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Acuerdo en Lausana, triunfo diplomático

Dicho patéticamente, era mucho lo que estaba en juego: la situación amenazaba guerra o paz. Desde hacía décadas no se habían dado negociaciones internacionales de tal dificultad e intensidad.

Pero finalmente, con dos días de retraso, en Lausana se produjo el avance entre las cinco naciones con poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU y Alemania (P5 + 1) e Irán, sobre el programa para el uso de la energía atómica de ese último país.

Los escollos más significativos pudieron ser resueltos. Irán accedió a limitar su programa nuclear: dos tercios de su capacidad para enriquecer uranio deberá ser paralizada en los próximos diez años. El 95% del uranio ya purificado debe ser diluido o exportado, para evitar que se produzcan armas nucleares. En los próximos 25 años el gobierno de Teherán permitirá, que inspectores internacionales (a través de la Agencia Internacional de Energía Atómica – IAEA) supervisen estrictamente dicho programa nuclear. Como contraparte, las naciones occidentales comprometidas levantarán las sanciones impuestas, según anunció la comisionada de la Unión Europea, Federica Mogherini.

Los negociadores debieran estar contentos por el logro alcanzado. Pero es prudente evitar exageradas manifestaciones de júbilo, según manifestó el ministro alemán de exteriores.

El acuerdo logrado se plasmó en un documento marco de apenas cinco páginas, que debe ser afinado en muchos aspectos con todos los detalles necesarios, para lo cual los negociadores disponen de tres meses (http://www.spiegel.de/media/media-36312.pdf). Ello deberá generar un convenio definitivo, transparente y obligante para las partes, cuya estricta aplicación debiera evitar la proliferación incontrolada de armas de destrucción masiva en el planeta.

Entre halcones.

Indudablemente, el acuerdo es un triunfo de la diplomacia, logrado a pesar de enorme oposición y poderosos detractores. Los halcones republicanos en el Congreso de los Estados Unidos, los políticos religiosos de línea dura en Irán, el primer ministro israelí, la casa real de Arabia Saudita querían, a toda costa, evitar un acuerdo. Los estimulaba el temor de un Irán que, en posesión de armas atómicas, fuera la puerta abierta hacia un mundo en el cual la expansión de dichas armas no pudiera ser controlada.

Desde hace más de una década, el régimen iraní mantiene al mundo en suspenso y confundido. Mientras pregona querer emplear la energía nuclear para sus fines pacíficos, oculta bajo tierra e incrementa el número de centrífugas para el enriquecimiento de uranio, prueba cabezas explosivas y construye cohetes de corto y mediano alcance. Los negociadores no iraníes debieron dejar de lado estas justificadas consideraciones si querían avanzar.

El temor unió a los negociadores.

Irán es un país difícil de confiar, a pesar de lo cual se debe trabajar con él. Sin su participación, como potencia regional, no puede haber tranquilidad ni paz en el Medio Oriente. Esto pesó mucho en las negociaciones y conversaciones previas. Su influencia se extiende hasta el Mediterráneo y el Golfo de Adén. Financia tanto a Hamas en la franja de Gaza, como a Hisbollah en Líbano y a los rebeldes Huthi en Yemen. Pero al contrario, se ha transformado en un aliado de Occidente en la lucha contra el criminal Estado Islámico, particularmente en Siria y en la zona curda del Norte de Irak.

Pero su influencia creciente preocupa a los estados del Golfo, más allá de las motivaciones religiosas, particularmente a Arabia Saudita por potenciales disturbios en su seno. Esta nación observa el curso de las conversaciones sobre el programa nuclear de Irán con el mismo escepticismo que los israelíes; ninguno de ellos desea alguna normalización entre Washington y Teherán. Tal era la situación, que hasta llegaron a sospechar de una agenda secreta del presidente Obama en tales asuntos.

El ejemplo de la revuelta yemení muestra a las claras el temor hacia unos vecinos shiitas rivales y en posesión de armas nucleares. No sería de extrañar, que en caso de un Irán con tales armas, Arabia Saudita se aseguraría la ayuda del vecino Pakistán que sí las posee, lo que hasta le permitiría recibir o construir su propia bomba atómica. Dinero no le falta. Esta sería una alianza muy peligrosa. Al final, se desataría una carrera armamentista regional, con el peligro de una guerra nuclear.

