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2018, año electoral decisivo. Reflexiones para la MUD

No es menester insistir en la tragedia por la que estamos pasando para enfatizar la imperiosa necesidad de cambiar el gobierno en 2018. Las evidencias son demasiado contundentes, tanto de nuestras vidas personales como por informaciones recibidas a diario sobre muertes por hambre y/o por no conseguir medicamentos, del deterioro de los servicios públicos, la hiperinflación y el desabastecimiento, sin mencionar los arrebatos despóticos del presidente contra los venezolanos. Lamentablemente, este calvario habrá de agudizarse el año venidero si no conquistamos un significativo cambio político.

Los que hoy ocupan el poder les importa un bledo la suerte de sus compatriotas, más si esta interfiere con el régimen de expoliación que usufructúan. Y liberar a las fuerzas productivas de los controles que hoy la asfixian, unificar el tipo de cambio y asegurar las garantías de un Estado de Derecho implican, precisamente, desmantelar los mecanismos por medio de los cuales depredan al país. A la oligarquía militar-civil no le interesa, por ende, concertar salidas a la presente situación con fuerzas opositoras. En prosecución de sus intereses reprime y se cae a embustes con la idiotez de una “guerra económica” para echarle la culpa a otros de sus desmanes. Es la naturaleza del fascismo.

Pero el año que viene es electoral. Si bien la oligarquía ha dado muestras fehacientes de que los mandatos constitucionales no la atan –incumplieron el cronograma para la elección de gobernadores, de los consejos legislativos, alcaldes y concejales, desconocen a la Asamblea Nacional, violan los derechos humanos–, su aislamiento en el plano internacional y la agudización de la crisis interna elevan el costo político de suspender una elección presidencial. Su previsible realización constituye, por tanto, una oportunidad decisiva para el cambio deseado, que no debe ser desaprovechada.

Perspectivas electorales

Claudio Fermín, en un artículo que ha circulado profusamente por las redes, tiene razón matemática al argumentar que el voto oficialista, con todas las trampas y marramuncias que han podido aplicar en comicios recientes, alcanzó un techo que no pasa de 6 millones. Si hay 19 millones inscritos en el registro electoral, quedarían más de 13 millones de venezolanos para derrotar a Maduro o a quien lo reemplace. Pero tal análisis deja por fuera aspectos centrales que no pueden menospreciarse:

 1.       Lograr que buena parte de esos 13 millones voten por el candidato democrático implica reducir sustancialmente la abstención con un candidato (unitario) que entusiasme y acordar condiciones para los comicios que inspiren confianza;

2.       Al fascismo puede ocurrírsele nuevas trampas para reducir aún más el voto democrático o, simplemente, no reconocer un resultado adverso.

 Condicionantes del voto democrático

Hoy se aprecia desconfianza en el liderazgo de la MUD por no haber podido (o sabido) forjar, a partir de las movilizaciones de calle, una participación exitosa en las elecciones a gobernadores y/o por haberse dejado trampear, quizás por excesiva confianza en el triunfo (no se preparó suficientemente la maquinaria de testigos). No veo pertinente en estos momentos entrar a discutir sobre quiénes recaen las mayores responsabilidades de esta frustración. Pero debe señalarse que, de no superarse este distanciamiento con el liderazgo democrático, será difícil una participación electoral exitosa en 2018. Con ello habríamos desperdiciado quizás la mejor oportunidad para derrotar contundentemente a la oligarquía militar civil. Para recuperar esta confianza, inciden varios elementos:

 1)      Destaca, en primer lugar, lograr condiciones para la realización de elecciones pulcras, que reflejen fielmente la voluntad popular. Las elecciones para gobernadores revelaron las descaradas trampas cometidas por el fascismo: voto asistido, voto múltiple, mudanza de centros electorales donde la oposición es mayoría, violencia contra votantes, intimidación o expulsión –por la fuerza– de testigos opositores, control del voto a través del “carrusel” con carnés de la patria, cuando no la manipulación abierta del resultado, negando las auditorías de rigor.

