A un dedo del cambio nacional
El calendario se extenuó de nuestra mirada impasible. A pocos días del anhelado 6 de diciembre, tenemos el implacable poder de decisión en nuestras manos. Cada día discurrió con encuestas contundentes, pregonando el derrumbe impostergable de la hegemonía parlamentaria de focas destempladas, que aplaudían semana tras semana el derrumbe de la nación, con el saldo de una economía ejemplo en el planeta de cómo no deben manejarse los recursos, sin importarles un pito si se estaba ejecutando la fórmula fácil de la destrucción.
Ha pasado más de década y media de un sistema político sin ciencia lógica, manejado con la astucia injusta del beneficio individual y el desplome del colectivo, desgastando la palabra pueblo y la defensa de los pobres, mientras los miembros del partido de gobierno se bañan de la ilegal opulencia del engaño.
Hoy tenemos la oportunidad de ensamblar la primera pieza de la gran construcción del cambio. La incertidumbre parece resquebrajar al más aplomado, pues se juega casi la vida de un país. El último mes del año –deprimido esta vez por las carencias y el desconcierto de bolsillos vacíos para las festividades navideñas–, puede revestirse del triunfo de otro tipo de celebración. Las pesadillas siempre terminan al abrir los ojos, por ello llegó la hora de despertar y abrirle la ventana de las oportunidades a una Venezuela, que no ha podido quitarse el despiadado golpe del socialismo.
Al sufragar este domingo haremos un voto en contra de una canasta básica familiar de 110 mil bolívares mensuales, frente a un salario mínimo cabizbajo; por el rechazo de jueces con estandarte político o las extrañas máculas del narcotráfico zurrándoles en las narices a los personeros de este gobierno, mientras el pueblo deambula en la desconcertante búsqueda del sustento diario y hasta fallece por la falta de medicamentos.
Esos 167 asientos que conforman un hemiciclo parlamentario que en estos últimos años se ha parecido más a una función de circo que a un centro de acción legisladora nacional, deberán ser ocupados por responsables albañiles políticos de un país que clama por la justicia y requiere con premura la transformación de las instituciones, cedidas en años anteriores bajo el taimado ardid de ampliar la defensa de un pueblo, el cual en este momento se encuentra en la intemperie y en el desafortunado rincón de las perturbaciones.
Los augurios son prometedores. Pese a las atronadoras amenazas, las violentas acciones suscitadas en la campaña, la sentencia absurda de ganar “como sea”, el temor latente de la posibilidad de un fraude y la confusa observación internacional, se aspira una histórica participación que podría rebasar el 70 por ciento, así como un irrevocable sentir población que no se ha podido acallar ni en las encuestas más engañosas.
Más allá de vivir en una nación descompuesta por el inadecuado sistema de lo incierto, nada podrá mitigar el ímpetu nacional por buscar una modificación inmediata al sufrimiento cotidiano del ciudadano y a esta patética calidad de vida. Nos toca ahora dar el primer paso. Obtendremos la victoria quizá en el sufragio más sufrido del mundo. Nunca habíamos estado tan cerca en 17 años. A sólo un dedo pulsado en un tarjetón digital, lograremos vigorizar a una nación que ya le habían gestado el acta de defunción. Hoy podremos defender a la Venezuela de nuestros afectos e ir en tropel a reconstruir la democracia de la que una vez fuimos ejemplo en el continente.
José Luis Zambrano Padauy
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