9 de febrero, José María Vargas y el IVIC
«Hombres que han creído que Venezuela es su patrimonio». Así despachaba José María Vargas a los caudillos militares que negaban a los civiles el derecho a gobernar, disputándose entre ellos la jefatura de la recién nacida república a cuenta de una perpetua compensación por sus servicios en la gesta independentista.
Primer Rector de la Universidad Central de Venezuela (1827) y primer civil en ocupar la Presidencia de la República (1835), Vargas sintetiza nuestra idea de la civilidad. Médico, con postgrado en Edimburgo, sus colecciones botánicas reposan en herbarios extranjeros, merecedor de reconocimiento por Adolfo Ernst al llamar Vargasia a la primera revista venezolana en ciencias naturales (1868) y a un nuevo género de plantas (1877). Su fecha natalicia, 10 de marzo, marca el Día del Médico.
Su talento y probidad en el manejo de la universidad, su sapiencia y capacidad reflexiva lo proyectaron como ilustre ciudadano, de espíritu progresista, un candidato digno de ser alternativa civil de gobierno.
En 1835 Vargas presta juramento como Presidente de la República. No por mucho: 4 meses más tarde, las intrigas militares lo arrojan del poder y del país.
Restituido el 20 de agosto, renuncia irrevocablemente ante el Congreso en abril de 1836. Los ardides militares fueron demasiados para su espíritu cultivado.
Al desplante de Pedro Carujo, uno de los conjurados («el mundo es de los valientes»), su voz serena se opone a la barbarie: «el mundo es del hombre justo y honrado», una reflexión sobre el abismo que separa el mundo militar de mando automático del ámbito civil de la discusión de ideas y el consenso.
Llevamos unos 130 años de gobiernos militares y menos de 50 civiles. 180 años han pasado desde que Vargas, médico, científico, educador, se juramentara como presidente civil aquel 9 de febrero de 1835. Y fue en otro 9 de febrero, esta vez de 1959, cuando por Gaceta Oficial No. 25.883 otro gobierno civil crea el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), pionero en ciencia, formación de científicos y semillero de progreso tecnológico de alto nivel.
Una puñalada trapera se le ha querido propinar al IVIC desde la Asamblea Nacional (AN) al aprobar una ley que sustituye el IVIC de excelencia académica, no exenta de pertinencia social, por un Ivecit ideologizado para la revolución. Ante eso, la comunidad ivicense, la universitaria y académica, y grupos sociales diversos se movilizaron en estos dos meses para impedir la aprobación definitiva de ese adefesio legal e introducir ante la AN un proyecto consensuado de reforma.
Dicen que la nueva comisión de Ciencia y Tecnología de la AN está en mejor disposición que la anterior para echar atrás sus errados pasos. Sería un triunfo de la civilidad sobre la barbarie y un merecido regalo para el IVIC en su 56º aniversario.
Mientras, ver para creer. Porque después de 16 años de arrebatos, el recelo pone cauto freno al entusiasmo. Ya lo dijo Vargas hace 180 años: estamos gobernados por «hombres que han creído que Venezuela es su patrimonio».