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Reporte de un amor

Un sombrero ridículo Una tímida alumna irrumpe en el despacho del profesor Martin Heidegger el 10 febrero de 1924. La joven de 20 años y el profesor de la Universidad Marburgo conversan sobre Platón y el rol de la Filosofía; la muchacha del «sombrero demasiado ridículo» y el «impermeable demasiado grande» es Hannah Arendt.

Los vaivenes de una historia de cinco décadas han llegado al Teatro de la Asociación Cultural Humboldt de Caracas, en la pieza del dramaturgo argentino Mario Diament: Un informe sobre la banalidad del amor.

Bajo la dirección de Luigi Sciamanna, quien además personifica a Heidegger, y la actuación de Mariaca Semprún como Hannah Arendt, la obra recrea la relación entre dos personajes cuyo pensamiento marcó un siglo.

Gestación en Todtnauberg Heide g ger per ma ne c e en Marburgo entre 1923 y 1928. A las afueras de la ciudad él y su esposa Elfride construyen la mítica cabaña de Totdnauberg, lugar que se convertirá en refugio del filósofo. A las pocas horas de un primer encuentro en su despacho, Heidegger le dirige una carta encabezada: «Querida señorita Arendt»; cuatro días después la carta va dirigida sin reservas a su «querida Hannah».

En esos años se irá gestando la obra capital de Heidegger, Ser y tiempo, publicada en 1927. Arendt se convierte en su «musa» silenciosa. Luego de dos semestres de fortuitos encuentros, Hannah se traslada a Heidelberg a continuar sus estudios de doctorado con Karl Jaspers; fue la primera separación en un rumbo pleno de vicisitudes.

Ser y tiempo pronto se convirtió en un clásico de la Filosofía occidental por su originalidad y audacia intelectual. Heidegger define al hombre o Dasein (serahí) en función de la pregunta por el sentido del Ser, desde el aquí y ahora. Las nociones de existencia auténtica e inauténtica impactaron el clima espiritual de los difíciles años 20. Muchos vieron en ellas una referencia a la época, una crítica a la masificación y al crecimiento de las ciudades, a la ruidosa vida pública y al consumismo, al desasosiego y extravío de un tiempo turbulento que impedía «la autenticidad».

En este primer período predomina en Heidegger un rasgo individualista, que se verá transformado por la toma de posición política del filósofo a favor del nazismo en 1933.

De la caverna a la acción En la pieza de Diament, que mezcla hechos con recreaciones teatrales, Heidegger y Arendt se encuentran en Berlín a mediados de 1930.

Ya el nazismo está tomando las calles y entre estas dos almas tan afines en el terreno del amor empieza a abrirse un abismo insalvable. Martin delira en la esperanza de una «gran oportunidad», la del cambio que está por estallar en Alemania; Hannah, perspicaz y escéptica, no da crédito a lo que escuchan sus oídos.

Entre 1931 y 1932 Heidegger dicta un curso sobre Platón, y en su lectura del mito de la caverna comienzan a producirse significativas modificaciones de sus propuestas filosóficas; lo que hasta ahora era un Dasein radicalmente aislado y «arrojado» al mundo, se convierte en llamado para salir de la caverna hacia la sociedad.

En la pieza de Diament, que mezcla hechos con recreaciones teatrales, Heidegger y Arendt se encuentran en Berlín a mediados de 1930. Ya el nazismo está tomando las calles

A partir de ese momento la Filosofía pasa a tener un rol activo en la historia. El partido Nazi y su líder fueron vistos por Heidegger como instrumentos idóneos para combatir la crisis en que se encontraba la República de Weimar; la revolución hitleriana se convierte en un evento poderoso para el serahí. «Hay que adherirse», dice Heidegger a Jaspers poco antes de aceptar el rectorado de la Universidad Friburgo.

Las preciosas manos del Führer A las puertas de la Segunda Guerra Mundial, Hannah entiende que su condición de judía la obliga exiliarse, rumbo a los Estados Unidos. La obra de Diament describe una reunión de despedida, en la que los reclamos obstaculizan a los amantes un nuevo punto de unión. Heidegger intenta justificar colaboracionismo con los nazis; Hannah, de su lado, dice adiós a una Alemania que se convertirá en recuerdo.

Las acciones de Heidegger durante esos años desconcertaron a muchos; su nazismo y la aceptación del rectorado fueron síntomas palpables de su convicción de que Hitler lograría que Alemania tomase conciencia de su «verdadero ser». Las razones de su empatía con los nazis no fueron meramente racionales; en Heidegger hubo, como en la mayoría de los alemanes de entonces, un compromiso emocional con la revolución y su jefe.

El filósofo crítico se dejaba ahora embriagar por el carisma del Fuhrer, cuyas «preciosas manos» Heidegger alabó una vez, colocando en ellas el futuro y la consecuente tragedia alemana. No sería la primera ni la última vez que un intelectual de categoría sucumbe ante el mesianismo político.

El reencuentro El 27 de noviembre de 1944 entran los aliados y bombardean Friburgo. Heidegger debe huir y permanece en un estado de pánico hasta que finaliza la guerra. Él, como muchos otros colaboracionistas, tuvo que comparecer frente a los Juicios de DesNazificación. La «Comisión Depuradora», luego de meses de interrogatorios, deciden retirarle su licencia de docente, su empleo y su biblioteca. Por sugerencia de Jaspers en un informe, Heidegger ya no está en condiciones de dictar clases, pues su enseñanza es una «amenaza para la juventud», por su forma de pensar «dictatorial y carente de libertad».

En febrero de 1950 Arendt volvió a Alemania y visitó a Heidegger. El maestro y el hombre, el amante y el derrotado, acudió al llamado de Hannah y conversaron largamente. Movida por un sentimiento de compasión Arendt decide ayudarle y escuchar sus justificaciones, por vanas que fuesen después de la impronta de la guerra. Luego del reencuentro, mantuvieron una relación amistosa, permeada por la memoria del pasado. Arendt se convirtió en el custodio editorial de Heidegger en Estados Unidos, tarea que realizó hasta su muerte en 1975. Heidegger la siguió un año después.

Un amor en las tablas Hasta mediados de marzo proseguirá la presentación de la estupenda pieza de Diament en la Asociación Humboldt. En una austera puesta en escena, Sciamanna interpreta a Heidegger con naturalidad y profundidad; el movimiento de las manos, la cadencia en su hablar, son aspectos que nos acercan al filósofo a través de una actuación destacada. Por otro lado, Arendt, la «gran pasión» de Heidegger, es interpretada por Mariaca Semprún con tino y sensibilidad, personaje que va creciendo en vigor y profundidad cada escena.

El sutil entramado de los diálogos teje la historia, ofreciéndole al espectador una ponderada visión de las razones que unieron a estos complejos personajes, así como de las circunstancias que les condujeron por tan distintos caminos.

Fuente:elnacional.com

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