2)      Las candidaturas con capacidad de galvanizar en torno suyo al electorado opositor en una contienda presidencial han sido inhabilitadas: Leopoldo López, Enrique Capriles, Antonio Ledezma. Ni Ramos Allup ni Borges reúnen las condiciones para una victoria. Si bien siempre hay la posibilidad de un “outsider” que ocupe ese papel, hay poco tiempo para construir una imagen que garantice el triunfo. ¿Lorenzo Mendoza? Posiblemente, pero no creo que esté dispuesto a correr ese riesgo y, ser un empresario exitoso no es, lamentablemente, una credencial reconocida por todos en este país.

3)      El fascismo, a través de su fraudulenta anc está empeñado en ilegalizar a los principales partidos de oposición: Voluntad Popular, Primero Justicia y Acción Democrática, alegando su negativa a participar en las elecciones para alcalde.

La naturaleza del poder al que nos oponemos

Conócete a ti mismo y conoce a tu enemigo y en cien batallas nunca serás derrotado» -Sun Tzu, circa 500 ac. El mayor desacierto del liderazgo opositor ha sido no entender a cabalidad lo que significa el fascismo maduro-chavista. Más allá de sus clichés comunistoides, no tiene proyecto societario alguno. Lo que persigue es la acumulación incesante de poder para cogerse el país. Tal empeño no reconoce freno moral, legal, político ni idiosincrático: carece absolutamente de escrúpulos para proseguir sus fines. Muchos pensábamos –me incluyo– que Maduro no desconocería tan groseramente el ordenamiento constitucional al seguir adelante con su farsa de anc, ya que representaría un suicidio político.

Pero la oligarquía militar civil necesitaba de un aldabonazo final para reclamar su propiedad definitiva –exclusiva y excluyente– sobre el país. Tenía que cortar todo vestigio de soberanía popular eliminando de hecho a la Asamblea Nacional. No bastó que el tsj espurio confiscara sus funciones y aprobara las sentencias 155 y 156, por lo que no quedó más remedio que jugárselas completo con la patraña de la anc. Aunque se echó encima la opinión internacional, con todo y sanciones, le quedó un arma –el embeleco “constituyente”— que legitima, a los ojos de su secta de secuaces, la eliminación del último apego a la soberanía popular que interfería con sus designios. Expropiaron al pueblo de todo derecho constitucional y republicano a decidir sobre los destinos de la nación, sin preocuparse por guardar las formas. La oligarquía de enchufados y militares consolidó, así, su “título de propiedad” sobre Venezuela. Y para disfrutarlo y arrostrárnoslo en la cara, obliga a que todo pase por la constituyente fraudulenta: la convocatoria a elecciones, la juramentación de los electos, la aprobación del presupuesto, la libertad de los presos políticos, la inhabilitación de partidos políticos, “leyes” absurdas y pare usted de contar.

 Y uno se pregunta: con este fuero absolutista auto-asignado, ¿Se respetará la voluntad de los venezolanos? ¿Podemos esperar elecciones justas? ¿Podrá arrebátesele el poder a las mafias?

 Implicaciones

Para poder “cobrar” el apoyo mayoritario y abrirles a los venezolanos salidas a la presente tragedia, el equipo negociador de la MUD tiene que exigir, como condición sine qua nonpara participar en la elección presidencial y, por ende, legitimarla, que sea eliminada la anc y se levanten las inhabilitaciones. No es aceptable ninguna fórmula de convivencia con la farsa constituyente. Reconocer la propiedad de la mafia sobre el país a través de tal patraña invita a que no sean respetadas las condiciones para unos comicios pulcros. ¿Y la correlación de fuerza permite que impongamos tal condición? ¿Es realista este reclamo?

