Andrés Eloy, Canciller
¡Se podría estar callado, callado, pero no puedo! LosAndrés Eloy, canciller grillos le han hecho callos al silencio. (Andrés Eloy Blanco. Castillo de Puerto Cabello 1931).
El pasado jueves se cumplieron 124 años del nacimiento de Andrés Eloy Blanco Meaño. Andrés Eloy como lo llama cariñosamente el pueblo, sus angelitos negros. Es y ha sido uno de los poetas insignes de las letras latinoamericanas. Recordarle en sus poemas es pasearse por la geografía venezolana. Desde Caracas con mantuano “El Cristo de las violetas”, obra de teatro escrita en 1925, hasta “El Canto a España 1923”, poema que le valió el premio del concurso auspiciado por la Real Academia Española de la Lengua. Desde Barlovento con “píntame angelitos negros“, hasta el oriente con “El río indio del Orinoco”.
Su idealismo de otro tiempo, su caballerosidad, su adhesión a la causa de la libertad y la democracia, le costó cárceles, confinamientos y exilios hasta su muerte. Todas virtudes que se manifiestan en su “Autorretrato”, poema en el que se describe así mismo: “Nací en una revuelta, y me voy por la puerta de un idilio, viví una Revolución”. Su desprendimiento se evidencia, cuando finaliza el bello y triste poema de la Renuncia: “La renuncia es el viaje de regreso del sueño”.
Su sensibilidad humana no pudo mejor ser expresada cuando nos dice: “Por mí, ni un odio hijo mío, ni un solo rencor por mí, no derramar ni la sangre que cabe en un colibrí”, así comienza Andrés Eloy Blanco, el prólogo para su libro “Baedeker 2000”, escrito a pedazos en las mazmorras de una de las prisiones más inhumanas de nuestro país, como fue el castillo de San Felipe, donde estuvo también José María Vargas, paradójicamente renombrado como Castillo Libertador.
El sensible poeta también hizo gala de su rebeldía. De 1929 a 1933 fue confinado por Juan Vicente Gómez en la cárcel de La Rotunda (las nuevas generaciones no saben dónde queda en el centro de Caracas). De ahí fue trasladado al Castillo de Puerto Cabello y luego confinado en pequeños pueblos de los Andes venezolanos. Durante el periodo del general López Contreras, después de la muerte del Benemérito Juan Vicente Gómez, militó en el PDN (del 37 al 39, en la clandestinidad) y, a partir de 1941, en Acción Democrática, cuyo himno es autoría del poeta. “Adelante milicianos a luchar”. Ese año publicó “Navegación de altura”, una especie de cartilla cívica sobre el proceso electoral que entonces se libraba entre un militar civilista, Medina Angarita y Rómulo Gallegos como candidatos presidenciales. En él postulaba la tolerancia y el equilibrio en la lucha política, pero, más que eso, las páginas de “Navegación de altura” contienen uno de los mejores y más lúcidos diagnósticos de la antinomia militarismo-civilismo que ha ensombreció tantas décadas de historia venezolana, y que hoy debemos releer por conveniente, necesario y esclarecedor, con vista a la hora aciaga que hoy vive nuestro país, reeditadas con las elecciones del próximo 6 de diciembre.
Durante su corto periodo como canciller tuvo la oportunidad de asistir a la III Asamblea General de las Naciones Unidas, celebrada en Francia, al mismo tiempo que se aprobaba la Declaración Universal de los Derechos Humanos. De allí se desprenden dos importantes posiciones del canciller Blanco: Su análisis de la situación mundial de la posguerra; del papel de la ONU y de cómo podían y debían echarse unas bases para la paz duradera; y su último discurso, que apoyaba la moción de México, que partía de ese mismo propósito para evitar la confusión y las tensiones que ya nacían entre el este y el oeste, lo que después se conoció como la guerra fría.
En 1941 denuncia que Venezuela era el único país del mundo que había perdido la mitad de su territorio sin disparar un tiro. Declaraba: “Hoy estamos abandonando nuestra aspiración de recuperar las tierras de la Guyana Esequiba, arrebatadas por Gran Bretaña en 1899 e, incluso, aguas de la zona económica exclusiva que son nuestras como parte de la proyección del delta del Río Orinoco”. Con gran firmeza consideraba que: “El pueblo Venezolano debe saber por fin donde comienza la patria y donde termina”. Su visión sobre el problema del Esequibo era total. Siendo Ministro de Relaciones Exteriores, rechazó la amenaza británica a las costas guatemaltecas exigiendo contra el colonialismo la existencia de un: “Continente de pueblos de propia y soberana expresión”
Ya para el destierro, Andrés Eloy contaba con 52 años. Había sido derrocado don Rómulo Gallegos. Escribe una carta al presidente de los EE.UU. Harry Truman, sobre el inaceptable reconocimiento de gobiernos nacidos de golpes de Estado; quizás esta carta poco conocida fue el origen de lo que posteriormente serían la célebre doctrina Betancourt, las clausulas democráticas y la Carta Democrática Interamericana.
Andrés Eloy, poeta, cantor y primer canciller de la democracia.