Agrodesastre
Quisiéramos dedicar el espacio de hoy y vuestra paciencia, a describir un poco, y con un enfoque desconocido, la desgracia que se produjo en Venezuela el lunes 4 de octubre de 2010, cuando el difunto le dio pseudo legalidad al robo de la empresa AGROISLEÑA y sus filiales, con la manida excusa de “utilidad pública” a una empresa que era campeona de la especialidad.
Antes de seguir adelante, queremos y debemos hacer algunas precisiones. En primer lugar debemos dejar claro que no tenemos ni hemos tenido ninguna relación directa ni con las empresas expropiadas ni con alguno de sus accionistas. En segundo lugar debemos informar que el conocimiento que trasmitiremos se basa en el hecho de haber pertenecido, durante más de quince años, a la junta directiva de la empresa ZOOAGRO, competidora en varios sectores, de AGROISLEÑA. Por último, debemos declarar que para escribir estas líneas nos hemos documentado en diferentes publicaciones, de una y otra parte, escritas antes y después de la citada acción irregular.
Dentro de nuestro desconocimiento hemos sabido que el señor Enrique Fraga Alfonso llegó a Venezuela en 1948, con muy pocos recursos y con muchísima voluntad. Vino desde las Islas Canarias dentro del excelente grupo de isleños que vinieron a desarrollar muy valiosas acciones en favor de la agricultura venezolana. Baste recordar la cantidad de canarios que sembraron hortalizas y similares en los alrededores de Caracas y en muchas ubicaciones de la nación y el desarrollo con que impulsaron el cultivo del tabaco que puso a Venezuela, no solo en la posición de lograr la producción nacional de cigarrillos de la mejor calidad, sino, además de cerrar las fronteras a la importación de productos de otras latitudes.
Volviendo a estos tiempos de la devastadora acción del régimen que nos ha destruido, la empresa tenía presencia en 19 estados de la república a través de más de sesenta tiendas, asistía a DIECIOCHO MIL agricultores en toda la nación y contaba con los servicios de más de un millar de empleados.
En las publicaciones consultadas leemos no solo los valores numéricos de dicha asistencia, además, tanto por empleados como por clientes y relacionados, hemos leído la calidad y extensión de sus servicios, por lo que los podemos calificar de verdaderos “socios” de los agricultores que tenían la denominación de clientes.
Por otra parte, de acuerdo con conversaciones que hemos tenido con banqueros dedicados a la atención del sector agrícola, hemos conocido de los servicios de asistencia técnica a bancos que no tenían el tamaño necesario para cubrir eficientemente las necesidades técnicas y personales de sus clientes comunes.
Por último y no menos importante, debemos declarar que desde ZOOAGRO conocimos y disputamos, dentro de los dictados éticos de una sana competencia, a unas empresas que eran modelo de atención a su clientela y de eficiencia al cubrir los espacios nacionales. Hemos dejado para este momento, cuando se nos termina el espacio disponible, para mencionarles que ZOOAGRO, para las fechas de nuestro conocimiento, era una empresa poseída por mitad, por DOW CHEMICAL, una de las empresas norteamericanas más reputadas en el sector químico y la mitad que representábamos fue adquirida en los primeros noventa por MONSANTO, empresa del sector, de valor mundial y que no necesita presentación.
Hoy, tenemos en los medios de comunicación y ante el tremendo fracaso oficial, la sospecha de que el régimen está evaluando la posibilidad de revertir lo hecho, con la terrible realidad de que sus propietarios originales no han recibido compensación alguna a cambio de lo que han denominado “expropiación” y los representantes de sus propietarios reclaman, en primer lugar, recibir las compensaciones monetarias debidas.
No podemos terminar estas líneas sin mencionar la barbaridad sucedida en la Asamblea Nacional que feneció el 4 de enero próximo pasado cuando se hizo aprobar de manera precipitada y sin el debido proceso, la mal llamada “Ley de semillas” que, si se adelantaran sus disposiciones, pondría a Venezuela en la prehistoria de la siembra de bienes producidos por la tierra.
Nos permitimos hacer este planteamiento pues encontramos, después de una primera lectura, la prohibición, no solo de importación de semillas, sino el impedimento de que se utilicen semillas de híbridos que tanto esfuerzo y tiempo les ha costado a la investigación mundial.
Con el permiso de ustedes, aplazaremos para futura oportunidad, ya que necesitamos tiempo para documentarnos, el análisis de dichas disposiciones.
Venezuela requiere el desarrollo de su agricultura y para ello necesita el concurso de los mejores talentos y de las mejores empresas.
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