Brasil, el golpe y la ley del embudo
Para las izquierdas, sólo ellas tienen el patrimonio de la verdad y el privilegio de la razón. Las derechas – término que contrariamente al de “izquierda” carga con todos los apotegmas de la incuria, la inquina, la maldad y la barbarie – jamás tienen la razón ni predican la verdad. Si las derechas dan un golpe – por ejemplo, el de Pinochet – ese golpe es barbarie pura, injusticia a granel, irracionalidad en grado superlativo, fin de mundo. Si lo dan las izquierdas – por ejemplo el de Hugo Chávez – es expresión pura del sentimiento democrático del pueblo, reivindicación justiciera, verdad en patas. Al primero hay que execrarlo, combatirlo, difamarlo. Al segundo hay que celebrarlo, homenajearlo, recordarlo, premiarlo.
Por ejemplo: haber enjuiciado y destituido a Carlos Andrés Pérez fue el colmo del institucionalismo democrático. Pretender destituir a Dilma Rousseff es puro y simple golpe de Estado. A quienes las izquierdas consideran sus adversarios, hay que aplicarles todas las medidas punitivas y condenatorias, que todas serán justas: asesinarlos, como se pretendiera con el mismo Pérez o su familia, defenestrarlos, encarcelarlos, desterrarlos. Para, una vez asaltado el Poder, hacer todo lo que a las derechas les estaría absolutamente prohibidos: cambiar y manipular la Constitución, robarse el erario, encarcelar a los opositores, hambrear al pueblo, traficar cocaína, asesinar manifestantes. Si lo hicieron las izquierdas, sano y bueno. Si lo hicieron sus adversarios, mera monstruosidad.
Desde este maniqueísmo político, sólo las derechas dan golpes de Estado. Las izquierdas reivindican acciones liberadoras. Por ejemplo: el asalto al Cuartel Moncada, con su ristra de muertos, fue una acción ejemplar. Debe ser honrado y rememorado como una gesta heroica. El desembarco de oficiales cubanos en Falcón y Machurucuto y el asesinato de soldados venezolanos, ejemplares acciones de políticos y soldados samaritanos. Intente demostrárselo a un chavista: si está de mal humor, arriesga su vida. Porque un chavista, esa extraña especie de izquierdista a la brava que llegó a devastar Venezuela, todo lo que haga Fidel es sagrado. Todo lo que haga un opositor, es maldito.
A esa esquizofrénica división de deberes y derechos, en la que a la izquierda se le debe permitir todo y a la derecha nada – desde los atributos morales a los derechos a pernada – en Chile se le llama “ley del embudo”: a unos, la parte ancha; a otros, la parte estrecha. Si caído Nicolás Maduro, – suceso sólo posible mediante una rebelión popular que eche por tierra todo el aparataje seudo institucional montado por la satrapía dependiente de la tiranía castrista bajo complicidad y connivencia de las fuerzas armadas y los tinterillos del régimen – se le encarcelara sin juicio durante dos años y se le condenara sin derecho a prueba de defensa ni testigos, tal como se ha hecho con Leopoldo López, a 14 años de cárcel, el mundo estallaría en la repulsa y el rechazo contra el sistema político democrático instaurado. Las movilizaciones de las izquierdas planetarias conmoverían el universo. Y si a Diosdado Cabello se le dictara prisión domiciliaria sin causa ni motivo, el estallido de las izquierdas exigiría llevarnos al paredón. Es la Ley del Embudo: a las izquierdas, todo. A las derechas, nada.
Es tal el peso y la presión de esta esquizofrénica tradición, que a nadie se le ocurriría reconocerse de derechas, es decir: de estar a favor de la libertad, el libre mercado, el emprendimiento y la defensa del derecho a la propiedad privada. Que aún siendo las bases de la prosperidad en todas aquellas sociedades desarrolladas, pasan por delitos en aquellas hundidas en el subdesarrollo, la miseria y el autocratismo.
Y henos aquí, una vez más, sometidos a la Ley del Embudo: resulta que la decisión aplastantemente mayoritaria de la Cámara de Diputados del Brasil a favor de iniciar un proceso de destitución de la presidenta Dilma Rousseff no fue un acto eminentemente constitucional y pacífico. Según los trogloditas de las izquierdas mundiales, fue “un golpe de Estado”. Y, como no podía ser menos, quienes debieran representar las aspiraciones liberales de una sociedad urgida de libertad, emprendimiento y gerencia productiva, callan, no vayan a ser considerados de derechas.
Una vez más, la vieja cantinela de Labriola: “sólo tú, estupidez, eres eterna”.
@sangarccs