Los capullos rosados de los cerezos florecen luego del riguroso invierno en Japón, lo que es un anuncio por excelencia de la llegada de la primavera al país asiático, época conocida como “sakura”, nombre del mismo árbol, que durante muy poco tiempo ofrece una hermosa experiencia visual sin igual.
Especialmente Tokio tiene numerosos lugares donde se puede observar la floración, que ocurre entre enero y principios de abril dependiendo de la localización y según el clima, ya que la historia de estos árboles data de 1717, cuando Tokugawa Yoshimune, el octavo sogún de la dinastía Tokugawa, ordenó plantar los cerezos en varios lugares. Luego de eso, la gente siguió la tradición de plantarlos hasta convertirse en un gran atractivo.
El placer de observar las flores del cerezo es conocido como hanami, término que significa literalmente “ver las flores”. La palabra se utiliza para representar la pasión de los japoneses por disfrutar la observación de los cerezos.
El hanami también incluye hacer un picnic con amigos o familiares en los jardines, ya que la llegada de la primavera es uno de los acontecimientos más esperados del año, no solo por su experiencia visual, sino también porque la floración de los cerezos es bastante efímera. Puede durar solo un par de semanas, dependiendo del clima.
Son diversos los lugares en donde se pueden admirar los capullos rosados, desde los sitios más famosos y concurridos hasta pequeños tesoros escondidos en pueblos y ciudades de todo el país.
El Jardín Nacional Shinjuku Gyoen alberga más de 800 especies de plantas agrupadas en tres estilos de jardines: un jardín clásico a la francesa, un jardín a la inglesa y un jardín tradicional japonés, en el que destaca su jardín de cerezos, con una colección formada por 75 variedades distintas/ Foto: Turismo de Japón
El cerezo sakura en floración en el Jardín Nacional Shinjuku Gyoen / Foto: Turismo de Japón
Hay más de cien variedades de cerezos en Japón; la más extendida es la someiyoshino. Este árbol, como todos los cerezos ornamentales, no da frutos, sino que se caracteriza por sus hermosas flores de cinco pétalos de color rosa pálido o blanco. Apenas alcanza los seis o siete metros de altura y tiene forma de V. Otra variedad destacada es la yamazakura, que suele crecer en las montañas, puede llegar a tener más de veinte metros de altura y sus flores son también de cinco pétalos y de un rosa un poco más intenso/ Foto: Turismo de Japón
La floración de los cerezos es una razón casi suficiente para hacer un viaje a Tokio en primavera/ Foto: Turismo de Japón
Tokio abunda en lugares para ir a ver los cerezos y la pasión que despiertan sus flores en Japón es tal que hasta de noche las iluminan para poder disfrutarlas más tiempo/ Foto: Turismo de Japón
En el Showa Kinen Park se puede hacer un poco de todo: pasear entre árboles, dar un paseo en bici, disfrutar en verano de un remojón en sus piscinas y toboganes, montar en barca o visitar su galería de bonsais y su jardín japonés, espectacular con sus cerezos en flor/ Foto: Turismo de Japón
Millones de personas acuden a los parques con cerezos para fotografiarlos y celebrar la aparición de estas flores/ Foto: Turismo de Japón
El Showa Kinen Park es gran parque de 163 hectaréas que se creó para conmemorar el cincuenta aniversario del emperador Showa/ Foto: Turismo de Japón
Los japoneses veneran la flor del cerezo porque dicen que representan la belleza y fugacidad de la vida y llegan incluso a rendirles tributo en forma de picnic/ Foto: Turismo de Japón
El Jardín Nacional Shinjuku Gyoen está considerado este como uno de los más importantes jardines que datan de la era Meiji/ Foto: Turismo de Japón
La primavera inspira a los artistas, que sacan sus lienzos a la calle para dar rienda suelta a su arte y pintar algunos de los más bellos paisajes/ Foto: Turismo de Japón
La llegada de la primavera al país nipón inspira a los artistas, quienes sacan sus lienzos a la calle para dar rienda suelta a su arte y pintar algunos de los más bellos paisajes; al igual que los fotógrafos hacen lo propio para retratar lo efímero de la vida; mientras que, por su parte, los poetas y escritores han inmortalizado esa fugacidad en palabras que perdurarán, como lo hizo el chileno Pablo Neruda en su obra más emblemática ‘20 poemas de amor y una canción desesperada‘:
Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos