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10 de enero: Venezuela en estado de sitio

La investidura de un mandatario nacional reconoce en cualquier latitud del planeta la oportunidad para reafirmar el avance o retroceso del sistema democrático en cada país, en un mundo donde cada vez es más notoria la diferencia entre regímenes de corte dictatorial y sistemas políticos que reconocen los valores humanos de la modernidad.

En un planeta que sobrevivió en el siglo XX a dos guerras mundiales que pudieron llevar a la humanidad a la edad de piedra, que superó la estafa histórica del estalinismo en la URSS y países integrantes del Pacto de Varsovia, pensábamos que facilitaría para el siglo XXI el advenimiento de procesos civilizatorios que profundizaran las conquistas democráticas labradas en los últimos 250 años.

Pronto la realidad nos ha hecho aterrizar ante las evidencias que presenciamos en este primer cuarto de siglo, convivimos en un planeta donde conocemos como en la UE los mandatos se suceden sin complicaciones, al alternarse en el poder conservadores socialcristianos, socialdemócratas, liberales, sin el estigma de la descalificación, como sucedió en Alemania donde la CDU de Angela Merkel entregó el poder a la coalición semáforo integrada por liberales, verdes y socialistas, y fuera de la UE en Inglaterra los conservadores entregaron civilizadamente el poder a los laboristas de Starmer.

Por otro lado, conocemos la otra vertiente planetaria, la versión autoritaria del ejercicio del poder caracterizado por sostenerlo a toda costa y rechazar la alternancia como son los casos de Rusia, Irán, China, Turquía, Bielorrusia, Corea del Norte, Cuba y Nicaragua como casos más notorios.

En América Latina pasamos de un siglo XX donde el “paraíso de las dictaduras gorilas” fue superado a finales de siglo y en el siglo XXI, en un continente que ha reconocido la sucesión de gobiernos democráticos de diferente corte ideológico, como han sido las experiencias de Chile, Brasil, Uruguay, Argentina, Colombia, México, Panamá, entre los casos más resaltantes.

Por tanto, resulta trágico como en nuestro país se ha invertido la historia, de un siglo XX que conoció a partir de 1958 una sucesión de 8 gobiernos, ejercido por administraciones de adecos, copeyanos hasta una coalición Convergencia integrada por un “chiripero” de socialcristianos, masistas, exmiristas, librepensadores. Resaltando que en esa etapa nuestro país era el oasis de los perseguidos de las dictaduras del cono sur.

Pasamos a un siglo XXI de ejercicio revanchista del poder, convirtiendo el evento histórico de investidura presidencial como espacio de encuentro nacional en un acto de venganza, de resentimiento contra la población que no apoya al partido gobernante PSUV. Así fue con Hugo Chávez y ahora se ha elevado en grado sumo con Nicolás Maduro.

Las circunstancias son aún peores de cara al próximo 10 de enero, al conocerse por primera vez en nuestra historia que un candidato oficialista siendo derrotado por paliza se niega a entregar el poder, utilizando el poder judicial a través del TSJ y de las FABN como guardia pretoriana, para fraguar la mas prominente estafa cometida contra pueblo alguno en el continente.

El resultado del 28 de Julio fluye como pesadilla en la mente de la casta gobernante, quien no ha vacilado en imponer en la practica un toque de queda, un clima de estado de sitio para aterrorizar a la población y que está sabiéndose mayoritaria acepte “resignada” el crimen fraguado en los laboratorios del poder.

De juramentarse ilegalmente el próximo 10 de enero quemará las naves y sellará su condición de ejercicio de la tiranía ante todo el planeta, ante la conciencia de cada venezolano preservará su condición de usurpador del poder y habilitará una vez más la Constitución en su artículo 350 que otorga a cada venezolano el deber de desalojar a quien haya tomado por la fuerza el poder en nuestro país.

Finalmente, las ejecutorias intimidatorias ilustran el ambiente de crispación, el rostro del régimen es macabro, según la agencia EFE el régimen de Venezuela confirmó que tiene más de 120 extranjeros detenidos por supuestos “actos desestabilizadores”, entre tanto el Foro Penal sostiene que en el país luego de las excarcelaciones quedan al menos 1.794 presos por razones políticas.

Definitivamente el ejercicio del poder obnubila la mente de los gobernantes autoritarios, en el caso de Nicolás Maduro tiene la oportunidad de reconocer el resultado electoral del 28 de Julio o irse por la senda tortuosa de Bassar Al Asad, Hussein o Kadafi, cuyo destino no es otro que el basurero de la historia.

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