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14 kilómetros

El pasado 02 de mayo del 2022, volví a ser “agente libre”, me cesaron como Presidente del Instituto de Cultura del estado Portuguesa (ICEP) y nombraron en mi sustitución al amigo y cultor Ysbel Muñoz, hombre de una lealtad incuestionable y una razón ética de elevados quilates. La Cultura andaba gozando de buena salud porque existía y se desenvolvía en el contexto de una Portuguesa con dificultades y crisis económica, pero ahora, y de ello estoy seguro, incrementará su potencial de acción y comenzará a andar, avanzar, hacia el puerto de luces y éxito que se merece.

Ya, de manera definitiva lo tengo que afirmar, “no se le podrá colocar un candado a las puertas del ICEP”, porque las condiciones para un cierre técnico se han disipado y hay un nuevo escenario financiero y de voluntad política que le permitirá articular con mayor fuerza los objetivos de una política cultural de Primitivo Cedeño, Gobernador actual del estado Portuguesa-Venezuela, guiada hacia la consolidación de los valores tradicionalistas y culturales de la región, y hacia el establecimiento de una cartografía cultural que responda a las necesidades de todos y todas en los catorce municipios del estado.

La Cultura en Portuguesa seguirá creciendo, enarbolará banderas de progreso y éxito y se consolidará como escenario de atención y apoyo a cada miembro de la sociedad que quiera poner en práctica sus habilidades y destrezas. Eso sí, es una Cultura que se ha mantenido sesgada, atrincherada en intereses de grupos que se hace necesario neutralizar para no permitirle que nadie ni nada ahogue el espíritu de libertad de nuestros cultores.

Estuve en funciones desde el 8 de abril del 2021, conseguí una institución con diez Casas de Cultura y dos Centros de Bellas Artes cerrados, sin operatividad, sin mayor esperanza que la supervivencia. La mirada de la voluntad política siempre estuvo ausente y las personas cuyo accionar se circunscribe en el ejercicio del poder, entendieron la Cultura más como una carga que como un instrumento de concientización y crecimiento de los valores e idiosincrasia locales. No puedo decir que no hubo una comprensión de la realidad Cultural, quizás la hubo, pero no hubo las condiciones económicas y presupuestarias para poder dar respuestas a tantas necesidades.

Al comenzar se hizo con muchos traspiés; sin equipo, sin orientación consolidada en un proyecto Cultural de avanzada; habían ideas operativas dispersas y de ese modo se tuvo que actuar de manera inmediata porque se tenía que dar respuesta al sector cultural y se tenía que abrir las Casas de Cultura ante las condiciones inmediatas de un proceso electoral regional que se necesitaba articular y apoyar, para el logro de mantener en el poder a los grupos de tarea y acción que estaban en sintonía con el bloque del cambio.

Se abrieron las Casas de Cultura y con ellas todo un cuerpo de acciones que buscaron en todo momento devolverle al sector Cultura su protagonismo local, por la vía de alianzas estratégicas con las comunidades y con la colaboración de otras instancias de Gobierno como las Alcaldías y el Consejo Legislativo regional.

Pero ese esfuerzo titánico no era suficiente, se hacía necesario motivar aún más al trabajador cultural, hacerlo partícipe de un proyecto integral que unificara la necesidad de servicio del sector Cultura con una acción permanente de atención a cada comunidad en sintonía con las políticas del gobierno regional entorno a los servicios públicos.

En esa nueva etapa se requería de músculo financiero y eso solamente lo podría hacer posible un Presidente que tuviera la confianza de la voluntad política de turno y esa figura la representa fielmente mi amigo y cultor Ysbel Muñoz; por ello, en mis palabras de entrega del mando de la Presidencia del ICEP, dije con argumento fuerte y certero, la designación de Ysbel es sabia, prudente, inteligente y necesaria para el logro de los objetivos del ICEP en el futuro inmediato. Me comí las verdes, pero se necesitaba sacrificarme para que se destrancara el juego y se diera paso a una nueva etapa, eso se logró, puedo decir que hasta saliendo del cargo hice un acto de gestión positiva para el ICEP.

En todo este tiempo no tuve un parque automotor a la disposición, ni recursos económicos para apoyar los proyectos que venían despertando del letargo en que la pandemia había llevado a las instituciones; fueron días difíciles en los que el sacrificio golpeó con fuerza los ánimos y la voluntad personal para continuar cumpliendo las competencias de un cargo de elevada majestad pública como lo es la Presidencia del ICEP.

Debo agradecer al equipo que me acompañó, todos fueron leales y respetuosos de un trabajo que hicimos con sacrificio y al cual le pusimos sangre, sudor y lágrimas.

La nueva Presidencia del ICEP, tiene altas responsabilidades; por un lado, hacer de la Cultura una parte integrante del régimen social y político socialista, edificando en la sociedad la construcción activa y consciente de la sociedad. La cultura socialista representa toda la cultura humana anterior, la suma del desarrollo cultural de la humanidad, dando forma y cuerpo a la revolución socialista, asumiendo una cultura auténticamente popular, donde la obra del pueblo sirve para darle profundidad patriótica al espíritu de orgullo nacional, avanzado en los valores nacionales y tradicionales de cada pueblo.

En mi experiencia como Presidente no tuve la oportunidad de contar con vehículo oficial para poder trasladarme hacia los diversos sitios donde se estaba dando el quehacer cultural; se suma a esto que desde muy joven nunca aprendí a manejar vehículos y no me interesé en adquirirlo; por ello tenía que recorrer de mi casa al trabajo 7 kilómetros de ida y 7 quilómetros de vuelta, 14 kilómetros en total. En esas largas caminatas, saltando el transporte público para minimizar el potencial contagio por Covid-19, se fueron construyendo sueños, solucionando problemas y puntualizando estrategias de control y acción que pudieran brindarle soluciones efectivas al gran problema presupuestario de la Institución.

Fueron 14 kilómetros de lucha constante contra el deseo de tirar la toalla, de salir corriendo y no ocuparme de la gran responsabilidad de hacer de la cultura un cuerpo orgánico activo y vital para impulsar en la sociedad revolucionaria y bolivariana, y generar las condiciones para ese nuevo hombre de fe y de compromiso que haga posible impulsar, con sabiduría y optimismo, el nuevo sendero de la Cultura por los años que vendrán; gracias a Dios aguanté con las botas puestas y he podido cosechar el respeto y admiración de quienes llevan adelante el trabajo cultural en sus hombros y que hoy les llegó el momento para comerse las maduras, aprovechando una inyección importante de recursos financieros para cubrir la operatividad del trabajo cultural en la región. Se hizo el trabajo y se cumplió.

A todas estas, es de destacar que en conversaciones con el designado nuevo Presidente del ICEP, le expresé: “…mi manera de gerenciar es muy característica: no tomé decisiones sin consultar a mi equipo de gerentes especializados, por lo que mis decisiones no fueron impuestas, si no razonadas; y a cada quien le permití desenvolverse de manera abierta en cada una de sus áreas, jamás promoví el intervencionismo permanente porque eso hacia deslucir el carácter humanista y responsable de cada cultor o cultora que resolvieron acompañarme en esta tarea. Respeté, hasta en los momentos más difíciles, la dignidad de mis trabajadores y si eso hoy se traduce en opiniones adversas, no importa, estoy en paz con mi consciencia y mi espíritu…”

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Foto: Ramón E. Azócar A., docente universitario, poeta, narrador, pintor, Patrimonio Cultural Viviente del estado Portuguesa

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