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¿Acaso son enfermeros?

En Venezuela la preparación de un médico autorizado para diagnosticar antes de la llegada de Chávez al poder, requería sin contar el par de años de preescolar, un total de 17 años de estudios (primaria 6, bachillerato 5 y universidad otros 6) a los que se agregaban dos de prácticageneral que llevaban el llamativo título de “rural”. Hoy, los llamados médicos integrales, que no son otra cosa que enfermeros cuya preparación no incluye cuestiones matemáticas tan elementales como la regla de “razones y proporciones”, campean en Venezuela bajo la tutoría de ¿médicos? cubanos, que bajo un sistema esclavizado de prestación de servicios proveen ingresos a Cuba para el disfrute de la “nomenclatura creada alrededor de los hermanos Castro”, como si se tratara de especialistas que habrían agregado a los 19 años antes indicados, al menos otros dos de prácticas y estudios paralelos en afecciones de algún órgano o sistema de nuestro cuerpo.

A raíz de la desintegración de la Unión Soviética cuando la asistencia a Cuba dejó de suministrarle lo que hoy le suministra Venezuela; aquella voluntaria con el propósito de expandir el imperialismo soviético y la nuestra impuesta para sostener el estándar de vida de la nomenclatura cubana y por supuesto los costos de exportar la “revolución”, se produjo una “epidemia” de ceguera infantil que alcanzó su más alta cota en los años 1992 y 1993. El médico venezolano doctor Rafael Muci, con todos esos años de estudio y otros muchos más, se trasladó a Cuba y además de definir las terapias a ser aplicadas, dejó establecido que el origen de la epidemia tenía  por causa la desnutrición infantil, que el comunismo dejaba como secuela de su concepción de la economía. Haber nacido 30 años antes (1960) le permitió a Díaz Canel escapar a esa epidemia de ceguera infantil, pero no a la ceguera mental.

En 1999 cuando ocurrió el deslave en el estado Vargas y Castro le recomendó (¿o sería que le ordenó?) a Chávez rechazar la ayuda ofrecida por los Estados Unidos, advirtiéndole que después no se irían más nunca (Dios mío como hablaba de sí su subconsciente), tuvieron los médicos venezolanos la oportunidad de alternar con sus colegas cubanos. Desde luego sus atenciones estaban orientadas no a los diagnósticos, dados por la naturaleza, sino a las terapias; y pude oír de al menos tres de ellos radicados en Vargas para atender la emergencia algo así como “de la preparación académica de los cubanos no podemos emitir juicio, pero la “farmacopea” que manejaban era de los años cincuenta”. Claro, Castro había llegado en 1959 y hasta allí había evolucionado la farmacopea en Cuba.

Ahora los médicos (doctores, con especialidades) son quizá el producto más importante de exportación de Cuba como lo fueron antes de Castro el azúcar y el tabaco. ¿Cómo se dio ese salto cualitativo y cuantitativo en la preparación de médicos para hacerlos producto de exportación? Lo dejo lector a tu imaginación, pero te hago notar por si acaso te ha pasado inadvertido, que en las calles de Caracas, doquiera que hay un semáforo aparece un amputado de un brazo o de una pierna, son víctimas de los CDI en los cuales el tratamiento de una fractura con desplazamiento solo admite la amputación.

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