 Las principales fortalezas con que cuentan las fuerzas democráticas son:

1)      El rechazo del régimen por parte de la gran mayoría de los venezolanos;

2)      El apego por el ordenamiento constitucional y su defensa; y

3)      El apoyo de la comunidad internacional democrática.

 Insistir en la condición propuesta capitaliza estas fortalezas. Permitir que nos contrabandeen la anc tramposa las debilita. No hay garantía alguna de poder generar la confianza necesaria para que la gente salga masivamente a votar si permanece la anc. Que se respeten las normas legales que rigen el proceso depende de que sea eliminada. El apoyo internacional, hasta ahora (aceptablemente) militante –piénsese en el Grupo de Lima—seguramente se enfriaría si nos transamos por menos.

 ¿Y qué hacer si el fascismo rechaza entregar su “título de propiedad”? Simple. Gritar a los cuatro vientos que el régimen no quiere comprometerse con unas elecciones pulcras y anunciar que, bajo tales condiciones, no participaremos. Es decir, hay que jugárselas completa, sustrayéndole toda legitimidad a unos comicios diseñados para que Maduro gane. El país y la opinión internacional nos apoyarán si sabemos transmitir con claridad y firmeza esta decisión. Esta negativa a participar puede desatar mayores persecuciones, riesgo que debemos correr para fortalecer las opciones democráticas. Si bien los militares fascistas no tienen escrúpulos para reprimir, intuyo que, en estos momentos, no es para ellos lo más aconsejable, dado el escrutinio a que están sometidos por observadores internacionales. La liberación parcial de presos políticos sería un intento de “suavizar” su mala imagen.

 No se trata de una postura inflexible por “principista”. Obviamente, en toda negociación es menester ceder algo. Pero hay que estar claro en qué y en qué no. Con la anc, el fascismo cruzó el Rubicón. Con ello no se puede convivir, porque es enterrar a la República y a la soberanía popular que la sustenta. Se puede acordar la aprobación del presupuesto y de operaciones de crédito público del gobierno, siempre y cuando sea reconocida y respetada en sus atribuciones la Asamblea Nacional; se puede interceder ante gobiernos amigos para que se levanten las sanciones si el régimen termina por liberar todos los presos políticos y acuerda la inspección, in situ, de organizaciones defensoras de derechos humanos; se puede ofrecer garantías de que, en un eventual gobierno de transición, no habrá persecución de chavo-maduristas por razones políticas e, incluso, acordar la participación de personeros oficialistas para asegurar que ello sea así. Pero no se puede entregar el país a una banda de mafiosos que asegurarán su destrucción y, con ello, la esclavización progresiva de los venezolanos.

 Negociar desde una posición de fuerza

Negociemos desde una posición de fuerza. Los resultados electorales recientes han producido una alegría de tísico en Maduro y su combo, pero en nada han aliviado la precariedad de su situación. Ya comienzan a estallar protestas y saqueos por la situación de hambre e hiperinflación, PdVSA colapsa y escasea el combustible, no hay cómo mantener las prácticas populistas, las sanciones asfixian los negocios turbios de las mafias, facciones de ésta se pelean entre sí por un botín que decrece. No son señales de fortaleza. No le demos el respiro de un mecanismo fraudulento que confisca al país para su usufructo y compromete toda posibilidad de superar el presente desastre, para bien de los venezolanos.

Por supuesto que el liderazgo opositor tampoco se encuentra en sus mejores momentos. Pero debemos confiar en que, con una conducción certera, firme y consecuente, éste puede elevarse por encima de estas dificultades y conquistar de nuevo la confianza y apoyo que antes tuvo. Falta incluir, en esta argumentación, la necesidad de un proyecto alternativo claro y creíble al de la oligarquía militarista, que movilice a la gente, pero ello tendrá que esperar por otra entrega.

 No queda más que transmitir mis deseos para que, unidos, labremos en 2018 esa Venezuela mejor que todos nos merecemos. ¡Si se puede! ¡Que sea de verdad un Feliz Año!

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