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Médico bogotano desmitifica valor terapéutico de la “caña”

Acabar con un mito popular o urbano, no es bien visto socialmente. A la gente le gusta creer en cosas, aunque no sean verdad. Sobre todo cuando tienen que ver con el hábito de tomar y de las bebidas.

El médico colombiano Carlos Fernández, asesor médico de El Tiempo de Bogotá, esta semana ha osado desmitificar (en un probable intento fallido) lo que consideró “que entre los tomadores una serie de mentiras que culturalmente se han afianzado y que vale la pena derribar”.

Con ello, trató de desmentir ese dicho popular que señala “que los niños y los borrachos dicen la verdad, pues no es cierto”, aseguró.

Una aseveración que no debe haberle gustado, tanto a los tomadores, como a quienes destilan, envasa, distribuyen y/o venden, las bebidas alcohólicas en la hermana república de al lado.

Siendo adolescente, en un viaje familiar a la isla colombiana de San Andrés, conocimos a un humorista colombiano de Medellín, que tenía el nombre artístico de “Barrilito”.

Este humorista, los cinco días que nos hospedamos en el hotel, siempre lo conseguimos sentado en una butaca en el lobby. Frente, tenía una mesita donde destacaban cinco objetos: una botella de brandy, un vaso siempre lleno, un litro de leche, una caja de cigarrillos, un encendedor y un cenicero.

Durante los cinco días que nos alojamos en el hotel, saliéramos o entráramos, Barrilito estaba tomando.
Invitaba a cuantos pasarán frente a él, a acompañarlo en su bebida. Lo que quiere decir, que en esos cinco días, invitó prácticamente a todos los huéspedes.

Picado por la curiosidad, hubo un momento en que mi padre aceptó sentarse con él, y aceptar su recomendación de tomar brandy con leche.

En el primer cruce de palabras, mi padre le preguntó que cómo hacía para aguantar día y noche. A lo que el humorista le contestó que él tomaba “saludablemente”. “La leche no hace daño a nadie”, puedo asegurar que fue la respuesta que dio. Recuerdo que tengo a pesar de los años transcurridos.

Mitad en broma, mitad en serio, mezclar con leche una bebida alcohólica (para que no haga daño o no me pegue) es uno de esos mitos a los que los tomadores, por no decir borrachos, se aferran con gran fervor.

Como todos los que tiene una adicción, por lo menos en su fase inicial, quienes comienzan no tienen la noción de haber emprendido el camino del alcoholismo, o de cómo decimos en venezolano: “echarse unos palos”.

Las excusas para el frecuente empinamiento del codo, son variadas: tomo para combatir el estrés, hay que mantener la tensión arterial a raya, aligera la circulación sanguínea, previene los infartos, baja las angustias, entre otras. Aunque son muy pocos los que expresen que toman “por que les da la gana”. Lo que debe ser la razón principal y más genuina, pero oculta.

Como podemos observar de la pequeña lista anterior, en la opinión de los tomadores, el alcohol es medicinal, preventivo y terapéutico; como también se desprende de lo que considera “unas mentiras”, el doctor Fernández en su nota publicada en el diario El Tiempo.

Las 11 mentiras

Estas son algunas de las más comunes, según la investigación del doctor Carlos Fernández:

1) Tomar de vez en cuando no hace daño

El daño que produce el alcohol no depende del día de la semana en que se ingiere sino la cantidad, la frecuencia y la velocidad con la que se bebe. Si estas son elevadas un sólo día de la semana, los riesgos son terribles.

2) Las bebidas suaves emborrachan menos

El alcohol es uno solo, independientemente del tipo de bebida, y su impacto en el cuerpo depende de la graduación alcohólica del trago y de la cantidad consumida. Una garrafa de sangría es tan lesiva como una botella de aguardiente.

3) Con un solo trago puedo manejar

Eso es falso: aún en pequeñas cantidades, el licor afecta los reflejos y la percepción del tiempo y del espacio.

4) El trago alegra y estimula

Nada de eso, el alcohol es un depresor del sistema nervioso; puede que dos tragos depriman lo inhibido, pero si se sigue tomando inevitablemente se va a fundir y sentir aburrido.

5) Mi organismo es resistente al trago… Nunca me emborracho

Eso es más grave, porque significa que se ha desarrollado una tolerancia al alcohol y cada vez se necesita más para producir algún efecto.

6) El trago quita el guayabo

No es cierto: los efectos del alcohol sólo se calman cuando éste se elimina del cuerpo; eso ocurre a la velocidad de un aguardiente o un vaso de vino por hora, en un hombre de 80 kilos; en las mujeres ese proceso es más lento. Mientras tanto, mejor duerma e hidrátese.

7) El alcohol facilita el sexo

Hay que entender que es un depresor y puede inhibir la respuesta sexual. Con un poco puede haber cierta desinhibición, pero después el efecto será el contrario.

8) Chile, granos de café y pan engañan el alcoholímetro

Nada es verdad, el alcohol también se elimina por la respiración y por más que se enmascare, el alcoholímetro lo detecta.

9) Tomar con la barriga llena emborracha menos

Puede que el alcohol se demore un poco en ser absorbido, porque la grasa lo mantiene más tiempo en el estómago… pero después el trago hará su efecto.

10) El aguardiente con ajo es un buen purgante

Es una costumbre muy arraigada, pero no existe ninguna evidencia de que esto sea cierto; ahora, los efectos del alcohol sí se quedan ahí, y si es un niño, mucho peor.

11) El trago “light” y sin azúcar es más sano

Eso es mentira, la mayoría de los licores se producen a partir de melazas u otro tipo de azúcares. Que tenga menos cantidad por concentración es otra cosa; al final, los efectos son los mismos, porque la gente tiende a tomar más.

Cierra su nota el médico Carlos Fernández, advirtiendo que “el trago ni cura el frío ni quita la gripe. No se elimina todo por el sudor y la orina. ¡Ah!… tampoco es un embellecedor”.

Con información de El Tiempo de Bogotá.

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