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Roberto De Vries: «Sólo tenemos tiempo para sobrevivir»

El cuadro socioeconómico que vive el país es terrible. Mensualmente el costo de la vida aumenta en no menos del 10%, lo que proyecta que este año 2015 la inflación acumulada se acercará al 180%.

Los salarios no alcanzan para afrontar lo que una familia requiere para vivir dignamente. Los jóvenes, a esos niveles de salarios, sólo pueden soñar con tener una vivienda, propia o alquilada.

Las oportunidades de trabajo son escasas, como cualquier producto de primera necesidad. Tampoco pueden adquirir un vehículo. Ya nadie piensa en acogerse a una jubilación, a menos que se disponga a tomar otro trabajo.

Conversamos con el médico psiquiatra Roberto De Vries, en torno a la manera en cómo los venezolanos están afrontando esta realidad.

—¿Cómo están reaccionando los venezolanos frente a la crisis que vive el país?

—Hay diferentes perfiles, diferentes tipos de reacciones. Tratando de sintetizar, es muy complejo. Desde el punto de vista psicológico es una cosa. Desde el punto de vista emocional es otra. Y el social es otra.

El país lo podemos dividir en tres partes. Hay un país que puede decirse es el país del chavismo. Siguen apoyando al proceso, no revolucionario ya, sino al gobierno de (Nicolás) Maduro con toda una serie de elementos, y tiene que buscar excusas muy grandes para poder justificarse ante los demás.

En segundo lugar, está un país opositor muy confundido porque, en la misma medida que cae la popularidad del gobierno, no aumenta en forma directa y evidente por muchos factores.

Hay un tercer país, que es un país indiferente. Que realmente merece la atención.

Hemos enfocado al país bajo muchos puntos de vista, y hemos encontrado una guía de cómo pasa con esto. Si lo quisiéramos resumir todo: es un país insatisfecho, que no encuentra salida, y que tenemos un diagnóstico muy terrible: el diagnóstico que hemos hecho, que resume los tres países, dándole importancia igual a cada uno de ellos, son diez elementos, como un diagnóstico médico.

Son 10 puntos con ausencias o malas presencias. Podemos hacer un libro de esto.

—¿Cuáles son esos 10 puntos?

—La primera es la ausencia de amor. El venezolano no ama ni es amado en sus tres elementos básicos de conducta del amor: el acercamiento, la aceptación del otro y el mejoramiento del otro. Todo amor debe conllevar esas tres acciones.

Los venezolanos amamos a puro acercamiento, y ahora muy sectorizados. Esa falta de amor implica el comienzo de toda la red, de toda esta consecuencia negativa que, más que un problema político, es un problema mental en donde lo fundamental es la ausencia de compromiso. Si no amas, no te comprometes.

El segundo, que viene como consecuencia del anterior, es una ausencia o mala presencia de valores. No hay valores. No hay consciencia. La gente que tiene valores no tiene consciencia por la supervivencia. No hay valores con los cuales nos hagan sentir valientes, enfrentados. Nos hagan sentir valiosos.

Esa ausencia de valores va a generar realmente un gran pragmatismo. Entonces, todo vale. Esto es básico y característico de sociedades supervivientes.

El tercer elemento, que es al que me he dedicado últimamente, es muy duro. En este punto aclaro que todo es un diagnóstico terrible, pero todo depende del tratamiento. Es decir, lo duro del tratamiento no implica la pérdida del país, sino el reto que tenemos los venezolanos para superarlo; es el análisis de conocimiento del venezolano. Hay una ausencia de conocimiento.

Explico la diferencia entre conocimiento y entendimiento: los venezolanos por nuestra inteligencia y desarrollo, entendemos todo, pero no conocemos nada. Todo el mundo entiende de todo, pero cuando describimos una situación, empezamos a encontrar que el venezolano no describe, no conoce. Entender sin conocer conlleva a una cosa terrible que son los delirios.

Todos deliramos, en el sentido psicológico de la palabra. Todos tienen un mundo interno que no logra comunicar por la ausencia de conceptos y conocimientos que tenemos. No lo interpretemos como falta de inteligencia. Somos muy inteligentes para entender una serie de cosas que no entendemos.

El cuarto elemento, básico también, es la ausencia de emociones. Hay un cuadro de anestesia emocional, no sé si llamarle alexitimia, estoy llevando un diagnóstico individual a uno colectivo, que es una incapacidad para sentir emociones. Esto hace como si nos colocáramos anestesia emocional para no sentir y no sufrir.

—¿No vemos la realidad, sino que vemos una película?

—Y más con todo lo anterior. Todos estos elementos, y con la ausencia de conocimiento, no vemos sino la película, y nuestra película, la que estamos haciendo cada uno. Entonces, no la podemos comunicar.

El quinto elemento es muy duro porque es la ausencia de poder. No tenemos capacidad para hacer lo que queremos, para no hacer lo que no queremos, para prescribir y para prohibir.

En esa ausencia de poder, que es dramática, ¿cuál es solución?: que cuando apenas sentimos algo de poder, reaccionamos con abuso de poder. Cuando sentimos que tenemos un medio poder, abusamos.

Esto nos lleva a un sexto elemento que es la ausencia de capital social. No hay capital social. No vislumbro capital social.

—¿En qué sentido capital social?

—El enriquecimiento que hay de la relación entre los venezolanos. No hay capital relacional. No es que si somos simpáticos, o no lo somos, es el capital social con lo que se forma valores compartidos, con la confianza en el otro, con la eficacia comunicacional. En el fondo va a dar un sentido de no pertenencia.

Cuando tenemos este diagnóstico, de falta de capital social, no concibo cómo una sociedad se puede desarrollar sin capital social. Ese fue un esfuerzo muy grande por parte de mucha gente en los años 80 y 90 para generar algo de capital social, y ahorita no encontramos.

