Beto, ¡rompé!
“Hay dos clases de hombres: los que viven hablando de las virtudes y los que se limitan a tenerlas”. Antonio Machado
Ayer, un rastrero y humillado Alberto Fernández pateó el hormiguero y decidió, empujado por La Cámpora, el Instituto Patria y un PJ que aún confía en el dedazo de Cristina Fernández, renunciar a su precandidatura presidencial y, con ello, se transformó definitivamente en un pato rengo, un rol que nadie dejó de adjudicarle desde el momento mismo en que ella lo nominó, con un tuit, para encabezar la fórmula presidencial de este experimento que, una vez más (como cuando eligió como ingredientes de sus mágicas recetas a Julio Cobos y a Amado Boudou), falló a su diseñadora. Creo que el más sorprendido fue el arco oficialista, que no pensaba en que esa resignación se produjera con tanta anticipación.
El kirchnerismo, del cual se autopercibe coautor el autopercibido Presidente y desde su origen nacional, fue un proyecto de poder basado, como en el famoso “síndrome de Estocolmo”, en la destrucción de todos y cada uno de los pilares de una sociedad como la nuestra: educación, cultura, trabajo, mérito individual, esfuerzo, permeabilidad social ascendente, devastadora política inmigratoria, etc.. Merece que le preguntemos para qué lo hizo: ¿sólo para robar o para intentar un bastardo proyecto imperial, disfrazado de progresismo y de socialismo del siglo XXI? Lo real es que, cualquiera haya sido su intención, lo ha conseguido a través de dos décadas, y el precio que pagaremos para corregir tanto daño será aterrador.
Alberto, ahora, está buscando el teléfono de las aplicaciones de pedidos a domicilio pues sabe que, desde hoy no siquiera le servirán un café siquiera en la Casa Rosada u Olivos, razón por la cual antes de emitir el curioso video autocelebratorio, ordenó planchar su traje azul, ya que tiene pensado, para aliviar el calvario que padecerá hasta diciembre, recorrer el mundo antes de entregar el mando. Es una verdadera pena que, además, no le haya tirado la renuncia a la Vicepresidente por la cabeza, porque eso sí que hubiera sido un gesto históricamente trascendente y, además, hubiera obligado a su dueña a optar entre asumir en directo la responsabilidad del naufragio o huir hacia un paraíso castro-chavista.
Tengo para mí que la siguiente rata en escapar será Sergio Massa, invocando una norma que obliga a los candidatos a abandonar sus cargos oficiales para no inclinar la cancha. Muy a pesar de la pésima opinión ética (“Sueños Compartidos”, su amistad con Coti Nosiglia y José Luis Manzano, su matrimonio con Malena Galmarini y sus negocios con el zar del cloro, la enorme cantidad de dinero “desaparecida” –así como el testigo que lo denunció- en el robo a su casa, y los “bolsos” que mueve la mujer de su Secretario de Estado, Matías Tombolini, la atribuida propiedad de algún campo importante en la Provincia de Buenos Aires, sus relaciones con el Fiscal Scapolan, destituido el martes por su protección a narcotraficantes, el innegable uso de inside information y miles de etcétera) tengo del Aceitoso, un apodo que merece su actitud política, lo sé suficientemente vivo tanto como para intentar no pagar por el ya inevitable fracaso como Ministro, cuanto para ensoñarse con delirios de triunfos electorales con una inflación que volverá a tocar el 8%, un dólar real a $ 442, una pobreza del 40%, un deterioro gigantesco del poder adquisitivo de salarios y jubilaciones y una recesión que ya está entre nosotros.
La semana pasada dije aquí que Luiz Inácio Lula da Silva le estaba haciendo al Gobierno Argentino, con su notorio giro geopolítico hacia Moscú y Beijing, sustentada en su visita a Xi Jinping y su recepción a Serguéi Lavrov, el canciller ruso. El FMI y la administración de Joe Biden tienen fundamentado interés en no provocar el derrumbe de la Argentina, puesto que podría contagiar a un mundo fragilizado por las guerras, frías o calientes, y por la competencia tecnológica y militar entre China y Estados Unidos, que condiciona las relaciones exteriores de todos los países y que promete extenderse por décadas. Pero, con la deserción de México y Brasil del llamado “Occidente”, nos hemos tornado, por necesidad y obediencia debida, en el país más importante de América del Sur para liderar, si eso resultara posible, una postura más amigable hacia el famoso Norte.
La relación que mantenemos con ese Norte amerita la contratación de una caravana de ambulancias para trasladar a un psiquiátrico a Cristina Fernández, que involucró a Estados Unidos en el más que sospechoso atentado contra su vida, y a Máximo Kirchner y sus secuaces de La Cámpora, que públicamente insisten en boicotear y repudiar los acuerdos financieros con el FMI, los únicos salvavidas disponibles en el catastrófico Titanic en que han convertido, intencionalmente, al país.
¿Qué candidatos presidenciables le quedan al peronismo?: ¿Massa, que no querrá postularse porque debería llegar a las elecciones con estos catastróficos números económicos?; ¿Daniel Scioli, un fracasado vocacional y un panqueque apto para todo servicio, al que habría que preguntarle por El Faro, en Carmelo, entre muchos otros escondites?; ¿Wado de Pedro, un rico pero desconocido terrateniente, a quien le juega en contra su tartamudez?; ¿Axel Kiciloff, el injustificable y costosísimo negociador internacional, que pareció estar drogado en la apertura de las sesiones ordinarias de la Legislatura bonaerense?; ¿Juan Grabois, el asesor papal, permanente okupa de propiedades privadas y violento protector de los pseudomapuches?; ¿Santiago Cúneo, un energúmeno impresentable?; ¿Guillermo Moreno, el patotero armado, carísimo falsificador de estadísticas?
Pueden seguir las nominaciones pero, si son así de atractivas, no podrán llegar al Oscar o siquiera triunfar en Gran Hermano. El tema, como siempre, pasa por la Provincia de Buenos Aires, donde se gana –sin ballotage- por un voto y los candidatos actuales de Juntos por el Cambio o de La Libertad Avanza no parecen –según todas las encuestas, en las que descreo respalden o refuten lo que creo- tener posibilidades de arañar la absolutamente inexplicable e injustificada potencia electoral de su actual Gobernador, que ha empeorado terriblemente las cifras de educación y salud, de asesinatos y robos, de narcotráfico, de violencia y de degradación social, sobre todo en el trágico Conurbano bonaerense.
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