranacional” y en una economía universal,” por medio de sucesivos procesos de integración.”   

El autor concluye este articulo con un pensamiento que retrata a Arístides Calvani como ciudadano, como estadista y como persona:

“La historia nos demuestra que sólo las acciones humanas inspiradas en principios éticos han tenido trascendencia perdurable. Debemos, pues, defenderlos en el orden internacional con el poder persuasivo de la verdad para poder ser libres del poder coercitivo de la violencia.”                                                       

@lxgrisanti

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