El séptimo punto nos va a llevar a algo muy dramático: es la ausencia de mensajes. Nadie tiene nada importante que decirle a otro. Esta ausencia de mensaje va a llevar a algo muy duro que es la ausencia de liderazgo. Si no hay mensaje, no hay líderes. Tiene que ser únicamente un líder de fuerza. Un líder que se presente con algo mágico, porque mensaje no hay.

Siempre digo que ojalá alguien me diga que este diagnóstico es mentira. Me sentiría muy bien. Me siento con falta de conocimiento del país. No tengo data que transformar en información.

—¿Cómo es eso?

—A mí como médico (por ejemplo) me llegaban los informes epidemiológicos. Eso no existe. No los veo. Esa información como motor para el conocimiento, ¿dónde está?

Entonces, cuando tenemos ausencia de mensaje ¿cómo llenas un silencio vergonzoso?, lo llenas con ruido: escándalo, mas escándalo, mas escándalo. Eso va a pasar porque no hay nada que decir. La ausencia de mensajes y la ausencia de líderes lleva a una ausencia de democracia.

No hay democracia, porque sin todo lo anterior el único liderazgo que existe es un liderazgo de fuerza; porque quien tenía la fortaleza la pierde y lo que le queda es nada más la fuerza. Pero la otra parte no genera fuerza. Todo esto termina en donde está, quizás, el fin del comienzo: una ausencia de tiempo. Los venezolanos no tenemos, y al no tener tiempo ¿qué hacemos? Vivimos el momento. Y si vivimos el momento no tenemos tiempo ni para amar. No tenemos tiempo para buscar valores, ni para buscar conocimiento, ni para expresar emociones, ni para buscar y ejercer el poder, ni para tener capital social.

Entonces, es marginalidad, porque si no tienes tiempo, no tienes presente, no tienes pasado y no tienes futuro.

La neurociencia dice, que si no tienes pasado, no tienes memoria. Y sin memoria, no tienes planificación. Y sin planificación, no tienes futuro. Por lo tanto, pierdes el tiempo de tu vida, el único que tienes, haciendo colas para una comida en el Siglo XXI.
Ese es un diagnóstico. Esto es político. Esto es mental. Es educacional. Esto es consecuencia de todo lo que hemos vivido durante toda nuestra historia, en donde han habido pésimos líderes que, sobre todo, no han tenido, a mi juicio, conocimiento.

Ese es el límite entre conocimiento y entendimiento. Nos hemos conformado con entender.

—¿Cómo el venezolano hace terapia frente a eso?

—La forma como lo está haciendo, sin racionalidad, es una forma de escape, de posponer el futuro en unas elecciones, en un cambio que va a venir, pero si no cambia esto ¿qué cambio va a venir? Aunque cambiara todo, todo seguiría igual. Porque lo que debemos cambiar es generar tiempo, amor, conocimiento, concienciar valores, toda esa serie de cosas. Pero ¿tienes la personalidad o quiénes son los grupos que hacen esto?

El diagnóstico es terrible. Ojalá estuviera equivocado y todo el mundo me lo rebatiera.

—¿Estamos frente a una alienación colectiva?

—No creo que estemos alienados colectivamente, pero son muchas causas. Es la misma alexitimia, falta de valores, trastornos de conocimiento, trastornos de la emocionalidad, y trastorno de poder que es la conducta.

—¿Cómo se saca al venezolano de eso?

—Con un liderazgo que haga liderazgo social, no con liderazgo político ni económico. Cuando ves el ejemplo trágico de Grecia, donde nació la democracia del mundo, y ves por una parte la economía y en el otro la política, entiendes que el capital político y el capital económico no son los verdaderos capitales del ser humano, con todo el respeto a cada uno. Porque uno nos da la posibilidad de convivir con el poder, y el otro nos da el bienestar. Pero está ese ser humano ahí, manejado por estos dos poderes.

La desesperación del poder político es tomar el poder social, para poder ponerlo en su agenda. Pero ni siquiera los liderazgos políticos tienen nombre particular, a menos que no se considere que el demócrata es el líder social.

No tienes que ser político para ser demócrata. No tienes que ser un industrial para ser demócrata. Tienes que ser básicamente demócrata, y a partir de ahí es que va surgiendo la especialización de capitales: el capital político, que nos va a ayudar a mover el mundo, y el capital económico que nos va a dar bienestar.

—¿Venezuela fue siempre así como señala el diagnóstico?

—Creo que tenía un rumbo. Los líderes se agotaron luego, después del experimento de la democracia en el 58. Veinticinco años después empezaron a ceder por falta de valores, de toda una serie de situaciones. Vino un mundo muy complicado, que fue el mundo de la interdependencia, no se comprendió, no hubo el liderazgo acorde con esto. Había una clase olvidada, nunca tomada en cuenta, y esa clase encontró un líder – e inclusive un liderazgo a nivel mundial.

De todo esto (y eso es lo positivo), puede ser muy grave, pero maravilloso si nos damos cuenta de los errores que hemos cometido. No importa sino el para qué vivimos esto. El «porqué» puede ser objeto de muchas discusiones, pero el «para qué» creo que es lo importante.

Si tomamos este diagnóstico –que es mi aproximación- del país, sentimos que podemos actuar.

Este esquema expone que la gente, de acuerdo a sus posibilidades, escoje una vía para luchar contra alguna de estas diez ausencias. Así que cada quien asuma, y eso va aportando. Pero ahorita estamos sobreviviendo a la falta de comida, al desabastecimiento, a la falta de una serie de cosas. Realmente es muy injusto que en el Siglo XXI esté pasando esto.

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