¡Abajo el continuismo, viva la legalidad!
La historia, en su papel catalizador de la idealización de la política, se ha convertido en motivadora de actitudes. Sólo que muchas veces, son insuficientemente traducidas al lenguaje de la cotidianidad. Así como de las circunstancias. Aunque no siempre, sus lecturas terminan en el cesto de la basura.
Se tiene el caso de que la historia ha incitado episodios cuyo recuerdo ha esculpido en la memoria del hombre, acciones que luego busca repetir. A emular. Aún cuando, apenas quedan como remedos. Peor aún, mal actuados.
Quizás, es el mejor testimonio de lo errado. Fundamentalmente, para observar el presente con la ecuanimidad necesaria para inferir que la actualidad se vea como un teatro de equivocado drama en un escenario que no cuadra con el argumento entregado a actores y actrices.
Es, en lo particular, lo que hoy distingue a Venezuela al momento de intentar reproducir lo que vivió a causa de la acentuada hostilidad del siglo XIX. Aquella Venezuela, cansada de tanta conflagración civil y militar, estaba fatigada de luchas que terminaban “en nada o en peor”.
Tantos exterminios de gente valiente, resuelta y virtuosa, hizo que fuera la música de protesta la razón que motivara y canalizara decisiones que apuntaran a objetivos de libertad trazados con sangre.
Una guasa de la postguerra legalista que sucumbió al país al marasmo, cantaba: “ya Venezuela no quiere guerra, porque esta tierra se va arruinar…” fue armonizada por la pluma del eximio maestro Vicente Emilio Sojo. Interpretada por el reconocido deportista y aplaudido tenor Teo Capriles. Y puesta al oído de los venezolanos en una edición producida por la Gobernación del entonces Distrito Federal, en 1979.
Esa canción, intitulada “Bandera Tricolor” disparaba a la conciencia de desvergonzados politiqueros que no comprendían el cansancio de la población. Como siempre, eran personajes entumecidos, desbocados o endurecidos por el afán que aviva enquistarse o estar adherido al poder político. Y que los actuales politiqueros, siguen sin entender. Razón por la cual actúan con una indolencia de postín.
Al final de cada estrofa, la canción refería la actitud de aquellos politiqueros, nada diferentes de los que en la actualidad pretenden adosarse al poder por cualquier camino que conduzca a lograr tan “feliz hazaña”. O que se hallan embutidos al poder, en cualquiera de sus líneas de gestión y desarrollo.
O como dice la canción, que dichos personajes de marras, “con morisqueta de marioneta, cogen la teta para chupar (…)”. Y tal como se caracterizó el siglo XIX en medio de sus tropelías políticas, la Venezuela actual sigue teniéndolos.
No ha habido cambio alguno entre aquellos “generales, coroneles y bribones que no quieren trabajar (…)” y los que hoy usurpan responsabilidades de marcada distinción.
O porque igual que hace dos siglos, “(…)se dan mil mañas para robar / holgazanes, sargentones, comisarios que no quieren trabajar”. Y asimismo ocurre en la situación donde “los guapetones tienen montones de mosquetones para matar / espalderos, asesinos, matasietes, que no quieren trabajar”
O cuando la canción igualmente señala a “(…) aduaneros, garrapatas, sanguijuelas, que no quieren trabajar”.
La canción no seleccionó mejor verso para finalizar, que el que finaliza esta disertación. Y que bien puede ser hoy precisa y exacta referencia o llamado de atención de vigencia plena. Y que canta: “Bandera Tricolor, que en Venezuela estás / ¡abajo el continuismo, viva la legalidad!”.