Profesor Briceño: Como padre soy “un gran alcahueta”
El popular profesor, comediante y locutor, José Rafael Briceño, es un hombre multidisciplinario que día a día divide el tiempo entre su familia y su trabajo. Procura hacer una planificación para que le dé tiempo de cumplir con todos sus roles. Sin embargo, afirma: «primero, la ciudad, y, luego, este negocio en particular, impiden que uno pueda planificar con absoluta certeza. Pero, por otro lado, como es un trabajo sin horario, surgen posibilidades de que quizá un día las niñas no tienen clases y se vienen conmigo o las llevo a las grabaciones diciéndoles que les va a encantar, entonces voy haciendo un malabarismo cotidiano, agotador al principio, porque juro que tengo planificado exactamente cuánto es el tiempo».
Sin embargo, a pesar de cumplir con diferentes actividades al día, el locutor del programa radial Que se vayan todos, se considera una persona multitasking, pero «yo a eso le tengo miedo, porque siempre implica que hay alguna cosa que estás haciendo mediocremente. Creo que lo que uno tiene que hacer, o por lo menos en la tarea mental en la que estoy en estos días, es aprender a crear compartimientos, es crear esos espacios de ‘esto es lo que estoy haciendo’: voy a estar con los chamos, voy a estar escribiendo, o lo que sea, pero vamos a hacerlo, porque el tema del multitasking a mí no parece una virtud. Me parece un excelente nombre para decir que alguna cosa está siendo mateada», afirmó.
De igual manera, el comediante asegura hacer una unión positiva entre el ámbito laboral y el ámbito familiar, pues muchas de las cosas de su vida personal las expresa en sus shows: «Yo hago humor con la verdad y mi verdad es mi vida. Por lo tanto, yo creo que hay muy pocas cosas de mi cotidianidad que yo no comparta al aire, que yo no meta en el show, porque prefiero hacer eso que inventar situaciones hipotéticas que en realidad no me han pasado, y yo creo que el humor es mucho más fuerte cuando viene de la verdad».
«Yo no creo en el divorcio»
«La familia lo es todo, porque es una decisión que tú tomas. Al menos en mi caso fue así, porque, la verdad, no creo en el divorcio. Si tú decides casarte es porque quieres tener algo que no tienes cuando vives con alguien, cosa que también hice en un determinado momento; la diferencia es que una cosa es para siempre y otra no. La familia es esa decisión que tomas de compartir con una persona el resto de tu vida, y de crear seres que van a traer lo mejor y lo peor de ti. Para mí, si yo tuviera el trabajo sin la familia, la verdad es que el trabajo tendría un sentido, pero habría un vacío importante», aclaró.
La decisión de formar una familia, empezando por casarse con Ingrid Serrano, fue del propio Briceño, quien de manera muy segura le propuso matrimonio a esa mujer con la que muchos años antes ya había tenido una relación.
La boda de ambos fue tan particular y «romántica» que se salió de lo tradicional, debido a que el casamiento se realizó en un avión que viajaba a Buenos Aires y fue el piloto quien los unió, teniendo como testigos a los jugadores de la Selección de fútbol sala de Venezuela.
«Yo nunca he sido muy clásico, aunque lo parezca por mi conservadurismo para hacer ciertas cosas, pero la idea era maravillosa. Yo detesto gastar dinero en fiestas, es algo que nunca he entendido, quizá es porque yo me he sudado mucho mis reales. Jamás he entendido eso de un matrimonio grande y esas cosas que, muchas veces, son relaciones públicas de los padres. Es un momento para ver a todos, hacer negocios…, y yo no tenía nada que hacer con eso. Además, la idea era un poco romántica y práctica. Yo no pagué nada. Claro está, legalizar el papel después fue complicado, así que igual tuve que hacer una boda civil muy sencilla y tal”, explicó el profesor.
Luego de la extraordinaria boda, llegó su primera hija, Bernarda. Briceño confiesa haber «quedado loco» ante la noticia de que sería padre por primera vez.
«Quedé loco. Sobre todo el nervio por ser responsable de un ser humano. Eso me agotaba y ahora me sigue agotando. Yo creo que una parte importante de ser padre es estar claro de que tú vas a ser responsable de una cantidad de cosas que pasen en la vida de esa persona, la manera en cómo las afronte, la manera en cómo aborde a los demás. De alguna manera, estás aportando o dejas de aportar a la sociedad», explicó.
Con respecto a la preparación mental para ser padre, aseveró que no hay nada que ayude a las personas para los nervios que la situación conlleva, porque se trata de «un ser que no ha nacido y ya tú lo amas. Eso genera una tensión para lo que uno no está preparado».
