Behemot desencadenado
No hay en Venezuela quien no conozca el talante pacifico, ponderado, respetuoso de la Ley y las Instituciones del Alcalde Metropolitano Antonio Ledezma. Uno de los líderes más juiciosos y equilibrados de quienes han debido cargar en sus frágiles hombros con la difícil y dura tarea de enfrentar al Behemot que ceba sus colmillos en las carnes de la democracia venezolana. Uno de los líderes más abiertos y prontos al diálogo, si es sincero, beneficioso y honorable. Pero un hombre comprometido con la verdad y la justicia, a cualquier precio.
¿Era necesario irrumpir en sus oficinas de la Torre EXA, en la Avda. Libertador, para proceder a un allanamiento – sin la orden respectiva – con entre cien y ciento cincuenta hombres de los aparatos de seguridad del régimen, encapuchados, fuertemente armados y dispuestos a convertir un trámite que violaba todo procedimiento legal – si es que obedecía a alguna instrucción en dicho sentido – en un asalto digno de la Noche de San Valentín, metralleta, capucha y fusilada por delante?
Ni conspiración ni urdimbre siniestra de imaginarios golpes de Estado: una reunión habitual con compañeros de la oposición democrática, convertida en una embestida digna de la Triple AAA de los siniestros generales argentinos o de la DINA en plena dictadura pinochetista. ¿Pretende el SEBIN, adonde fuera llevada nada más y nada menos que la primera autoridad constitucional de la capital de la República, venezolano de nacimiento, doctor en derecho y político de larga y honorable trayectoria, mediante el oprobio y la humillación de la fuerza bruta, con intolerables maltratos y a los tiros, convertirse en la Tiple AAA de la Venezuela chavista?
¿Es lo que persigue Nicolás Maduro, acuciado por la pesada estantería de problemas económicos, sociales y políticos que se le ha venido encima? ¿Rehuir los aterradores problemas que ha desencadenado con su bíblica inoperancia y su proverbial ineficacia arrastrando a la cárcel, violentando todos los derechos e irrespetando las sagradas instituciones de nuestra civilidad, a quienes cumplen con la pesada responsabilidad de intentar una salida pacífica, constitucional, honorable a esta crisis que ha adquirido dimensiones y magnitudes colosales? ¿Convertir un manifiesto llamando a la unidad de todas las fuerzas democráticas y progresistas para facilitar una salida honorable de este impasse histórico en un plan golpista? ¿Dónde termina la racionalidad y comienza el delirio de esta actuación del régimen?
Estemos claros: la revolución está muerta. El régimen está boqueando. Llegamos al llegadero y el gobierno se encuentra al borde del abismo. ¿Querrá dar un paso al frente? ¿Cree Nicolás Maduro o quienes están a su lado o tras suyo que amedrentando, reprimiendo, encarcelando a quienes representan el 80% de la población venezolana y una opinión pública mundial perfectamente consciente del infierno en que la revolución bolivariana culminó su fracasada aventura, lograrán mantenerse en el Poder?
Nada augura otra suerte, que el final de esta pesadilla. Tiene el gobierno la opción de buscar una salida honorable, pacífica y consensuada, respetando nuestra sagrada Carta Magna y salvando lo poco que aun sea rescatable, o echarse en brazos de una tragedia de dimensiones apocalípticas. Las cartas están dadas. Alea Iacta est.