A pesar de todas estas potenciales realidades, probablemente la construcción de armas nucleares por Irán no sea el asunto más grave y peligroso, sino su estrategia activa y agresiva a largo plazo para acaparar influencia en la región, por cualquier medio que fuera necesario. Durante tres décadas y media, Irán le ha dado soporte y financiamiento sistemático a grupos, milicias, fanáticos y políticos en varias naciones del Medio Oriente, que han desestabilizado a la región o que le han permitido ganar control directo sobre territorios importantes y personas. Esta penetración también la ha practicado Irán en América del Sur, particularmente en Venezuela y Argentina.

Sin lugar a dudas, fue un gran desempeño diplomático haber podido proteger las conversaciones en Lausana de maniobras distractoras y contra los ruidos de conflictos en la península arábica. Los recientes ataques aéreos de Arabia Saudita contra Yemen y las crecientes tensiones entre shiitas y sunitas pusieron en grave peligro las conversaciones en los últimos minutos.

Los artífices del acuerdo.

Sin duda alguna, el presidente Barack Obama merece el mayor reconocimiento por el acuerdo, quien no se ha dejado torcer el brazo por la oposición republicana en el Congreso. Esta fracción mayoritaria, con algunas tesis de política exterior paralela que han ido dando tumbos, ha conducido a la diplomacia estadounidense al borde de la incapacidad de negociación. No hay ninguna duda acerca de la firme voluntad del presidente estadounidense en mover cielo y tierra, para hacer que el acuerdo funcione (http://wh.gov/iZ9o7).

Reconocimiento merece también el secretario del exterior estadounidense John Kerry, quien conjuntamente con su contraparte iraní, Mohammad Dschawad Sarif, contribuyeron como actores fundamentales en la concreción de los detalles del acuerdo, durante prolongadas caminatas que incrementaron la mutua confianza. Sarif fue recibido como héroe apenas regresó a su país.

El ministro federal de exteriores de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, merece también un justo reconocimiento. Mientras los ministros de China, Francia y Rusia abandonaban Lausana, decepcionados por el estancamiento de las conversaciones, Steinmeier permaneció pacientemente con Kerry hasta el final, con lo cual subrayó la importancia de esas conversaciones para los alemanes, promovidas por el ministro como un “diálogo crítico”, que generó desconfianza ante los estadounidenses.

El presidente iraní Hassan Rohani se expresó, conciliador, ante el acuerdo, con el cual cumple una de sus promesas electorales más importantes, apenas dos años después de su elección. Es un reformista que está sacando a Irán de su aislamiento.

Las consecuencias.

Obviamente, las principales consecuencias del acuerdo serán políticas y económicas, no solamente para los contrayentes.

Después de 36 años de casi total silencio entre ambas naciones se pudo poner las bases para una cautelosa y pragmática política de aproximación. Esto sería un resultado colateral del acuerdo nuclear, cuyos efectos aún no se pueden estimar.

Probablemente los iraníes consideraron, que con el presidente Obama existiría la última oportunidad para lograr un acuerdo sobre el uso civil de la energía nuclear. No les quedaría mucho tiempo, ya que el período presidencial de Obama concluye a finales de 2016. Y no se sabe cuál sería la posición política del sucesor en la Casa Blanca al respecto. Además, en Lausana no debieron olvidarse las tempranas alertas y amenazas de Israel sobre un posible ataque militar, preventivo o no, contra las instalaciones atómicas iraníes, incluso con la participación o al menos el visto bueno de los Estados Unidos. Como tampoco el llamado de los clérigos ultraconservadores iraníes a borrar del mapa a Israel y los constantes ataques verbales contra Estados Unidos, que pertenecen a su repertorio ideológico normal.

