Lugares y sabores
El título de estas notas periódicas es parcial en cuanto al contenido, porque, además de disfrutar sabores, voy a los “restos” a que me mimen y me consientan. Quizá soy parte de una minoría porque en el sentido estricto de la palabra, un restorán es un lugar para comer. Ergo, ese es el juicio que suele importar.
A pesar de este “periodo especial” que vivimos los venezolanos, en Caracas aún se puede comer de manera razonablemente satisfactoria. Lo de la atención elogiable es más difícil porque el pregón oficial carcomedor de sesos, de profesionalismo y de calidad, atenta contra hacerlo bien y el sector servicios se lleva el galardón.
Adicionalmente, la inestabilidad causada por las restricciones y crecientes limitaciones a encontrar y, aún más, a escoger productos, proveedores y personal calificado produce apreciaciones más fugaces que un suspiro.
Desde mi condición de mera aficionada a la buena mesa, aspiro comunicar mis vivencias en la diversidad de categorías, especialidades y estilos de lugares para comer en nuestra otrora sucursal del cielo, esquivando el terreno de los expertos en clasificar y evaluar templos y creaciones del efímero arte gastronómico.
Es por ello que solo si acumulo tres o más visitas recientes al establecimiento al que se refiera la nota, me atreveré a resaltar mi proporción de satisfacción.
Por el contrario, será una constante implícita mi deseo de que la vivencia de quien me regale unos minutos de atención para leer una nota, sea en cada oportunidad más placentera que la mía y apreciaré que, igualmente, la comparta. Así mismo, estimaré sugerencias y recomendaciones.
También haré referencia a lugares para comer y pasarla bien en otras latitudes porque soñar no cuesta. La esperanza es grata compañía y lo bueno de los días malos es que otros mejores los acechan.
