La «feliz» Mar del Plata: disfrute y negocio, dos caras del verano argentino
Bautizada como la «feliz», la ciudad argentina de Mar del Plata, principal destino turístico estival del país austral, es una atracción para los visitantes que buscan bienestar y una oportunidad de negocio para los vecinos que quieren «salvar el año» con los beneficios del verano.
Más de ocho millones de personas llegan cada año a la también conocida como «Mardel» en busca del placer prometido, que desde el ente de Turismo de la ciudad costera es promocionado bajo el eslogan «La felicidad es tu destino».
Casi 50 kilómetros de playas, amplias bahías, junto con acantilados imponentes, sierras, arboledas y lagunas, completan un paisaje costero y rural en el que la temperatura media en verano oscila entre los 23 y los 27 grados.
Enero y febrero significan verano en el hemisferio sur y, por lo tanto, temporada alta en periodo vacacional, lo que para los 650.000 marplatenses supone trabajo en una ciudad a orillas del Atlántico cuyo motor económico es el sector servicios por la potente actividad turística.
Del sobrenombre «La Feliz» se ha servido el periodista argentino Camilo Sánchez para titular con «ironía» su segunda novela, donde retrata la tragedia que unió a El Claun, El Campeón y El Langa en el verano de 1988, «una trama oscura y siniestra» que contrasta con la ‘felicidad’ que hace 40 años ya vendía la localidad costera.
El máximo representante del boxeo argentino, Carlos Monzón (1942-1995), en la novela llamado El Campeón, mató a su mujer ese año en la casa que alquilaba El Langa, que en la realidad era el cómico Adrián «El Facha» Martel (1948-2013), quien permitió al escritor llevar la historia hasta la actualidad.
Ambos personajes eran amigos de El Claun, inspirado en el humorista argentino Alberto Olmedo (1933-1988), que cayó del balcón de un piso once en un acto «inexplicable» aquel verano «bisagra» del 88, «una especie de caja de negra de un avión nunca encontrado», relata el escritor en una entrevista con Efe.
«Mi generación, que tenía a estas personas como ídolos populares, creía que eran felices. (Esta tragedia) nos vino a decir que no existe la felicidad ni siquiera en estos personajes. Y tampoco existe la ciudad que puede vender sólo felicidad», aseguró el también periodista.
A Camilo Sánchez, que nació y vivió en Mar del Plata hasta los 18 años, nunca le gustó el apodo de «la feliz». Para él sería mejor si se conociera como «la calma o la vital» para que «la gente fuera a buscar más calma que felicidad» ya que «es un valor más atractivo».
Más allá de la tragedia que recoge el libro, Camilo retrata a Mar del Plata en la novela como «el cuarto personaje», una ciudad que «se prostituía» en los veranos al servicio de los turistas para «salvar el año» ya que «vivía esperando a que los de fuera se dejaran la plata (dinero) que ahorraban durante todo el año».
«Tenía tíos míos que eran muy buenos torneros, pero en el verano trabajaban de mozos. Todo el mundo estaba detrás del mango (dinero) que te salvara todo el año», recuerda.
A principios del siglo XX, Mar del Plata fue sede vacacional de la clase oligárquica argentina, que construyó casas gigantescas hasta que en los años 50 la clase media comenzó a tener vacaciones y descubrió la población costera, que llegó a su máximo esplendor constructivo en los años 90.
A pesar de que el turismo sigue siendo uno de los pilares de su economía, Camilo Sánchez percibe que la urbe no depende tanto de la temporada veraniega, sino que tiene «otra infraestructura» y la considera «la terminal nerviosa de la Argentina, donde la gente va y se saca los zapatos y se pone sandalias».
Asimismo, Mar del Plata también podrá recordar este verano de 2018 empañado por la espera de los familiares de los 44 tripulantes del submarino ARA San Juan, que nunca llegó a la base naval de ‘la Feliz’, donde también se refugia Miguel Etchecolatz, responsable de delitos de lesa humanidad durante la dictadura (1976-1983).