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POESÍA, REVOLUCIÓN Y OTRAS ODAS

Con todo este proceso político que padece el país por fin se ha dilucidado que Intelectuales pertenecen a la “avanzada revolucionaria” y quienes son unos rezagados lambepisos.

En lo particular pensar que el señor Chávez Frías es revolucionario resulta un chiste de mal gusto. Primero es un militar de carrera y cuando de militares se trata tengo presente aquella frase de Savater: “Cada vez que alguna asociación naturalista hace publican la lista de las especies zoológicas en vías de extinción, busco en ellas ansiosamente a los militares”. En segundo lugar es un golpista fracasado y por último es un individuo orillero (intelectualmente se entiende) con una gran confusión mental y enclavado en ideas ampliamente superadas. Que una gran cantidad de escritores, poetas y demás grey del espectro cultural se sienta llamado a un apoyo automático a semejante adefesio político me parece valido, lo que me resulta absurdo es que crean a pie juntillas en el supuesto espíritu revolucionario de los líderes del chavismo, a sabiendas que todos vienen del corazón de partidos como AD y COPEI, sin mencionar que muchos fueron partícipes, de manera directa o indirecta, de todos los aciertos y descalabros de dichas organizaciones políticas.

La gente cambia, sufre iluminaciones que son como fogonazos en el alma y entonces de repente se encuentran aferrados a una fe revolucionaria que los conduce a un fanatismo elemental. Claro que con estos iluminados advenedizos se codean los “verdaderos” revolucionarios de vieja data, quienes están seguros que la caída del muro y la desintegración de Unión Soviética no es más que propaganda imperialista para aplazar la utopía, están convencidos que no hay fin de la historia y que los sueños de la revolución posible vuelven a poner en marcha los engranajes históricos. Para estos beatos revolucionarios Chávez encarna (o es una mezcla) del Ché, Fidel, Bolívar y Zamora, un todo en uno por el que vale pena sacrificarse.

Los seguidores intelectuales (o que se tienen como tal) del chavismo y de su revolución de argamasa prefabricada me recuerdan esa adhesión famosa que hizo Martín Heidegger a Hitler. Cuenta otro filosofó, Karl Jasper, que le dijo cierta vez a su colega que como era posible que un hombre tan inculto como Hitler gobernara Alemania. Heidegger como en un trance sólo decía: “La cultura no importa, pero observó usted que ¡bellas y maravillosas son sus manos!”. Poetas, escritores y gacetilleros de risa fácil quizá digan que en Chávez no importa su incultura ni su confusión intelectual y dirán “escuchen su voz tan melodiosa y graciosa cuando canta” o “oigan esos insultos a las cúpulas podridas que paran los pelos”.

Una revolución sin poetas ni escritores es sólo una barbarie sin rostro humano. Comparto lo escrito por Yolanda Patin y Verónica Jáffe, cuando afirman que muchos personeros del gobierno chavista se dicen poetas, o se sienten cercanos a la poesía, y tanto el discurso poético como el político llegan a banalizarse dejando en evidencia por igual a poetas y políticos entrampados en el malabarismo retórico de la demagogia. En unos la poesía es un lamentable naufragio de lugares comunes y en otros el discurso político se disfraza con los oropeles poéticos tratando de proporcionarle algún brillo a una serie de frases incongruentes sin otro propósito que disfrazar con bellas palabras la horrible realidad de un país que se cae a pedazos por la inoperancia gubernamental.

Nuestros poetas y escritores más connotados han quedado para ser sólo los turiferarios de un régimen ineficaz que ha cambiado todo para que todo siga igual, pero todo seguirá cambiando.

Entre los revolucionarios de postín esos furores poéticos (dignos de guardar el museo de la cursilería) nunca faltan en sus cartas, pastorales y circulares como la reseñada por Savater y escrita por el último adalid revolucionario, y conocido como el comandante Marcos: “Lo verdaderamente insufrible de ésta resultan ser los arrebatos poéticos.(…) : ‘La rebeldía es como esa mariposa que dirige su vuelo hacia ese mar sin islas ni rocas. Sabe que no habrá donde posarse y, sin embargo, su vuelo no titubea’. Vaya por Dios. Como le escribió el elegante suicida Petronio a Nerón, según Quo vadis, ‘quema Roma, asesina a tu madre, acuéstate con tu hermana, haz lo que quieras…¡pero odas no’. Eso: no odas, Marcos”.

Si los revolucionarios se ven tentados por la poesía los poetas se ven tentados, no ya por la musa, sino por la política. Quieren ser los Émile Zola del verso y el comunicado de prensa, están ansiosos de formar parte de las huestes de los abajo firmantes en apoyo del proceso revolucionario. Ya no quieren hacer metáforas y no prefieren no saber nada de Vicente Huidobro cuando aseguró que “El poeta es un pequeño Dios” y se inclinan por Drumond de Andrade: “No quiero saber de otra poesía que no sea liberación”, o algo así. Los poetas medianos y segundones buscan colarse con los grandes poetas para publicitar su poesía fastidiosa y de quincallería telenovelera. Los más osados se van a lo seguro e imitan a Neruda, Vallejo y al Chino Valera Mora. Quieren ser los poetas de la gloriosa y enrevesada revolución chavista. Los verdaderos poetas sacrificaran su estilo en aras de hacer una poesía más acorde con los oídos revolucionarios. Alí Primera era un poeta de primera línea y sin duda para allá apuntará su diana. Montaigne escribió “Se puede hacer el tonto en cualquier otra parte, pero no en la poesía”. Nuestros poetas abrazados a la revolución chavista no sólo harán de tontos útiles en el régimen, sino que en su poética serán simples bufones de la metáfora qua con desesperación buscaran el unicornio azul o el “que tengo yo que hablarte comandante si el poeta eres tú” y otras boberías planas de ese tenor.

Nuestros politicastros de oficio, que no pasan de ser retóricos barriobajeros, no hacen lírica, sino que son el pragmatismo candente. No obstante en sus alocuciones públicas dejan ver las costuras de su incultura antipoética y asumen la política desde la fuerza y no desde las ideas. