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Bufones bolivarianos

A los Robertos, Luis del Valle, Ender, Winston, Roque, Earle y demás lisonjeros revolucionarios.

                   La burla y el ridículo son, entre todas las injurias, las que menos se perdonan.

                                                                                                                                             Platón

Un bufón es aquel personaje divertido que hace reír al Soberano, al patrono y a   sus cortesanos con sus chocarrerías y gestos. Cada vez más en esta bolivariana patria de adulancia y jalagalones, asistimos a la multiplicación y proliferación de juglares, bufones, bardos, chanceros, graciosos a granel, chocarreros oficialistas que están siempre prestos a divertir al Líder de turno – al Designado Usurpador –  para hacerlo desternillarse de risa y ganarse una fidelidad oficial que todos reconocen efímera e interesada.

Al clamor de ¡Así, así, así, es que nos gobiernan! Aparecen unos y otros haciendo chistes, ejecutando cabriolas verbales, apuntando citas célebres, pasajes de un libro poco leído por el Primado chofer. Extasiados y abobados hacen reír al Paladín que los convoca a ruedas de prensa y cadenas sin fin para que lo diviertan a bajo costo. Es trabajoso para quienes fuimos sus lectores o admiradores escuchar al Líder de turno referirse a ellos como los cómicos, los burlescos, personajes hilarantes, jocosos y festivos que sólo tienen por ilustre misión bolivariana agradar y ser del agrado del que – ahora en un proceso intenso de aprendizaje –  todo lo sabe y todo lo puede.

Prestos están nuestros bufones palaciegos a aplaudir el insulto veloz, el comentario descalificador, la observación ponzoñosa, de quien no tiene el menor sentido de respeto por aquellos que gobierna y representa. Hoy es el enemigo declarado de siempre: el godo, el ricachón, el pitiyanqui, mañana será el compadre, el compañero de aulas, el alzado en armas, el correligionario que no atiende más a sus desvaríos febriles y a sus desvelos cotidianos.

Triste papel el que hacen algunos de nuestros más admirados escritores y críticos, pintores e historiadores, guionistas y artistas, cuando, sin decoro, se suman al coro de áulicos, de palaciegos, de cortesanos del montón, para aplaudir – micrófono en mano y cámara al aire – las ocurrencias de aquel que les conserva canonjías y prebendas que no compensan la dignidad ni el talento de los hoy jacobinos bufones, ayer admirados intelectuales.

¡Ojalá sigan por siempre y para siempre haciendo carcajear a sus anchas al Jefecito, sin que pronto tengamos penosamente que reírnos de ellos cuando pasen de ser chistosos a ser ridículos!

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