¡23 de Enero paradigma ayer, necesidad hoy!
Aún permanecen renacientes viejos Quijotes del comunismo otoñal, pero hoy, cerca de una nueva primavera, cuando tendremos flores para embellecerla y perfumarla, y como paradoja, los verdaderos cambios hay que verlos sin la premura con que los revolucionarios impregnaron el ambiente, creyendo que por amanecer temprano recogerían buen rocío y un mejor sol para alumbrar el día, pero como en todas las paradojas, el día siempre llegara, sin premura y sin atropellos, y el transcurrir del tiempo, aunque largo, siempre será igual, vendrá la mañana después del amanecer, luego vendrá la tarde y al final entrará la noche con su natural oscuridad, impregnada de luz con las estrellas y la luna, pero con el giro terráqueo, como lo presumimos, volverá otra vez un nuevo amanecer. ¿Con luz, con vida? Amanecerá y veremos.
Habían transcurrido tan solo siete años y 23 días de la segunda mitad del Siglo XX, cuando ocurrió el cambio. Hoy lo celebramos a pesar de las ingratitudes que hemos sentido durante los últimos años. Pero, así es la vida juvenil que añoramos, la del engaño y del desengaño, para al final aprender que el mundo se conforma a nuestro designio, pero no siempre con igual paradigma. De allí que los golpes enseñen, pero es de sabios vivir de la experiencia.
Ese día de 1958, acude a nuestra mente como el recuerdo de una vivencia perdurable. El día en que muy jóvenes, nos deparó la vida un momento que marcó en nosotros un camino para vivir del orgullo existencial. Ese camino de la huella con destino cierto, que han querido mancillar nuevos y viejos actores, algunos con insistencia, antes inmadura y hoy equivocada. Actores de la terquedad y del desatino, quienes piensan que el mundo puede ser, a pesar de sus fracasos, la utopía de Moro o el camino de Marx, alimentada y aderezada con los incultos caudillismos criollo y latino de un mundo diferente. Siempre, sin sentido, llamada “revolución”.
En diciembre de 1957, se había efectuado un plebiscito para decir “SI” o “NO” al gobierno de Pérez Jiménez. Fue un plebiscito secreto, pero los empleados tenían que llevar al día siguiente la tarjeta (redonda) del “NO” a su trabajo. El malestar se fue generalizando, hasta que se desata un descontento general.
El 1º de enero de 1958, una rebelión militar debelada desencadena una serie de manifestaciones de todos los sectores. En ese entonces no funcionaban las encuestas como ahora, pero los paros, las huelgas y la desobediencia civil ocupaban todo el espectro socio-político. Crisis que se agudiza con la decisión gubernamental de ocupar los principales cargos públicos con oficiales de las Fuerza Armadas. Es de recordar la designación del general Prato como ministro de educación, lo que causó como burla y protesta una manifestación con el desfile de un burro con las iniciales de “ME” en su gualdrapa.
Desde el día 1° se ordenó acuartelamiento clase “A” (general) y se desencadenó la persecución de los militares que tuvieron que ver o supieron algo sobre la rebelión. Eran vox pópuli los manifiestos militares pero muy escondidos ya que no existía ni el correo electrónico ni el internet y muchos menos el celular y las redes sociales. Los líderes de la asonada, unos huyeron al exterior y otros fueron internados en calabozos de las instalaciones militares y los civiles en la Seguridad Nacional. Vivimos esos momentos y podemos contar sobre nuestras angustias, hasta la mañana del 23 de enero, cuando Venezuela pudo ver en la incipiente TV, la huida del que creímos el líder del último gobierno militar. Fuimos testigos y escoltas para la salvaguarda de la vida de los que le acompañaron en los mandos y mal utilizaron el nombre de las FAN.
Pero no fue tan simple. Había concluido el 21 la huelga de los medios de comunicación, bajo el ataque inclemente de la Seguridad Nacional y la vigilancia antimilitarista de los “medias blancas” (Policía Militar). En la noche del 22 con su amanecer del 23, no había vuelta de hoja, la historia estaba marcada para nuestro estreno militar, por lo que aceptamos el reto y decidimos enfrentarlo contra una diatriba cuyo rumbo iba a lo desconocido. Teníamos que decidir, entre quedarnos estáticos para mantener la visión de “El Nuevo Ideal Nacional”, o dar un paso al frente para apoyar y dar cabida al ideario de los políticos que, luego del “golpe” de 1945, habían sido depuestos en 1948, por uno de los líderes militares que los acompañaron en la aventura, convertido por la voluntad de sus seguidores, en el Jefe del Estado. Dimos el paso al frente solicitado, que significó “romper pabellones” y tomar las armas para, con voluntad, revivir el movimiento iniciado en Maracay el 1° y poner fin al sistema de gobierno presidido por el general Marcos Pérez Jiménez, que apuntalado por la Seguridad Nacional se autoproclamada el gobierno de las Fuerzas Armadas, pero sin los militares.
