Urológico San Román “Escenario de una masacre”
Un fuerte dolor en el pecho sintió la señora Rosa al informarle a su esposo que ella tenía la seguridad de que algo raro ocurría en la casa de al lado, la cual tenía un letrerito en la fachada realizado con hierro forzado donde se podía leer “Qta Fiorenza”.
¡Están armados, están armados!, repetía con insistencia la señora Rosa mientras que su esposo intentaba ver a través de las pesadas persianas ubicadas en el balcón posterior de la vivienda. ¡Si vieja, están armados!, fue lo único que se le entendió a Don Humberto, como era conocido en la calle Chivacoa de la Urbanización “San Roman”, en donde había vivido por más de 35 años junto a su esposa y cuatro hijos.
Desde las ranuras de las persianas por donde Don Humberto observaba atónito la situación, era muy fácil distinguir el color rojo intenso del Chevrolet Swift que se mantenía a las afueras de la Quinta Fiorenza, en donde el sujeto que se encontraba al volante del característico carro parecía estar ansioso por la cantidad de cigarrillos que se fumó en menos de diez minutos.
¡Muévete cabeza e motor, No ves que no tenemos tiempo!, dijo Juan Antonio Alberto Peña de nacionalidad dominicana, a su compañero Óscar García Salazar quien era reconocido en el barrio en donde vivía por ese peculiar alias. Al mismo tiempo que Juan Manuel Méndez Rojas curucuteaba en el cofre de marfil que durante años escondía la dueña de la casa tras un lúgubre cuadro de la edad media.
¡Crac! Sonó el motor del Chevrolet Swift cuando su conductor se percató de que se aproximaba al lugar una patrulla policial, en ese mismo momento no dudo en encender el vehículo y huir a toda marcha, dejando atrás a sus tres compiches. Adentro de la casa se sentía un sentimiento amargo que se fungía con el miedo que comenzaba a experimentar la Familia Taddei, quienes eran los dueños de la morada que estaba siendo sometida por Peña, García y Méndez.
Ya habían transcurrido varios minutos desde que los delincuentes a mano armada secuestraron los Taddei, y los estaban amordazando cuando de la nada tomaron la decisión de abandonar el sitio e ir en busca de un nuevo lugar para sembrar el horror.
Tras un tupido bosque que conduce a un valle muy cercano a la casa de los Taddei se encontraba El Instituto de Clínica y Urología Tamanaco conocido popularmente como “Urológico San Román” en donde ninguna de las personas que se encontraban allí imaginaba que ese recinto se convertiría en pocos minutos en el “Escenario de una masacre”.
¿Que fue la masacre de San Román?
Masacre de San Roman, o la Masacre a San Roman es como se le conoce a la toma de rehenes que tuvo lugar en El Instituto de Clínica y Urología Tamanaco, ubicado en Caracas, el 23 de junio de 1995, luego de que el robo a mano armada de unos delincuentes resultara fallido tras un operativo policial.
El secuestro se produjo tras la huida de los delincuentes de la Quinta Fiorenza al percatarse que funcionarios de la policía de Baruta estaban tomando el control de la situación a las afuera del lugar que ellos mantenían secuestrado la tarde de ese 23 de junio.
Este acto de maldad fue perpetrado por Juan Antonio Alberto Peña, Óscar García Salazar-alias cabeza de motor- y Juan Manuel Méndez Rojas quienes fueron identificados posteriormente por miembros de la policía.
Los delincuentes al darse cuenta que a las afueras de la Quinta Fiorenza se encontraban vecinos, policías y parte de la prensa decidieron salir con un rehén para escaparse, pero estos no contaban con uno de sus compañeros, el que tenía la responsabilidad de manejar el automóvil que ese día conducían, ya había huido tras percatarse que efectivos de la policía estaban próximos a llegar al lugar. Fue en ese momento cuando Peña, García y Méndez Rojas emprendieron rumbo hacia el Centro de Urología.
Ya en el lugar el trio de forajidos tomó el control del consultorio 113 de la unidad de Otorrinolaringología del Urológico de San Román y sometieron a las cinco mujeres que estaban adentro.
El reloj marcaba la 1:00 pm cuando se dio inició al momento más duro de la vida de la doctora Gloria Ojeda, la enfermera Virginia Castro, la recepcionista Aída Molina de Valbuena, la secretaria Zulay Quintero y una quinta dama que logró huir en medio de la confusión.
La Clínica se encontraba rodeada por más de 200 funcionarios policiales, medios de comunicación y vecinos, quienes se mantenían en medio de una profunda zozobra en relación a que sucedería con los secuestrados. Este episodio sirvió para que los canales de televisión nacionales realizaran un trabajo periodístico que quedaría guardado en la memoria de toda la audiencia.
https://www.youtube.com/watch?v=D8rvxfz-vPw
Las fatídicas consecuencias
A través de las pantallas de sus televisores los cuatro puntos cardinales del país se mantenía en vilo sin saber que sucedería, fue hasta las cinco de la tarde cuando los delincuentes decidieron salir tras muchas horas de negociaciones con funcionarios de la policía.
Los espectadores catatónicos podían escuchar claramente por sus televisores la conversaciones entre las los secuestradores y las rehenes aterrorizadas.
La ira y el odio de los maleantes estallaron cuando notaron que la llave del automóvil que habían solicitado para su escape no coincidía con la cerradura del auto, fue allí cuando el comisario Morales (funcionario encargado de la operación) se despojó de su chaleco antibalas para ganarse la confianza de los iracundos delincuentes y les facilito una nueva camioneta.
El proceso de traslado de un automóvil a otro fue una verdadera odisea, que los medios de comunicación no dudaron en grabar.
Todo parecía ir viento en popa cuando de repente se escucharon dos fatídicos disparos que desataron un verdadero horror lleno de sangre y sufrimiento.
Solo se escuchaban disparos, lamentos, y frases entrecortadas… las cámaras de televisión hasta ese momento enfocadas en lo que ocurría en los dos carros perdieron la estabilidad, empezaron a grabar el piso
El primer tiro hirió en la cabeza a Virginia Castro, lanzándola contra el pavimento; el segundo le dio en la cabeza al secuestrador que estaba a su lado, Juan Antonio Alberto Peña, quien se desplomó llevándose al piso con él a Aída Molina que también murió.
El otro secuestrador, Juan Manuel Méndez Rojas, se atrincheró dentro del carro y utilizó a la doctora Gloria Ojeda como escudo humano y empezó a dispararle a los efectivos policiales que rodearon el rústico.
En esos segundos de disparos sin fin Méndez Rojas logró herir de muerte al jefe del BAE, comisario Sotero Pérez, quien recibió un balazo en la frente. En medio de la confusión resultaron heridos otros cinco policías, algunos de ellos por “fuego amigo”.
La doctora Ojeda recibió cinco impactos de bala.
El sangriento desenlace fue de cinco muertos, ocho heridos y una ola de repudio e indignación de la opinión pública había los cuerpos policiales, quienes demostraron ese día que no estaban capacitados para enfrentar un evento de esa categoría, de hecho se confirmó once días después que, la doctora Ojeda murió por balas de la policía.
El Urológico San Román será recordado por siempre como el “Escenario del terror”