Tres noches: del retratismo social al “signo” estético
(%=Image(5230763,»R»)%) En medio de los patrones estereotipados, descubrir un camino propio es, sin duda, una lucha difícil, sobre todo, cuando en esa búsqueda se espera romper con los estereotipos que tenemos de nosotros mismos. En el caso del cine nacional, uno de los retos planteados es hacer un cine que, teniendo pertinencia interna, pueda también tener sentido fuera del alcance de nuestras narices, para no morir con una producción cuyo mercado apenas puede alcanzar algunas salas nacionales.
Esa ha sido la búsqueda de Fernando Venturini (¿o debemos decir el hallazgo?) en la concepción de su nueva película Tres Noches, una producción que, inspirada en los temas de los cuales no podemos escapar (temas de nuestra realidad social y política, es decir, de las relaciones entre los individuos “humanizados” y el poder), juega con una propuesta distinta en donde la forma es imprescindible para dar cuenta no sólo de una nueva manera de pensarnos a nosotros mismos, sino de trascender más allá de lo “típico” nacional o latinoamericano.
Pero, primero, hablemos un poco sobre el hilo argumental: tras el asesinato de Miguel “el chino” Sanabria, conocido mafioso, la versión oficial se inclina por un móvil pasional, pero esto parece no convencer a Ferrán, un policía venido de los suburbios, quien decide emprender por su cuenta la investigación del caso. Para ello, deberá internarse en la vida nocturna de la ciudad. Allí se encuentra con Picasso, dueño de un bar donde se vio a Sanabria por última vez, y con éste, continuará su investigación hasta alcanzar consecuencias inesperadas.
Inspirada en las formas y temas del cine negro, Tres Noches es un drama policial en medio de un contexto urbano que, lejos de limitarse a la anécdota o de querer moralizar, expone a sus personajes tanto como al espectador, al juego reflexivo y ético de pensarse entre el bien y el mal, o quizá, más allá de éstos. El maniqueísmo, puesto de lado, deja espacio a una reflexión más humana, cuya pertinencia rompe con el localismo tradicional del cine venezolano (hablamos de una tendencia centrada en el realismo social y su crítica), para transformarse en un drama que, si bien se enmarca en el contexto latinoamericano, es, desde el punto de vista “filosófico”, un espacio en el que toda persona de la urbe se puede identificar.
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Dos elementos son importantes en la realización de esta película:
1. La forma: esta película cuenta con una concepción estética que logra romper los convencionalismos del cine nacional. Desde esta perspectiva, podemos hablar de diferentes aspectos que lograron captar nuestra atención: en lo visual, hablamos de una construcción fotográfica que logró introducirnos en la densidad de una atmósfera pesada y cruda, donde la alegoría es suficiente para percibir la arrebatadora violencia de estos circuitos; la violencia se sugiere, y su insinuación golpea nuestros sentidos. Como el cine negro clásico, el “diseño” fotográfico, la secuencia fílmica, las luces, la música como espíritu latente, dibujan ante nosotros un juego dinámico que raya en el delirio, en la pesadilla, en el sueño… en las sombras…
2. El fondo: los personajes, más cerca del conflicto entre la doble moral que del maniqueísmo entre el bien y el mal (muchas veces arquetipados en ciertas tendencias fílmicas bajo la dicotomía pueblo-poder), están cargados de una vida interna que nos somete a una constante revisión de los esquemas éticos y afectivos que generalmente asumimos. Ciertamente, existe un manejo de los valores, pero estos valores se encuentran relativizados al evidenciar el contraste con la convención: la solidaridad, por ejemplo, es un valor evidenciado en un circuito cultural cerrado, que es el barrio latinoamericano, pero es ejercida por una banda organizada, casi familiar. Lo demás, se lo dejamos al espectador.
(%=Image(9986509,»L»)%) Un elemento que merece mención aparte es la banda sonora. La imbricación de ésta con el filme logra ser de tal pertinencia, que se puede perfectamente identificar con el mismo guión. Es la música de nuestras calles: hablamos de Desorden Público, La Corte y Bacalao Men, entre muchos otros, cada uno expresando una particular perspectiva de una realidad común. Y es que uno de los logros más impactantes de esta película, es el poder observar y percibir cada elemento sin juicios de valor: en el contexto en que se desarrolla el filme, cada pieza musical adquiere una capacidad significativa tan profunda que es inevitable olvidarse de preferencias musicales, porque, insistimos, el tratamiento formal que hace Venturini de un tema que puede parecer tan desgastado, convierte a cada elemento en “signo”.
Por tanto, si cada elemento adquiere esta condición, estamos entonces en presencia de una película que puede ser retrato de la vida de una ciudad cualquiera, de un dilema de un hombre cualquiera, pero ante todo, asistimos, a un “hacer” cinematográfico que hace de Tres Noches algo tan propio como compartido. Esta capacidad de significación ha hecho posible el reconocimiento del medio cinematográfico tanto nacional como internacional, como en La Habana, Bogotá y Nueva York, en donde se presentara a principios del mes de septiembre de este año. Tres Noches ha sido galardonada con ocho premios de calidad por la Cinemateca Nacional.