La historia se presenta siempre activa y real, cuando existen personajes actores que pueden contarla, aunque sabemos que no es irreal, el que siempre la escriben los vencedores. También es real, que durante los últimos 18 años nos trataron de vender la historia de una “revolución” sin vencedores, producto solo de la palabra ensalzada de mentiras y ataques malsanos al quehacer, de los que si luchamos por lograr esta democracia.
La historia no puede cambiarse hoy tan fácilmente con la revolución de las comunicaciones. Es de necios pensar, como han pensado los revolucionarios de los pasados 60 años, donde viejos y jóvenes han aunado su ignorancia supina, para creer que lo mesiánico, los puede llevar a conclusiones políticas. Para ellos, el tiempo es nuevo pero la historia los confunde, por lo que no podrán cambiar los hechos. La democracia de hoy es la misma que quiso surgir en 1945, con la llamada Revolución de Octubre, que, como rebelión cívico-militar depuso al general Isaías Medina Angarita. Luego, los mismos personajes, entre otros Marcos Pérez Jiménez en el llamado golpe militar del 24 de noviembre de 1948, derrocaron el gobierno electo de Rómulo Gallegos.
Fue el transcurrir de una historia militar de golpes y contragolpes en el siglo XX, donde los personajes del liderazgo político, si así pudiéramos llamarlo, se subrogaban el gobierno en nombre de las Fuerzas Armadas, hasta el surgimiento de Pérez Jiménez, luego del asesinato de su colega Carlos Delgado Chalbaud, hasta su derrocamiento del que creímos era el último golpe de Estado, el 23 de enero de 1958. Chávez y su grupo nos confirmaron que estábamos equivocados.
La lectura de una entrevista efectuada por el periodista Tulio Hernández, al general Pérez Jiménez, publicada en septiembre de 2001, nos llamó a la reflexión sobre el pensamiento de algunos militares, quienes pareciera, que en el contacto con la generalidad profesional, sintieran una inflexión para considerarse como dotados de un poder de interpretación del colectivo, asumiendo el rol del liderazgo para insurgir en nombre de las FAN y luego, en nombre del pueblo.
Dice el periodista: “El único momento de debilidad –al referirse a Pérez Jiménez- fue cuando le pregunté si había llorado alguna vez y me dijo que sí, que lo había hecho en enero del 58, cuando bajó a la base naval de Mamo y tuvo que meter preso a un grupo de oficiales que estaban conspirando. Lloró porque eran como sus hijos. Porque no entendía cómo le hacían eso a él esos jóvenes por quienes lo había dado todo, incluyendo el golpe, y por la institución militar, que era su tacita de plata, que él había contribuido a modernizar y profesionalizar contra «los chopo e’ piedra», los no profesionales que reinaron en las Fuerzas Armadas hasta los tiempos de Medina. Hacerle eso a él, que había construido el Círculo Militar para que los jóvenes oficiales no se sintieran a menos cuando los llevaran a las quintas con piscina del Country Club”. Cada quien que asuma su interpretación y comparación.
Pero si algo queremos sacar como conclusión de lo que es la celebración del 23 de enero, o “el paradigma de ayer”, es comprender, que el fin del movimiento en el 58 y el que hoy se persigue pidiendo la salida, elecciones libre y nuevo gobierno; el apoyo a la Unidad Democrática, la confianza en los líderes que quieren el cambio, la confianza en el trabajo de la Asamblea Nacional, los venezolanos que también luchan en el exterior por ayudar a la recuperación y volver a su patria; los defensores y luchadores en las negociaciones para recuperar la confianza electoral, los jóvenes que ofrendan sus vidas por recuperar la libertad; las madres que también aportan su esfuerzo y amor materno para dar a sus hijos la mejor vida posible; los profesionales, los sindicalistas, los obreros, los estudiantes; en fin, todos los amantes del gentilicio, que ponen sus hombros, su mente y su corazón para lograr encontrar la patria perdida; esa patria que tanto duele como la teta de la madre que amamanta el producto de su empreño; y el dolor que sufren los hijos por su ese sufrimiento.
