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Rafael Araujo quiere ser recordado como el “señor del papagayo”

El olvido quizá sea el mayor temor de cualquier artista. Rafael Araujo —conocido popularmente como el “señor del papagayo”— se ha ganado poco a poco, en los últimos cuatro años, un lugar en la memoria de los venezolanos y tal vez ha logrado lo que muchos creadores aspiran: poder ser recordados.

Sin proclamarse como un artista, pero con la fe en el poder de la creación como una forma de cambiar lo que no está bien, la historia personal de Rafael Araujo y de cómo se convirtió en un símbolo de las protestas de una convulsa Venezuela, tiene que ser contada desde la política, las redes sociales, los medios de comunicación y, por supuesto, desde una visión particular de lo que implica el arte.

La traición como el detonante de la creación

Rafael –como lo llamaremos de ahora en adelante en esta nota- dice que es no es bueno para recordar fechas, pero no olvida que Chávez lo traicionó y eso, de alguna u otra forma, fue un detonante.

“Chávez traicionó su palabra, porque a pesar de que él venía como un candidato como cualquier otro, nunca habíamos visto uno que de la noche a la mañana traicionara su palabra de forma tan brusca; dijo una cosa un día y al siguiente hizo otra distinta, por ejemplo. Y esta gente que gobierna tiene la misma manera de proceder: prometen y dicen cosas, se contradicen, y en la acción hacen algo distinto”.

Con 64 años, habitante de la parroquia La Candelaria en el Oeste de Caracas, y en el pasado casado pero sin hijos, Rafael recuerda -en esta entrevista del mediodía de un miércoles previo a un domingo electoral- que «tuvo la visión» de que el Gobierno que inició con el expresidente Hugo Chávez utilizaría el arte como una herramienta política.

“Yo sabía que esta gente iba a utilizar el arte políticamente, tuve esa visión; nunca han puesto una canción de Simón Díaz, por ejemplo, que es una gloria nacional, un representante de la música folclórica venezolana; es como si no existiera”.

Rafael estudió unos años dibujo y pintura en la Escuela de Artes plásticas Cristóbal Rojas, en la década de los años 80, otro momento de tensión política y social en la historia contemporánea.

“Por eso me propuse combatir la mentira con el arte. Cuando estudié nunca pensé en hacer arte político, digamos, pero nada se escapa de la política, en ningún lugar, ciudad o país”.

Y así fue como concibió la idea de crear una forma de protesta, que fuera llamativa, pacífica, inocente pero contundente, con pegada.

“Siempre vi la política desde afuera, nunca me interesé en eso. Y antes de que llegara Chávez la política era como una forma de discusión acerca de nuestras diferencias, como un Caracas – Magallanes, por ejemplo, pero hoy no es así, hoy las penurias que ahogan al ciudadano hacen que la política esté ahí, día a día, y por eso ahora todo depende de lo que hagan todos los ciudadanos”.

Un papagayo que vuela por el aire de las redes sociales

El primer papagayo que Rafael hizo medía aproximadamente tres metros -recuerda-, lo armó para llevarlo y elevarlo en una marcha hacia la sede de la Defensoría del Pueblo, “donde estaba aquel defensor del pueblo que dijo que no había presos políticos, sino políticos presos” hace unos 10 años; la convocatoria estuvo a cargo del dirigente del partido Alianza Bravo Pueblo (ABP), Oscar Pérez. El papagayo de Rafael en esa oportunidad era una bandera nacional gigante, pero se rompió y tuvo armar otro más pequeño. Se decanto así por un papagayo de color amarillo, con letras negras; un contraste que fuese lo más llamativo posible.

“Cuando estudié un profesor nos dijo que podíamos hacer arte con cualquier cosa, la cuestión está justamente en poder hacerlo, lograrlo; puedes intentarlo y fracasar. Si tú le dices a alguien que agarre una piedra y haga arte, seguro dice que no puede, pero fíjate, ahí tenemos lo que hace el artista de las piedras en el Ávila”.

De negro madres caminan hasta la Comandancia de la GNB en El Paraíso
Foto: @PrensaMCM

La frase de aquel papagayo era, ya en ese momento y como ahora, «libertad».

“Yo me llevé el papagayo hacia uno de los puntos de salida, que era en la avenida Libertador, entonces me adelanté y lo elevé; en ese momento muchas personas que me dijeron que se veía desde muy lejos y yo sabía que iba a llamar la atención porque era algo original, nadie había hecho un papagayo con una frase, con una palabra, que tuviera que ver con la política o para participar en una protesta”.

Rafael recuerda que en las siguientes protestas o manifestaciones en contra del oficialismo y, concretamente, del Gobierno no siempre elevaba el papagayo, entonces se dio cuenta que no solo el aire era fundamental para que aquel elemento simbólico de protestas llegara lejos.

