2024, reflexiones espirituales de un recorrido de vida
Este año que termina en pocos días ha sido un recorrido que nos inspira a agradecer y aprender. Al llegar al final del año nos encontramos con la oportunidad de detenernos y mirar hacia atrás con gratitud, mientras nos preparamos para lo que está por venir. A lo largo de estos meses, hemos reflexionado sobre los temas más esenciales de nuestra vida: La necesidad de Dios en el centro de todo, el valor de la familia, el amor en nuestras relaciones y la transformación que ocurre a través de las experiencias que vivimos.
Estas reflexiones no han sido solo palabras, sino caminos para acercarnos a Dios, crecer en nuestra fe y fortalecer los vínculos que nos sostienen. Billy Graham, el gran evangelista del siglo XX una vez dijo: “Dios no nos promete un viaje fácil, pero sí un destino seguro”. Recordemos las enseñanzas más valiosas de este año para llevarlas con nosotros como un mapa, hacia un futuro con propósito.
I. Dios en el centro de todo.
Durante este año, hemos profundizado en la importancia de poner a Dios en el centro de nuestra vida. Él no es una idea abstracta o un refugio ocasional en tiempos de dificultad, sino la fuente de todo lo que somos y hacemos. La oración ha sido uno de los grandes temas que hemos abordado porque a través de ella, encontramos dirección, consuelo y paz.
Orar significa reconocer nuestra necesidad de Dios y abrir nuestro corazón para escuchar su voz. La oración no siempre cambia nuestras circunstancias, pero sí cambia nuestro corazón. C.S. Lewis lo expresó con claridad: “La oración no cambia a Dios, cambia a quien ora”.
Cuando Dios ocupa el primer lugar en nuestra vida, todo lo demás se ordena. Isaías 45:2 es una expresión de esta verdad: “Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos.” Este versículo es una promesa de la intervención de Dios, quien allana los caminos y elimina los obstáculos en favor de su pueblo. Cuando buscamos a Dios en oración aprendemos a enfrentar cada día con fe, confiando en que su plan es perfecto, aunque no siempre lo entendamos. Isaías 55:8-9.dice: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Señor. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.” Este pasaje subraya la grandeza y sabiduría de Dios, recordándonos que su plan y su forma de obrar están más allá de nuestra comprensión.
II. La familia y el matrimonio: La base de una sociedad sana y comprometida.
La familia es el lugar donde aprendemos el amor verdadero, un amor que exige entrega, paciencia y compromiso. El matrimonio, como unión sagrada, nos enseña a vivir ese amor en su forma más profunda, reflejando la relación de Cristo con su Iglesia.
Este año hemos reflexionado sobre la necesidad de fortalecer nuestros hogares, centrandonos en buscar la presencia de Dios quien nos proporciona el fundamento de un hogar que permanece firme, en pie, en medio de los grandes embates de la vida. Una familia unida no es una familia perfecta, sino aquella que, a pesar de las dificultades, permanece firme en el amor y el perdón. Billy Graham lo explicó de esta manera: “Dios es el mejor cimiento para un hogar sólido”. Así, cuidar nuestra familia significa cuidar el núcleo de nuestra sociedad y dar testimonio del amor de Dios a través de nuestras relaciones cotidianas.
Jesús habla de la importancia de escuchar y practicar su palabra, la Palabra de Dios, comparándolo con construir sobre la roca: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.” Este versículo es parte del cierre del Sermón del Monte, donde Jesús enfatiza la importancia de no solo escuchar, sino poner en práctica sus enseñanzas.
III. El amor en nuestras relaciones.
En nuestras relaciones interpersonales, hemos aprendido que cada persona que encontramos es una oportunidad para mostrar el amor de Cristo. Amar al prójimo no es solo una sugerencia, es un mandato claro del Evangelio: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado” Juan 13:34.
Durante este año, hemos recordado que el perdón, la empatía y el servicio son esenciales para construir relaciones saludables. Vivimos en un mundo donde el egoísmo y la división parecen dominar, pero como cristianos, estamos llamados a ser luz del mundo y sal de la Tierra. El pastor británico John Stott escribió: “Ser cristiano es ser semejante a Cristo, y Cristo amó con un amor sacrificial y redentor”.
El amor verdadero va más allá de las palabras; se manifiesta en acciones concretas que edifican y reconcilian. Este año ha sido una invitación a vivir ese amor de manera intencional, buscando siempre la paz y la unidad. El Salmo 34:14 nos insta: “Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela.” Este es un llamado a vivir una vida íntegra, alejada del mal, haciendo el bien y buscando activamente la paz.
IV. Las experiencias que nos transforman.
La vida está hecha de momentos: algunos de alegría y otros de prueba. A lo largo del año, hemos reflexionado sobre cómo Dios utiliza cada experiencia para moldearnos y acercarnos más a Él. Incluso en los momentos más difíciles, podemos confiar en su promesa: “Todas las cosas ayudan a bien a los que aman a Dios” Romanos 8:28.
En las pruebas, aprendemos a depender más de Él, a fortalecernos en la fe y a descubrir su propósito incluso en medio del dolor. Con respecto al sufrimiento Billy Graham expresó: “El sufrimiento, si se entrega a Dios, nos enseña lecciones que nos preparan para su reino”. Cada experiencia vivida este año ha sido una oportunidad para crecer y para aprender a confiar en la fidelidad de Dios. Es en esos momentos donde Él nos moldea, nos fortalece y nos recuerda que no estamos solos.
V. Mirar hacia adelante con esperanza.
Al cerrar este año, no solo miramos atrás con gratitud, sino que también miramos hacia adelante con esperanza. Las reflexiones de estos meses han sido una preparación para enfrentar el futuro con una fe renovada y con la certeza de que Dios seguirá obrando en nuestras vidas.
El año que viene será una nueva oportunidad para orar con más profundidad, para amar con mayor entrega, y para vivir con propósito en cada área de nuestra vida. Cada paso que demos será guiado por la confianza en que Dios tiene el control y que su amor nunca nos abandonará. C.S. Lewis nos recuerda: “Hay cosas mejores adelante que cualquiera que dejemos atrás”. Con esta promesa, avancemos al nuevo año con corazones firmes en la esperanza y dispuestos a vivir según el plan que Dios tiene para nosotros.
VI. Integrar las lecciones y seguir adelante.
Este año ha sido un camino de aprendizajes y crecimiento espiritual. Hemos reflexionado sobre lo que verdaderamente importa: nuestra relación con Dios, el cuidado de nuestra familia, el amor en nuestras relaciones y el poder transformador de cada experiencia vívida.
Al cerrar este año, seamos plenamente conscientes de este recorrido de aprendizajes. Que 2025 sea un año para seguir creciendo en fe, amar con generosidad y caminar con la certeza de que Dios está con nosotros en cada paso del camino. Como dijo Billy Graham: “Mi esperanza no está en el futuro, sino en Aquel que tiene el futuro en sus manos”. En Hebreos 13:5 Dios nos dice: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré”.
Confiemos en Él y sigamos adelante con valentía, gratitud y esperanza.
“Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque el Señor tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará”. Deuteronomio 31:6.
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