Bye, bye, Biden
Entre la originalidad y en mucho el éxito y el liderazgo nacional e internacional y el auto rescate incluyendo atentado orejero de Donald Trump, el período de Joe Biden parece haber sido una mescolanza de vacilaciones internacionales, tropezones personales, distracciones, gagueos y empeoramiento de la situación económica de cada ciudadano estadounidenses.
Diría uno que los dirigentes del Partido Demócrata percibieron este panorama desde que Biden estrenó su mandato con las tropas estadounidenses saliendo de Afganistán en medio de lo que más parecía un sálvese quien pueda que un a ver quien sale primero, difusión poco digna de los creadores de Rambo y de los tanques Abrahms que se supone son los mejores del mundo aunque también los que consumen más combustible.
A Biden lo pateó Putin en la cara cuando se metió a la cañona en Ucrania, aunque la jugada le esté costando muy cara y se va acercando al millón de rusos muertos, que pesarán enormemente en la carrera del dictador del brazo brincón, aunque aún hay mucho mejor vivir y buen vodka en comparación con la Rusia soviética. Una guerra que nadie gana y que entronizará en la OTAN primero y en la Unión Europea después a una Ucrania destruida debiéndole a esa alianza, a amigos dependientes de Estados Unidos y a la America going greater de Donald Trump varios miles de millones de dólares que se convertirán en progreso de todos para que puedan ser pagados.
Eso para no hablar de errores pequeños como Kamala Harris y más vergonzosos como Juan González, por ejemplo. Joe Biden devuelve las llaves de la Casa Blanca y regresa a la suya arrastrando los pies a divagar y morir en paz como corresponde a los que Álvarez Guédez llamaba “viejos cagalitrosos”, su hijo Hunter seguirá su agonía de tribunales y oscuridad y las familias demócratas fundamentales, los Clinton y los Obama, tratarán de rediseñar sus planes ante el vacío, siempre que alguien no se les cuele.
Por su parte Trump se dispone para volver a arreglar a Estados Unidos para dentro de cuatro o cinco años fundamentar una ancianidad previsible pero menos apagada que la de Biden.
Quizás después se produzca algún milagro en la mezquita demócrata, pero las cosas parecen seguras en el Vaticano republicano.
