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Abdicó Juan Carlos

Sin embargo, no puedo dejar de llamar la atención de mis contemporáneos, españoles o no, sobre esa uniformidad más de actitud que de pensamiento de la izquierda universal, no simplemente de la española, en relación con la monarquía clásica por oposición a la monarquía contemporánea. Desde luego que la casa de Windsor o la de Borbón también son contemporáneas, pero cuando distingo entre lo contemporáneo y lo clásico estoy apuntando a que mientras las monarquías clásicas las ejerce un rey o una reina y las normas sobre la sucesión están claramente establecidas aunque ello no haya impedido “guerras de sucesión”; las monarquías contemporáneas se caracterizan por no definir las reglas conforme a las cuales se transmite el mando, sujetas a los cambios de parecer del jerarca y por el carácter variable del término escogido para definir ese cargo de suprema autoridad.

La o las monarquías contemporáneas que la izquierda avala y que no solicita sean sustituidas por Repúblicas, lo que implica que sus moradores no sean súbditos sino ciudadanos, tienen como primera o casi única característica distintiva su definición ideológica contra el imperialismo yanqui. Si esa condición se da no importa cuán subyugados estén los moradores de ese país (tentado estuve de escribir reino pero me contuve), la “izquierda” los avalará.

Ahí está la de Castro, de más de medio siglo de duración que solo es superada por Isabel II, a quien sucederá un hijo o un nieto, que pertenecen a otra generación, en cambio a Castro lo sucede su contemporáneo, el hermano y ¿quién sabe o puede adivinar el que vendrá luego? . A Kim Il Sung lo sucedió un hijo, pero a éste un sobrino y por los datos que se oyen hasta un perro que se coma a los enemigos puede ser reencarnación del propio Kim Il Sung tenido por inmortal.

Finalmente, la más nueva de todas, justamente la del hombre que el borbón mandó a callar. Su mando no tiene fin no por inmortal sino por “eterno”, por lo que el usurpador es en propiedad un “regente” conforme a la terminología clásica, pero la izquierda lo avala porque de su boca no salen sino improperios contra los yanquis, salvo cuando les pide que le manden un embajador.

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