Comienza una fiesta de cinco días en Río de Janeiro bajo el reinado de Momo
La entrega simbólica de las llaves de la ciudad al Rey Momo dio inicio este viernes a cinco días de fiestas en Río de Janeiro, cuyo carnaval es uno de los más famosos del mundo y que este año espera poner a bailar en las calles o en el Sambódromo a unas seis millones de personas.
Poco después de que esta ciudad brasileña quedara bajo el «reinado» de André Luis dos Santos, un profesor de historia y de artes elegido el año pasado como nuevo Rey Momo del carnaval de Río de Janeiro, los primeros blocos (comparsas) comenzaron a concentrarse en las calles para sus desfiles.
El primero en salir fue el tradicional bloco de las Carmelitas, que se dijo dispuesto a arrastrar por las calles del bohemio barrio de Santa Teresa a una multitud de personas desesperadas por comenzar la fiesta, entre las cuales varias disfrazadas de monjas y que representan a las supuestas reclusas que huían del convento para no perderse las fiestas de carnaval.
La comparsa de las Carmelitas es uno de los 22 blocos que desfilará este viernes por diferentes calles de Río de Janeiro y que, con las «marchinhas» pegajosas de sus orquestas, esperan atraer a miles de personas para sus multitudinarias fiestas gratuitas.
De acuerdo con la empresa municipal de fomento al turismo Riotur, hasta el próximo martes, antes de que el Miércoles de Ceniza ponga fin al carnaval, 437 blocos desfilarán por Río de Janeiro para las seis millones de personas esperadas en la fiesta, de las cuales 1,5 millones son turistas.
A diferencia del año pasado, cuando no apareció en el Sambódromo para entregarle la llave al rey Momo, el alcalde de Río de Janeiro, el pastor evangélico Marcelo Crivella, participó este viernes en la tradicional ceremonia simbólica de entrega del poder pero dejó en evidencia que el carnaval no es su ambiente favorito.
Crivella, líder de un grupo evangélico muy crítico del supuesto libertinaje del carnaval, únicamente confirmó en la mañana de este viernes su participación en la ceremonia y tan sólo le abrió las puertas a la prensa a última hora y luego de que algunos de sus asistentes dijeran que el acto sería a puerta cerrada.
En una rápida ceremonia realizada en el Palacio de Sao Clemente sin mucha pompa ni fiesta, el alcalde prefirió entregarle la llave simbólica de Río al presidente de Riotur, Marcelo Alves, para que este se la entregara a los familiares del fallecido carnavalesco Candonga, responsables por la guardia del objeto, antes de que finalmente llegara a las manos del Rey Momo.
El año pasado, cuando se abstuvo de participar en la ceremonia inaugural del carnaval en su primer año de mandato, Crivella fue blanco de numerosas críticas debido a su omisión frente a uno de los eventos que más atrae turistas e ingresos a Río de Janeiro.
La polémica creció luego de que el alcalde anunciara la reducción de los subsidios con que la municipalidad ayuda a financiar las escuelas de samba y los blocos, pero en los últimos meses el líder evangélico intentó acercarse al mundo del carnaval y este viernes participó en un acto en el que su presencia fue duda hasta último minuto.
«El alcalde no tiene ningún tipo de prejuicio contra el carnaval, incluso porque yo mismo soy blanco de muchos prejuicios y discriminaciones desde que me convertí. Pero no refuerzo el prejuicio. Admiro, respeto, aplaudo e hice todo para que el carnaval de este año sea muy exitoso, como siempre fue y siempre será», afirmó Crivella en un corto discurso en el acto de este viernes.
Poco antes el alcalde inspeccionó los últimos trabajos de preparación en el Sambódromo, por donde desfilarán las lujosas escuelas de samba del Grupo Especial de Río de Janeiro, en una visita en que también dejó clara su poca intimidad con el carnaval.
En su visita el alcalde hizo preguntas básicas sobre los desfiles de las escuelas de samba, la principal atracción del carnaval carioca y considerado mayor espectáculo del mundo al aire libre, y se dijo extrañado con algunas de las respuestas que recibió.
En su inspección al Sambódromo, Crivella fue alcanzado por un chorro de agua de un hidrante que le dejó gran parte de la ropa empapada.
«Hay que felicitar a los empleados de la compañía de aguas. El chorro para apagar los incendios es tan fuerte que casi me derribó», comentó en tono de burla.