El poder de la moda desde el paleolítico
Las glaciaciones que congelaron Europa durante el Paleolítico obligaron al hombre a cubrirse con pieles para sobrevivir. Desde entonces, esa necesidad evolucionó hasta combinarse con el placer, como analiza la reedición actualizada del clásico «Breve historia del traje y la moda».
Pero el recorrido hasta llegar a la moda como catalizadora de movimientos sociales, potente industria y símbolo de distinción ha sido largo, resalta esta obra del historiador, crítico de arte y comisario James Laver, editada ahora por Catédra y que apareció por primera vez en 1968.
La reina Nefertiti paseando por su palacio, ataviada con un vestido de lino semi transparente y su alta corona de oro y lapislázuli, es el referente por excelencia del origen de la moda.
Sin embargo, la historia del traje se remonta a mucho antes de que Egipto fuera imaginable, en concreto, a la Edad de Hielo, cuando el Homo Sapiens hizo de las pieles de animales una herramienta de supervivencia.
El pasado glacial de Europa es el punto de partida del libro de Laver, un repaso minucioso a la historia del vestido desde su primera función meramente utilitaria hasta la moda individualista del siglo XX.
Quien fue descrito como «el hombre que hizo respetable el estudio del traje», y conservador del Victoria and Albert Museum de Londres durante 20 años, escribió este libro, considerado un manual clave para los estudiantes de arte y moda, y que vuelve en una nueva edición actualizada en español.
Un estudio que, en sus 10 capítulos, rastrea el por qué de la moda en la historia de la humanidad y plantea como cuestión principal la relación entre el poder y la moda, ilustrada con múltiples fotografías de escultura, pintura o carteles publicitarios.
Comienza en el Neolítico, cuando la ganadería trajo consigo la lana y otros materiales que, ya en Mesopotamia, facilitaron el surgimiento de las primeras prendas. Una de ellas fue el «sarong», una tela rectangular que se enrollaba alrededor del cuerpo, datada del período sumerio, y considerada la antecesora de las faldas.
Poco a poco, las prendas se enriquecieron con mecanismos de sujeción como las fíbulas (un tipo de hebilla), y efectos como el «drapeado».
Este plisado marcó un punto de inflexión en la historia del traje al hacer que, por primera vez, una prenda diferenciara a una persona «civilizada» de un «bárbaro», ya se que se pasó a considerar como tal a todo aquel que siguiera vistiendo trajes entallados.
Tal fue la corriente en contra de marcar las líneas del cuerpo que en Roma se llegó a castigar hasta con la pena de muerte.
Así, la ropa pasó a ser un símbolo de elevación social y nació la moda como hoy se conoce.
Babilonia, Persia o Egipto fueron las primeras sociedades que hicieron de las tendencias una fuente de poder, empleándolas intencionadamente para marcar la diferencia entre el pueblo y la realeza. Y más tarde, la civilización minoica las convirtió en un atributo de belleza y deseo.
Todas estas sociedades de Occidente y el Medio Oriente consolidaron las funciones de la ropa: protección, seducción y expresión de la personalidad, tres pilares milenarios que se mantienen, reforzados por hitos históricos como las Revoluciones Industriales, las Guerras Mundiales o la emancipación de la mujer.
Un viaje en el tiempo que pone de relieve la relevancia de la moda en todas las épocas, desde el siglo XVIII, cuando María Antonieta se hizo respetar en toda Europa gracias a su vestidor, hasta la última posguerra mundial, que vio nacer una feminidad renovada para una mujer activa, resultado del ingenio aplicado a la escasez de materias primas.
James Laver falleció en 1975 dejando tras de sí una extensa obra sobre la moda, el traje y el gusto, que refleja su conocimiento por el desarrollo del vestuario, con títulos como «Gusto y moda: de la Revolución Francesa al presente» (1937), «La moda infantil en el siglo XIX» (1951), u otros con los que también cultivó su amor por el arte, como «Las ilustraciones inglesas de deporte» (1970).