En sentido positivo, los presidentes Obama y Rohani se han transformado en cautivos de sus compromisos: ambos deben convencer a los indecisos y mantener controlados a los de línea dura en sus países. En Irán no son escasos los políticos y religiosos, que preferirían, irracionalmente, tomar el camino de Corea del Norte: armados con cabezas atómicas y aparentemente intocables. También en Estados Unidos son muchas las voces, que piden y amenazan con sanciones más fuertes y hasta con un ataque militar.

El acuerdo le ofrece a Irán la posibilidad de un nuevo comienzo en sus relaciones con la ONU, los Estados Unidos y la Unión Europea. Si la República Islámica es seria y, si como pregona desde hace tiempo, no aspira a poseer armas atómicas, solamente tiene que demostrarlo y será recompensada.

Numerosas empresas extranjeras, con deseos de invertir en Irán, hacen cola para establecerse en el país. Irán es un país moderno, pero necesita urgentemente actualizar sus sectores industriales, particularmente en las áreas de petróleo, gas y transporte. Debido a las sanciones económicas, Irán tiene uno de los parques aéreos más viejos del mundo; Airbus y Boeing ya han manifestado su interés en equipar a IranAir con nuevas unidades. Además, Irán ocupa la posición número diez en el mercado mundial de autos y camiones, en el cual empresas europeas ya han hecho presencia en Teherán. Bancos suizos, ajenos a las sanciones financieras de la Unión Europea, ya han anunciado su posible participación para un desarrollo rápido de negocios en el sector.

Es cierto, que hasta la suspensión de las primeras sanciones podrían transcurrir meses y quizás años, desanimando a potenciales inversionistas. Pero el cronograma exacto pertenece a los puntos que deben ser negociados y establecidos en el acuerdo definitivo de Lausana, hasta finales de junio de 2015. Todavía no hay un acuerdo final.

La última palabra.

Por la parte iraní, la palabra definitiva no depende del presidente Rohani, sino solamente del máximo líder religioso, el ayatolá Alí Jamenei, quien hasta la redacción de este texto no se ha pronunciado.

Además, gran parte del programa nuclear iraní es controlado por los Guardianes de la Revolución Islámica, el Pasdaran, una organización paramilitar manejada directamente por Jamenei. Sin su convencimiento y cooperación, Rohani no podrá honrar su parte del acuerdo de Lausana. Los escépticos estarían de plácemes.

Consecuencias para Venezuela.

El impacto inmediato tras conocerse el acuerdo fue sobre el precio del petróleo, el cual cayó entre un 4,0% y 5,5%. A la larga, sus precios difícilmente se recuperarían, ya que una vez formalizado el convenio y comenzadas a ser levantadas las sanciones económicas a Irán, su producción de crudo se incrementará e incorporará al mercado, forzando a los países de la OPEP y a otros no-OPEP a deshacerse no solamente de sus inventarios sino de sus aspiraciones de mayor precio del rubro.

El acuerdo es una bofetada política al régimen venezolano, que debería hacerlo reflexionar sobre la conveniencia de mantener una sumisa y extraña relación con el país persa. Más aún, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, negociadas sin el conocimiento de Venezuela, se agrega al cuadro político desfavorable a Venezuela. Estos dos logros fortalecerán, sin lugar a dudas, la posición del presidente Obama en la VII Cumbre de las Américas, a realizarse dentro de pocos días en Panamá, y para la cual el gobierno venezolano solamente intentará entregar un paquete de firmas forzadas, aparentemente de venezolanos, y una carta acompañante, en demostración del supuesto rechazo popular a las sanciones impuestas a siete conocidos funcionarios venezolanos, por violaciones a los derechos humanos y supuesto blanqueo de dinero. Su efecto: ninguno.

Con material de: Der Spiegel, Die Zeit y Foreign Policy

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Un comentario

  1. NOTA DEL AUTOR.
    Este texto fue enviado a la Redacción de Analítica apenas un par de días después del acuerdo Irán-Estados Unidos y antes del inicio de la VII Cumbre de las Américas, por lo cual el autor alerta sobre un desfase entre las opiniones expresadas al final del mismo y su tiempo de desarrollo en tiempo real, por lo cual agradece su comprensión.

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