Andrés Stambouli
Borges, el único, afirmaba que se sentía más orgulloso por los libros que había leído que por los que había escrito. En mi caso, puedo decir que siento particular orgullo de las realizaciones de aquellos que han formado parte de los equipos de trabajo que me ha tocado configurar y dirigir, como ha sido el caso del profesor Andrés Stambouli.
Con Andrés me unen lazos de genuina amistad y sincero afecto. Tuve el acierto, no por amigo sino por reconocimiento a sus méritos, de haberlo convencido para que formara parte del excelente equipo que creamos en la Universidad Metropolitana de Caracas durante mi gestión como Decano de Estudios de Postgrado.
En uno de los recientes actos de graduación de los egresados de los diferentes postgrados que ofrece la Unimet, el Prof. Stambouli escribió y pronunció un discurso llamado a hacer historia. Sólo a los efectos de despertar la curiosidad y el apetito mental (Padre Olaso dixit) de los lectores, me he permitido transcribir algunos párrafos de esa importante pieza del pensamiento académico venezolano contemporáneo:
· “Desinteresarse de los asuntos públicos sólo le facilita su trabajo al autócrata amenazante, al charlatán que se hace pasar por profeta, o al demagogo calificado de carismático. Cuando el autócrata es demagogo y charlatán al mismo tiempo, el historiador que lo toma por un jefe carismático se equivoca. Mahatma Ghandi y Martin Luther King fueron personajes carismáticos del bien…otros lo fueron del mal absoluto…pero ni unos ni otros eran charlatanes o demagogos. No les facilitemos las cosas, a estos personajes en cualquier ámbito en el que estén. Y miren que no están solamente donde uno cree. No están monopolizados por ningún sector en particular. La activación y participación de la sociedad civil es el signo del tiempo actual para reclamar o proponer. Pero también es el tiempo del resurgimiento, en el mundo, del dogma, del fundamentalismo y de las autocracias. Interesarse por los asuntos públicos hoy es vital, es el primer paso para frenar al despotismo moderno”.
· “De las primeras lecciones que un sociólogo debe transmitir a sus alumnos es la de que jamás ha existido, ni existirá, un régimen perfecto; ni político, ni social, ni empresarial o universitario. Buscar la perfección sólo conduce a los más nefastos, y frecuentemente criminales, de los despotismos. Buscar la excelencia es otra cosa, sin dejarse amedrentar por los epítetos y etiquetas, rescatando el valor de los conceptos. Así por ejemplo, resulta chocante a primera vista afirmar que el gobierno, la conducción de toda organización es siempre oligárquica: es que siempre gobiernan pocos, pero deben hacerlo en nombre de todos y para todos, en consulta con todos y no de espaldas a muchos”.
· “Gobernarse a si mismo, para que no nos gobiernen otros a su antojo, comienza por interesarse por lo público, informarse y, cuando las circunstancias lo requieren, expresarse y participar. Estos son tiempos de formidables cambios mundiales, impensables hace una década. En Asia, Europa, Norteamérica y en nuestra Latinoamérica se está demostrando, una vez más, que las sociedades humanas no marchan hacia donde la historia o el destino las conducen inevitablemente. No existe tal cosa como el porvenir; existe el por hacer. No nos preguntemos, como suelen hacerlo muchos, por lo que pasará o podrá pasar. Preguntémonos más bien por lo que queremos que pase y que hacer para alcanzarlo. Esta es la diferencia fundamental entre la actitud pasiva y la activa”.
· “Se dice que un teólogo formula respuestas que ni pueden ni deben ser cuestionadas; el filósofo, en cambio, más bien se dedica a formular preguntas que no pueden ser respondidas, o que en todo caso no admiten respuestas únicas. Claro que los universitarios tenemos respuestas, pero siempre admiten discusión, incluso aquellas de las ciencias más exactas. Pero nos distinguimos por la calidad de las preguntas que formulamos, más que por las respuestas que proporcionamos”.
· “La modernidad también puede encerrar peligrosamente la irracionalidad y la sin razón. La modernidad mal entendida y peor practicada suele llevar al hombre y a las organizaciones a los mismos o peores resultados que la tradición, pero eso si, con procedimientos más complicados, más costosos y más empobrecedores del espíritu humano. La civilización científico tecnológica, la sociedad del conocimiento y sus herramientas, las tecnologías de la información y comunicación, son sólo eso, herramientas. Los sistemas los concibe el hombre para que sean sus servidores y no para someterlo. El sistema al servicio del hombre y no al revés”.
· “También es el tiempo de la preocupación y la inversión en la hoy llamada Responsabilidad Social Empresarial. Pero, ¿en verdad se cree en ella y se la practica? ¿Existe un interés real por la responsabilidad social? Es indudable que el conocimiento y las tecnologías contribuyen a producir más, a vender más y a consumir más, más de lo que sea. Pero ello ocurre a menudo y en buena medida en detrimento de la calidad de vida social e individual, vulnerando el principio ético que fundamenta la responsabilidad social”.
Buenas y certeras son las reflexiones de Andrés Stambouli, de ese académico integral que tiene el ojo puesto tanto en las ideas como en la realidad. Permítansenos estas líneas de personal orgullo, o como en buen mexicano se diría: “¡Andrés ya te presumí con mis lectores!
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