Caimanes del mismo caño
Los cocodrilos vierten lágrimas cuando devoran a sus víctimas. He ahí su sabiduría. Francis Bacon
No se trata de una frase zoológica o ecológica ni de un nuevo programa de las canales por cable que se lucran con los usos y costumbres de animales salvajes y peligrosos. En este caso, nos referimos a una expresión más bien antropológica, sociológica, política, que los venezolanos de siempre, y más ahora los del súbditos del socialismo del siglo XXI, utilizamos para referirnos a unos particulares especímenes de la realidad nacional.
Estos caimanes, además de formar parte de un mismo caño, torrente, regato, río o pantano, tienen una idiosincrasia común, una manera de ser, de actuar, de entenderse a sí mismos y a sus semejantes. Dicen que aman la pobreza, pero se les ve nadando a sus anchas en aviones públicos y exclusivos, recorriendo el mundo a expensas del erario nacional, duermen en hoteles de alto standing y comen en restaurantes de tres estrellas, beben bueno y caro, porque el ron y el miche son recuerdo tristes de un pasado de barricadas, piedras, cauchos quemados y fallidos Golpes de Estado.
Son hablachentos, parecen más bien guacamayas o loros reales con cola y escamas, se jactan de sus saberes, opinan de todo y tienen por supuesto la última palabra. Nada les halaga más que la adulación, el jalagalonismo, la candonga, el aplauso de sus focas aliadas por momentos, a pesar de que no estén exentas de las mortales dentelladas de nuestros saurios: ¡ORDENE! ¡ORDENE! es lo que más le gusta oír a estos pretendidos demócratas.
Engullen, manducan todo lo que pueden, devoran sin piedad las divisas, las reservas nacionales, las instituciones, las leyes, la justicia, la separación de poderes, las relaciones internacionales con sus países vecinos, los fondos chinos o de cualquier naturaleza, Son dadivosos pa´fuera con los cafiches caimanes de otros caños, pero pa´dentro con las escuálidas lagartijas, todo es escasez, regulación, control, terminal de cédula y cola permanente.
Agresivos, pendencieros, bravucones y fanfarrones, viven en continuada batalla, en guerras fantaseadas contra enemigos inventados, les encanta mostrar los dientes y las garras especialmente en cadena nacional, están siempre dispuestos a insultar y ofender a quien sea, especialmente si es paisa, gringo, español o guyanés, porque nada quieren con esos caños de otra índole.
Verdes oliva siempre, portan un penacho rojo que los distingue y diferencia, se declaran a si mismos los nuevos próceres de la Patria Socialista, es enfermiza su oportunista devoción por el Caimán Mayor, el Supremo, que reposa en un caño especialmente construido para su eternidad.
Les encanta un joropo, un son cubano, una salsa brava para bailar con sus caimanas, la única canción a la que le temen es a la que dice: Se va el caimán, se va el caimán…