2024, el reto electoral
La actividad electoral y el correlativo ejercicio del voto, constituyen un reto, sean cuales fueren las condiciones y circunstancias imperantes en la oportunidad en la cual han de realizarse. Un reto que, como cualquier otro, genera tenciones, aun cuando tales eventos tengan lugar en un país con sólida tradición democrática, donde el ejercicio de las libertades ciudadanas, consagradas en la Carta Magna, son respetadas por gobernantes que actúan de conformidad con el Estado de Derecho, como garantes de la imparcialidad de los organismos de la administración pública. Por supuesto como no se trata de juegos florales ni de competencia entre ángeles y querubines, en ocasiones y donde la democracia no ha madurado se presentan altercados que, la sensatez y autoridad moral de los actores, logra limitarlos a la “trompada estatutaria”.
No podemos exigir conducta y procedimientos similares a quienes ejercen el totalitarismo, comunista o fascista, porque ellos no son demócratas. De allí que la actividad política en general y todo cuanto tiene que ver con la convocatoria a elecciones y el ejercicio del voto, sean señalados como la parte de una tenebrosa conspiración, cuyo objetivo es asaltar el gobierno y liquidar físicamente a los altos y medianos mandos, para entregar el país al imperialismo Yankee y sin pudor sentencian que la derrota del Socialcomunismo del Siglo XXI acentuará la crisis económica, hambre incluida, que ellos, los tiranos, desataron con la imposición de un modelo económico inspirado en la lectura de la contratapa de folletos que comentan el modelo económico creado por Karl Marx. Ese discurso pirata y falaz sirve al gobierno del trío Padrino, Maduro y Cabello, monitoreado desde La Habana por Díaz Canel, para usar el hambre de los marginales como nasa recolectora de votos; porque la humillante Bolsa CLAP y los bonos, conmemorativos hasta del nacimiento de la “aeroplana clueca”, son lo que el oxígeno al cardiópata.
Pero el reto se torna trágico cuando comienza el terrorismo de Estado, cultivado con fruición por tiranos de todo pelaje. Los venezolanos somos testigos-víctimas del terrorismo institucionalizado por el Socialcomunismo del Siglo XXI. Ese mismo que, arrinconado por la presión internacional y procurando perdón y olvido, anuncia que convocará a elecciones en 2024. No estría mal si se comprometiera a cumplir, desde el día uno, con las condiciones y garantías que ha de exigirle la oposición aglutinada en la Plataforma Democrática. Desde la actualización de RAP, en presencia de representantes de la oposición, y el voto para los exiliados, hasta el recuento de los comprobantes físicos. Y, por supuesto, el compromiso internacional de garantizar el reconocimiento, sin “votos salvados”, de los resultados, así como la entrega pacífica del gobierno al ciudadano que resultare electo Presidente.
Es harto sabido que, antes de llegar a ese punto de las exigencias, será menester recorrer un largo camino cubierto de abrojo. Así quienes estén aptos para el trajín callejero como a quienes el tiempo nos ha colocado en una atalaya, estamos obligados por la historia y la condición de seres humanos civilizados, a meter hombro, aun cuando tan solo sea con nuestros buenos deseo, para que la Plataforma Democrática sea el ariete demoledor de la autocracia Socialcomunista del Siglo XXI.
Pero la efectividad de los acuerdos estará supeditada al quehacer de la Plataforma Democrática. Así que quienes aspiren posiciones administrativas o parlamentarias tienen que patear las calles, tragar el polvo de las carreteras, saltar por sobre charcos y otros obstáculos, abrazar a las gentes. Los seres gustamos ser tomados en cuenta. Por supuesto que la canalla Socialcomunista aireará su arsenal de adjetivos para descalificarlos. No les paren. La gente quiere ver, tocar y conocer la reacción de quienes les ofrecen superar la miseria e inseguridad.
Es la oportunidad para emerger del fondo del abismo. ¡Cuántas oportunidades perdidas! No podemos perder una más. Venezuela demanda unidad de propósitos y acción. Ese es el reto.