Este 23 de Enero, es momento para recordar nuestro compromiso de recuperar y mantener la democracia, ya que quiérase interpretar o no, tenemos una democracia enferma de “comunismo” disfrazado de “socialismo del siglo XXI”; hoy con un gobierno perverso que no escatima esfuerzo ni oportunidad para engañar al pueblo con mendrugos como el “carnet de la patria” y la bazofia perversa de la pretendida adoración a quien trajo los vientos de estos males.
23 de enero de 2018, es fecha para recordar, que el 23 de enero de 1958, el pueblo de Venezuela y la Fuerza Armada Nacional, se unieron para derrocar la última dictadura militar que sufrió el país. En este momento, 60 años después de aquella fecha, insuflamos el patriotismo a todas las fuerzas vivas del país, incluyendo a las fuerzas armadas, para que mediante los valores y derechos democráticos que nos da la Constitución, rechacemos el claro intento de establecer y consolidar un sistema totalitario y atrasado, reiterando la inquebrantable decisión surgida en esa fecha, de vivir para siempre en paz y libertad.
Muchas cosas se explican del 23 de enero de 1958 y aciertan los que dicen que más del 70% de los venezolanos no saben la razón de ser de esta jornada y son muchos, tanto jóvenes como viejos que tienen una idea desfigurada de lo que ocurrió entonces. De mayor gravedad que, tanto el Presidente Chávez en vida y hoy su sucesor Maduro y sus seguidores de la “revolución”, abiertamente lo confunden con el pacto de Punto Fijo que surgió a posteriori. Más aún, tratan de compararlo con las escaramuzas fracasadas del 4 de febrero y 27 de noviembre de 1992, que unen los seguidores al proceso electoral que llevó a Chávez a la Presidencia con lo que tratan de justificar el fracaso que llaman “proyecto” o “revolución”. Algunos seguidores, conocedores de la gesta del 23 de enero y de las anteriores, engañan a sus ignorantes camaradas, haciéndoles creer que en verdad se trata de una revolución, pero ese engaño ya se les está revirtiendo. ¡Nunca es tarde!
Ese 23 de enero terminó la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez. Miles de compatriotas recuperaron la libertad confiscada. Otros, más afortunados, regresaron del forzado destierro a que fueron condenados durante años y los familiares de los muertos y desaparecidos, pudieron honrar su memoria. Los partidos políticos, declarados ilegales y víctimas sus dirigentes de persecuciones y atropellos feroces, salieron de la clandestinidad al recuperar personería jurídica, respeto y autorización para actuar sin restricciones. Les correspondería, nuevamente, organizar la sociedad civil y servir de instrumento intermedio entre el estado y un pueblo que no tenía estructuras para expresarse social y políticamente. Desapareció la censura sobre los medios de comunicación y la libertad de expresión del pensamiento se convirtió en la primera manifestación efectiva del cambio radical que se iniciaba.
Hoy, cuando afloran claros vestigios de la dictadura, no podemos dudar en rechazarla y este año 2018 es el año de volver a la democracia. Ayer fue el inicio de un paradigma que nos cambio el pensar y el sentir, la Venezuela que florecía en obras y economía, no dudó en sacrificarse por lograr la libertad.
Sin dudas, fueron muchas las obras de arte y arquitectónicas, que transformaron a la Venezuela rural, en una floreciente réplica de Paris y una patria reconocedora de su libertadores. Llegó a ser el país con una de las monedas de mayor valor del mundo y marcó pauta en obras de ingeniería que descubrieron a la América del Sur, pero su implacable gobierno atosigó los valores democráticos iniciados con la llamada “Revolución de Octubre”.
Hoy, después del funesto “4 de Febrero” y el equívoco del pueblo que llevó a Chávez al poder, hemos perdido no solo la patria, sino al país, con la mayor inflación del mundo, la mayor ruina económica conocida en la historia patria, la vida subyugada por el hambre y la muerte a mengua, el autoexilio temeroso y de coyuntura en busca de un mejor porvenir, en colofón, la necesidad contra la miseria, sin embargo, nos vemos en el camino tortuoso pero esperanzador, de que este 23 de enero, sea el inicio de un fábula que haremos realidad con fervor, fe y esperanza. Todas las condiciones están dadas y la mejor prueba es el temor del gobierno socialista del siglo XXI a perder el poder sin impunidad. Los tristes y recientes hechos, son el colofón de la desventura.
Por ello, debemos tomar este día como paradigma generacional, con el que insuflemos a nuestros jóvenes el deseo de patria y libertad. ¡Que no la abandonen y tengan confianza en los líderes políticos que van en avance! ¡Dios está con nosotros!