Amando al Chapo y odiando a Sean Penn
Muchos insistieron en que Penn cometió un delito pues habló con una persona prófuga de la justicia. Esta hipótesis, sin embargo, ya fue rechazada por varios expertos en derecho, pues el simple hecho de tener contacto con un narcotraficante conocido no sienta bases para una acción legal.
Por otro lado, periodistas expertos en ética han dicho que el problema no es legal sino moral. Al parecer Sean Penn entregó el artículo a Guzmán para que este último le diera su visto bueno antes de la publicación. Y aunque, según Penn, El Chapo no le hizo ningún cambio al texto, darle a una fuente la última palabra sobre un artículo pone en riesgo la independencia periodística. ¿Habría tenido Penn miedo a alguna represalia? ¿Se trató de inexperiencia periodística? O, quizá, ¿será que su fascinación por el capo es genuina?
Yo me inclinaría por la última opción. Volvemos otra vez a evidenciar esa paradójica dualidad de amor y odio por lo narco que ya no solo se vive en países como Colombia y México sino que ha adquirido connotaciones globales. Una vez más la personalidad magnética del capo se enmarca dentro del discurso populista clásico de Robin Hood, del hombre carismático que sin oportunidades se hace rico y ayuda a los pobres.
Kate del Castillo, la actriz mexicana que participó con Penn en esta entrevista, ha sido reconocida en su país no solo por su personalidad fuerte sino por su interés en temas sociales. La actriz ha manifestado su gran admiración por los capos al punto que según Los Angeles Times alguna vez instó a El Chapo a usar su poder y ganancias ilícitas para ayudar. Sean Penn y del Castillo representan una vez más ese rechazo y fascinación que despierta el discurso del buen criminal. Una retórica del hombre hecho a pulso que cautiva con su carácter mientras doblega nuestra única protección: el poder institucional.
Catalina Uribe