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Aunque la Intención sea Buena

Conversando con mi amigo, Orlando Santana, quien conoce de palmas, le comentaba que me llamaba la atención la cantidad de palmas que, habiendo sido trasplantadas a lo largo de la Autopista del Este- Autopista Francisco Fajardo (oficialmente Gran Cacique Guaicaipuro Jefe de Jefes) en los últimos años.  Había leído que eran palmas datileras que habían sido traídas desde otras partes del país a Caracas.  También le comentaba que había notado que un porcentaje de esas palmas se había secado.  Me preguntaba si la inversion realizada y el esfuerzo de traerlas hasta Caracas habría valido realmente la pena.

No descartaba que la iniciativa hubiera sido desarrollada por alguien con buena intención.  Estaba completamente de acuerdo con la idea de proteger  los espacios verdes en las grandes ciudades, así como las especies arbóreas.  Caracas naturalmente es una ciudad verde donde prevalece nuestro maravilloso pulmón del Norte y una gran cantidad de plantas endémicas.  Sin embargo, sabía que la buena intención no era suficiente.  La buena intención sólo servía si era acompañada de buen criterio, de efectividad, de planificación, de investigación, de asesoría de gente experta en la materia, y de una correcta implantación.

Comentamos durante nuestra conversación que si queríamos mejorar el ambiente, tal vez hubiéramos debido comenzar por la parte de la ciudad por donde pasan los peatones y no por la autopista.  El embellecimiento de las autopistas hubiera podido formar parte de la tercera o cuarta etapa del plan, pero no hubiera debido ser lo primordial.

Orlando me comentó que era acertado, en su opinion, adornar con palmas un país tropical. También mencionó  que hay palmas que sólo se dan en su habitat, como por ejemplo, la palma bendita (ceroxylon cerypherum) que se da en el Ávila; el moriche (Mauritia flexuosa) que se da en la  Gran Sabana y en Monagas; y la Copernicia tectorum que se da en los Llanos Centrales y en los Esteros de Camaguán. Me recomendó que revisara el libro “Las Palmas en Venezuela” de Jesús Hoyos F. y August Braun A. En este libro se indica, con base a otras referencias, que en Venezuela hay, aproximadamente, 109 especie de palmas autóctonas.  Además, también se menciona que, para las avenidas, pueden utilizarse palmas autóctonas y exóticas.  Me imaginé las avenidas de algunas de nuestras ciudades adornadas por bellos Chaguaramos y luego caí en cuenta que primero quería imaginarme un país donde todos tuviéramos acceso a una salud pública maravillosa con los más avanzados equipos y materiales, porque médicos buenos y con vocación siempre habíamos tenido.  Primero lo primero.

Orlando me explicó que una palma recién trasplantada debía tener los soportes necesarios para mantenerse inmóvil, evitando así que sus raíces se rompieran y permitiendo que le crecieran nuevas raíces. Me explicaba también que el tronco de las palmas, que se llama “estípite”, no es de madera. Comentaba que cualquier herida que se le hiciera al estípite era una puerta de entrada para bacterias, hongos, e insectos.  Al no tener las palmas un proceso de cicatrización como el que tienen los árboles, esa puerta quedaba abierta y las exponía.  Por las razones antes mencionadas, al trasplantarse una palma, debía ponerse un fleje y se debían apretar cuidadosamente las maderas alrededor del estípite para que fuera en esas maderas, y no en el estípite directamente, donde se clavaran los soportes que inmovilizaran las palmas.  Orlando consideraba que el problema fundamental que había afectado a las palmas de la Autopista Francisco Fajardo había sido el sistema de tutoriales o puntales que se había utilizado para apuntalarlas.  Comentamos que tal vez también había fallado el transporte o el mantenimiento que es vital en los primeros meses del transplante, aunque en algunas oportunidades habíamos visto camiones cisterna regando las palmas.

Después de esta conversación con Orlando y de mi lectura de algunos artículos sobre las palmas, quedé agradecida con la oportunidad de saber un poco más sobre las palmas en general.  No obstante ello, me quedé con la idea de que era triste que se perdiera esfuerzo, dinero y tiempo en proyectos que podrían ser exitosos si se planificaran adecuadamente y si se obtuviera la asesoría adecuada.  Quienes administran los recursos de la Nación o de sus órganos, son responsables por su uso en la forma debida.  Los responsables son y serán siempre responsables, ante ellos mismos y ante la sociedad. 

Prendamos una vela y pasemos la Luz!

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