Balance del diálogo
El mundo democrático ha venido siendo impactado por el derrumbe de Venezuela, que de país próspero con democracia robusta se ha convertido en reducto artillado de un modelo totalitario de gobierno que fracasó en todos los países donde logró implantarse. Sólo sobrevive precariamente en Cuba y Venezuela.
La tragedia nuestra, tragedia porque perdimos la libertad y el país se arruinó al punto de racionar la comida (menos mal que existe Cúcuta) y contemplar a la gente muriéndose por falta de medicamentos, ha venido preocupando a personalidades e instituciones internacionales de gran prestigio y autoridad moral. Más de veinte ex presidentes latinoamericanos entregaron un documento ante la Cumbre de Panamá en el que se señalan violaciones concretas a los derechos humanos y desconocimientos de compromisos internacionales suscritos por Venezuela. La Unión Europea y parlamentos de distintos países democráticos han venido haciendo pronunciamientos públicos en el mismo sentido. Hasta el Arzobispo Tutu, amigo y consejero de Mandela, nos ha hecho llegar su voz de solidaridad desde la lejana Sudáfrica.
Esa cálida atmósfera de solidaridad internacional ha venido esfumándose. En la actualidad ni instituciones ni personalidades de prestigio internacional ni alertan ni protestan contra la dictadura totalitaria venezolana. Se mantienen en silencio expectante. No es de excluir que se sientan ninguneados.
No es para menos. Ni Zapatero ni Leonel Fernández ni Torrijos han exhortado a Maduro a respetar los fueros constitucionales de la oposición. No firmaron el documento presentado en la Cumbre de Panamá. Nunca se han pronunciado por la libertad de los presos políticos.
Actuando con realismo, aceptemos el mecanismo de borrón y cuenta nueva y examinemos las ejecutorias del equipo de mediadores, tomando en cuenta que han transcurrido varias semanas desde aquella sorpresiva reunión de Punta Cana, sin anuncio alguno de avance. Ni siquiera, para descongestionar un poco la enrarecida atmósfera política, se ha puesto en libertad a Leopoldo López, Antonio Ledezma, los estudiantes presos. Se anunció que el Vaticano había recibido invitación a participar en el diálogo, y que un representante suyo se había incorporado al equipo de mediadores. Un vocero de la Santa Sede, el sacerdote jesuita Felipe Lombardi, declaró que el Vaticano no ha recibido invitación a participar en el diálogo. El tiempo pasa, favorece al gobierno, perjudica a la oposición.
Salir de la crisis no es fácil. Un acuerdo político es lo deseable. El gran obstáculo para ese acuerdo es Maduro o quienes lo manejen. En todo caso, la oposición no puede aletargarse, le corresponde alertar y movilizar a la gente hasta encontrarle salida a la crisis mediante el Revocatorio u otro mecanismo que garantice la transición constitucional y pacífica hacia una democracia plena.