Con la llegada de Bernarda a la familia y más tarde su segunda hija, Alma, la vida de José Rafael cambió en muchos aspectos: «Eso fue horrible. Un niño viene a ‘escoñetarte’ la vida en todos los sentidos posibles. Sobre todo los primeros meses, por el tema del sueño, tratar de entender el llanto, coordinarte con la dinámica cotidiana de trabajar y afrontar tus miedos. Con el segundo hijo, ya sabes que los niños son menos frágiles de lo que tú creías. Entonces, si se cae es como que: ‘bueno, levántate’. En cambio, con el primero, andas con la paranoia de ‘la estoy cagando’, porque el logro de un padre es no matar al niño, por accidente o por voluntad. Vives en un estrés constante de que alguna cosa está haciendo mal: la leche, si eructó, la posición, si tiene frío o calor, si está sudando como un loco, si tose, si estornuda… Te das cuenta de que todas esas cosas de la vida eran ciertas: hay corrientes de aire y el sereno. Antes decías ‘¿qué coño es esa vaina?’, creías que era como un villano de comiquita venezolana: ‘llegó el sereno’. Luego asumes que esas cosas son ciertas y te desesperas, porque es otro el que depende de ti.
Faceta paternal
Su definición de padre es: «Hacerte responsable de haber creado una vida. Asumir que para el resto de la vida, lo que hagas va a ser referencia para otra persona». Y dentro del rol de papá de dos niñas, Briceño se considera un padre consentidor. A pesar de admitir que su carácter es iracundo, luego termina siendo «un gran alcahueta».
Según el profesor, lo mejor de ser papá es: «Ver cómo tus hijos van desarrollando su personalidad. Eso es fascinante. Ver cómo van abordando las preguntas que les va trayendo la vida y, además, darte cuenta de que la genética es increíble. Hay elementos allí que no se los enseñaste tú o la mamá, sino que están allí y ver cómo eso va floreciendo es grandioso», dijo con gran ilusión.
Sin embargo, no todo es color rosa, pues lo que él considera más difícil de ser jefe de hogar es: «Que en este caso son hembras, lo que quiere decir que hay tres mujeres en la casa y una tormenta de hormonas constante. Para vestirse, las hembras son un peo, para comer, para ir en el asiento, que si es un ganchito, que si son dos, o las colitas no están apretadas…, y son las 6:30 am, no has arrancado y ya estás un rollo. Es duro, o sea, tú las ves y son encantadoras, pero te mueres. Son un ser muy complejo», bromeó Briceño.
El mejor regalo que podría tener para el Día del Padre sería «un día sin pedirme nada, un día acostado viendo tele, pero eso no pasa», dijo resignado.
Educando con valores
Si Bernarda o Alma realizan algún desastre en la casa o se portan mal, Briceño tiene su propia manera de enseñarles sobre las cuestiones del comportamiento. No cree en el castigo físico, sobre todo porque son niñas. Por el contrario, «yo trato de que entiendan quién tiene las posibilidades de ponerlas a dormir, de apagarles la luz, de quitarles los juguetes, es decir, de quién pone y quién quita. Yo lo que trato es que tengan la infancia más feliz del mundo e inculcarles hábitos que las van a ayudar: el respeto, que hay tiempo para cada cosa, que las cosas se dejan donde se encontraron o mejor, etiquetas básicas de ‘por favor’ y ‘gracias’, que nadie es un esclavo para que lo traten mal y que se pongan en el lugar del otro. A uno se le va la vida creyendo en que son cosas más complicadas las que hay que enseñar, pero en realidad son esas cuatro pendejadas», sentenció el profesor.
De igual manera, así como él les enseña valores a sus hijas, también aseguró que ellas lo ayudan a ser feliz. «Yo creo que uno aprende de los chamos que la vida es un vacilón, que hay que disfrutar de cosas muy básicas. Me enseñan a disfrutar la vida y a apreciarla».
En las redes sociales
A través de sus cuentas en las redes sociales, el Profesor Briceño suele publicar fotos y videos de sus hijas, a lo que afirma: «Muchísimas veces son ellas las que piden o a veces a mí se me ocurre que, bueno, esto está bonito. Bernarda tiene más fans que yo. La gente se molesta cuando no publico nada de ella, entonces yo a veces pienso: ‘publicas de Bernarda y no publicas de Alma, ¡qué bolas!’ Alma, con dos años y medio, ya sabe la diferencia entre que esté publicado y que no, o sea, ella quiere saber si tú lo publicaste. Mis chamas son una parte importante de mi vida, yo no voy a publicar en Instagram una vida que no tengo».