Pacífico
Pasé un montón de años sin pisar el Pacífico –en La Castellana– porque, en sus inicios, no me había convencido ni la relación calidad/precio ni el servicio. Además, prefiero aquellos lugares que tienen algún contacto con la naturaleza o, al menos, con el ambiente exterior, aunque sea indirecto o solo visual. Sin embargo, un domingo de hace algunos meses –día en el que a veces que me pregunto qué “resto” estará abierto–, la visión de muchos carros en su entrada me animó a hacer un intento.
Avancé un estupendo pisco sour de aperitivo, con mínima azúcar, como me agrada. Comencé con Okonomiyaqui, que es una especie de pizza japo, con base de arroz. Para el plato fuerte decidí hacerme EL obsequio de la temporada de langosta. Me supo a fresca, en versión sencilla, como más la disfruto y con un atinado punto de cocción.
A la hora de la cuenta, ya estaba preparada para “será hasta dentro de mucho tiempo”. No obstante, me pareció razonable.
Volví pronto. Ante precios “actualizados” y no tener mucha hambre, escogí Ravioli Funghi como plato único para probar la pasta hecha en casa. Al verlos, sorprende que solo sean cuatro, un tanto perdidos en el enorme plato. Están rellenos de hongos portobello confitados en crema de queso azul y parmesano. Los encontré deliciosos. La amabilidad estuvo presente por encima de la atención. Quizá porque era la única ocupante de la mesa.
La vez siguiente me incliné por una curvina al vapor con jengibre, cebollín, brotes de soya, maíz bebé y arroz jazmín. No dejé ni muestra en el plato, tampoco en el recipiente del arroz que, usualmente, suelo esquivar. Sin motivo para quejarme de la atención, nuevamente la amabilidad la superó.
Cuando regresé –al salir de la función de “Improvisto” a beneficio de la fundación “Ser Fuerte es mi destino”, en el Centro Cultural Chacao–, me sorprendió que a pesar de ser viernes, el penúltimo de mayo, había poca gente. Disfruté una liviana –como es sensato comer antes de ir a dormir– y sabrosa ensalada de pollo sobre mix de lechugas, tomate cherry, aceitunas negras y almendras fileteadas con aderezo de orégano. Amabilidad, tiempo de espera y atención, componentes del buen servicio, estuvieron óptimos. A mí me suena agradable un “me alegro” como reacción a mi respuesta “muy a mi gusto”. Recordé, y me agradó haber insistido, mi primera visita de este año, cuando al entrar casi me devuelvo por la acogida típica de uno de esos mesoneros con actitud de “perdona vidas”, pero enseguida otro más profesional se hizo cargo y el rato transcurrió con un servicio diligente y simpático que incluyó algunas palabrotas insertas entre sonrisas y amabilidades. De allá para acá la diferencia es enorme. Lo encuentro meritorio en nuestras involuntarias “maneras” actuales.
En la carta leí su credo, el cual la explica : “Inspirado en sabores de ciudades como Lima, Santiago, San Francisco, New York, Islas del Pacífico y otras, más proponemos esta variedad culinaria que recoge esas influencias y las fusiona con una cocina de vanguardia al mejor estilo Caracas”.
En efecto, la variedad de pastas alcanza para satisfacer un considerable tanto de gustos. Buena parte, hechas en casa. Los risottos no se quedan atrás. Me quedó pendiente el “Torero”, presentado como gran fusión y que trata de la preparación clásica con agregado de salmón fresco de Alaska y piquillo español. Entre ambos están unos tallarines thai de arroz con vegetales y camarones. Las entradas incluyen edamame y wakame. Del lado japo tienen diversos “rolls” y un sashimi. Ello no deja afuera carnes, aves y pescados.
Pacífico está abierto todos los días de la semana. Los domingos trabaja de 12:00m a 6:00p.m. Su página web es [www. Pacifico.com.ve].