“Muchas personas me peguntaba por qué no lo elevaba, entonces me di cuenta que el papagayo llegaba más alto por las redes sociales que por el aire, porque las redes son muy poderosas en esta época, por los medios de comunicación, por las fotos, tanto así que llega a otro país. Una vez un señor italiano me dijo que yo era muy conocido en su país. ‘ah, usted es muy conocido allá en Italia, es a usted al que le dicen el señor del papalote’, y yo no he ido ni a Colombia. Ese es el poder de esta época y hay que utilizarlo”.

El lado oscuro de exigir libertad y protestar

La crisis política y económica en Venezuela alimentó poco a poco, sin prisa pero sin pausa, el descontento social, lo que propició que ONG Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea) calificara cómo la primera rebelión popular del siglo XXI el ciclo de protestas de cuatro meses intensos, consecutivos. En ese contexto, 2017 fue el año de más crudeza en cuanto a represión por parte de los cuerpos de seguridad del Estado.

De abril a julio las calles del país se llenaron de malestar y con gas lacrimógeno, pintura, fuego, agua y balas, la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y la Policía Nacional Bolivariana (PNB) –y también grupos civiles armados- protagonizaban los episodios de enfrentamientos más cuestionados y polémicos en la historia reciente de los Derechos Humanos en Venezuela que dejaron un saldo de más de 120 personas fallecidas.

Rafael no escapó de esa situación y, como muchos venezolanos que padecieron la represión del Estado en carne propia en los más de cien días de protestas en contra del Gobierno, fue integrando un grupo de personajes simbólicos, referentes que, como en otros lugares del planeta donde los abusos de poder generan rabia, aparecen y se quedan en el imaginario colectivo más inmediato.

“La gente conoce algunas cosas pero he recibido amanezcas de militares, de policías, a veces cuando uno está en una protesta solo, muchas personas te pueden decir cosas, claro, nunca comparado con las cosas que han sufrido algunas personas en las ultima protestas, que son situaciones más extremas, pero sigo aquí”.

La ruta

Rafael confiesa que tiene una ruta fija para aparecer con su papagayo.

“Sobre todo en el este de Caracas, porque es una zona más tranquila y me siento un poco más seguro, aquí la policía no es tan política como en el oeste, en donde me pudieran agredir, y eso es sinónimo de que no hay libertad, porque si la hubiera, yo pudiera ir a la Plaza Bolívar aquí en Caracas, por ejemplo, con un papagayo que diga ‘libertad’, pero en este momento está mal visto porque aseguran que hay libertad cuando sabemos que no es así”.

Y aunque Rafael admite que un principio le constaba salir con su papagayo en la zona de la que es habitante, en La Candelaria, dice que sería el colmo que no protestara en este momento en esa parroquia de Caracas.

“Al principio me costaba un poco salir, pero ahora no porque la popularidad del régimen ha bajado considerablemente; allá me aceptan mucho más que antes y, de hecho, por allá participo mucho en protestas, en actividades con los ciudadanos. Llego con mi papagayo sin que me vean mucho y cundo llegan los medios saco el papagayo, lo importante es que el mensaje llegue a través de los medios que estén en el lugar”.

 Una perspectiva política

Más allá del balance que han podido hacer los actores políticos del país, de oposición y oficialismo, sobre la profunda crisis económica, política y social, existe un recuento de gran valía: el del ciudadano común, como Rafael.

“La gente llegó a la situación extrema que vimos por todas las necesidades y por todo lo que se ha perdido: libertad, derechos humanos, alimentación, trabajo. Por eso la gente se fue a la calle, pero obviamente la gente se desgasta, la ciudadanía también se cansa, por más crítica que sea la situación. Ahora, después de todo lo que pasó, pensándolo bien la mayoría quiere votar, por más disgusto que haya, entonces yo creo que tenemos que ir en esa dirección, porque si no vamos a votar, tendremos un resultado peor que el podemos lograr si votamos”.

Hasta que el cuerpo aguante

Ante la pregunta de la nueva dimensión de resistencia que posiblemente comience en el país a partir del domingo 15 de octubre, tras los comicios regionales, Rafael no duda en decir que seguirá con su papagayo “hasta que el cuerpo aguante”.

“El papagayo es mi manera de expresarme y voy a seguir hasta que el cuero aguante. Siempre voy con las noticias, sean buenas o sean malas, y eso estará en mi papagayo. La comunicación de un artista es distinta a la mía, porque yo soy de la calle: la gente me saluda, me tocan corneta, me sonríen, esa una forma mucho más directa para hacer llegar mi mensaje”.

Un ejercicio de imaginación

Imaginar un país distinto, para muchos, es quizá una forma de soportar la compleja realidad venezolana. Rafael lo hace y cree que eliminar lo negativo empieza por las cosas simples.

“Me he imaginado que el país se encauce y sea un país normal, democrático, con instituciones que funcionen y que el ciudadano tenga cómo vivir tranquilamente; entonces lo primero con lo que yo saldría sería con la cultura, por ejemplo, no se dice haiga, se dice haya. Empezando por ahí, por las cosas simples, hay que eliminar lo negativo y hablar bien, sin tantas groserías».

 

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