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El PIB en Comunicaciones, la excepción de un país en crisis por William Peña

La economía venezolana lleva muchos trimestres deteriorándose, marcada por una agenda gubernamental en la que lo más importante fue el posicionamiento político ideológico por encima del económico, un sistema de dominio de masas, sobre todo en las más vulnerables, que logró mantenerse firme gracias a los ingentes recursos provenientes del petróleo, que le generaron a la nación más de un billón de millardos de dólares en los últimos 17 años y que sirvieron para derrochar a lo grande a la revolución chavista.

Pero eso se acabó y el esfuerzo político, ideológico, soportado por el despilfarro de los recursos y que el Gobierno creyó era suficiente para perpetuarse en el poder, gracias al billete, resultó ser más circunstancial y los venezolanos comenzaron a exigir un cambio que, en diciembre pasado, apenas dio su primer resultado.

Un resultado político que, entre sus primeras metas, busca cambiar la tragedia económica que se instauró en el país desde hace unos cuantos años y que, hoy día, apenas florece.

Y para muestra de ello, de ese desastre, está la presentación de los resultados del Banco Central de Venezuela, que terminaron por desnudar la terrible situación en la que se encuentran las actividades económicas en el país, salvo algunas excepciones como la actividad Comunicaciones, que mantiene constancia, aunque decreciendo considerablemente, en sus aportes al PIB en una economía prácticamente quebrada.

El sector en pleno, que también ha sido golpeado desde hace bastante tiempo, sin acceso a divisas, con retrasos en la evolución de plataformas, con cada vez menos disposición de productos, equipos, entre otros,  a diferencia del resto, aún cuenta con millones de ciudadanos dispuestos a sacrificar cualquier otra cosa antes que sus servicios de telecomunicaciones, lo que, por supuesto, le sigue dando un sitial más o menos privilegiado en medio de un país que se cae a pedazos.

A ello debe sumarse que los servicios tienen años siendo subsidiados y las tarifas controladas desde el Gobierno, lo que también contribuye con un mayor consumo por parte de los clientes, que pueden disponer de servicios baratos, sin mayores aumentos, en un entorno de grandes desequilibrios y distorsiones. Todo ello genera una sensación de crecimiento en la demanda de servicios por parte de la población, que es absorbida por el sector para su aparente beneficio y, por ello, los números pueden verse reflejados como un éxito en un PIB general que se contrae vertiginosamente.

El sector, por su parte, ha logrado superar escollos, sobreponerse a todas esas limitaciones y sobrevivir en medio del desastre, pero sus aportes al PIB han mermado y, aún cuando siguen siendo positivos, su decrecimiento se acentúa.

Según los datos oficiales, la actividad logró, en promedio, aportar 2,6 puntos al PIB en los primeros nueve meses del año (no hay cifras del último trimestre), un número bajísimo pero que, en comparación con el resto de actividades, es sencillamente brillante.

Al compararlo con el mismo periodo del año pasado, la actividad decreció en aportes poco más de 2,4 puntos, pues en 2014, por ejemplo, en los primeros nueve meses del año, Comunicaciones aportó al PIB unos 5 puntos del conglomerado en un entorno ya marcado por la recesión.

Desde el año 2009, los aportes vienen cayendo. La actividad, que alcanzó aportes superiores a los 20 puntos anualmente al PIB Nacional en 2008, considerándose una fuente de generación de riqueza, empleo, entre otros, importante además del petróleo para el país, terminó el 2015, siete años después, justo el periodo de mayor control, presión y deterioro económico, con cerca de 90% menos en aportes en el conglomerado particular (sólo 2,6 puntos) una cifra que retrata una realidad que el resto de actividades vienen padeciendo desde hace tiempo.

Pero a pesar del decrecimiento acelerado de los últimos tiempos, la actividad lleva unos 47 trimestres consecutivos en positivo y se estima que podría mantener ese ritmo, aunque cada vez más afectado, sobre todo si el Gobierno mantiene controlado a base de subsidios y regulaciones al sector. Y es que las limitaciones y frenos a los ajustes empresariales en la actividad de Comunicaciones en una economía con inflación y deterioro constante, sólo servirá para que los usuarios, los que aún puedan, incrementen más el consumo de unos servicios ya deteriorados, pero que, ante sus ojos, seguirán siendo económicos por el subsidio y las tarifas reguladas o congeladas y muy poco importará que éstos sean cada vez de menor calidad.

Es por ello que el aporte real al PIB de la actividad Comunicaciones podría ser digno de un mayor análisis, pues a diferencia de otras actividades, ésta, en parte, se nutre de una plataforma de servicios desarrollada, que en el algunos casos fue implementada para soportar crecimientos proyectados a futuro, como es el caso de la Cantv en manos privadas, que desarrolló una infraestructura que, aún cuando desde la renacionalización no volvió a recibir mejoras, logró soportar los crecimientos en clientes en todo este tiempo, aunque hoy día ya su capacidad está desbordada.

Eso permitió que la actividad lograra mantenerse, pues aún cuando no recibió mayores recursos para evolucionar, las plataformas mantuvieron ofertas que lograron suplir demanda, sobre todo en servicios tradicionales del sector telecomunicaciones. En cambio, el resto de actividades, la mayoría anclada a más restricciones, no contaron con esas ventajas, pues para el sector Construcción, por ejemplo, no es fácil incrementar sus aportes al PIB sino se tiene la materia prima para la construcción de viviendas. Y, en Venezuela, hay escasez hasta de cabillas.

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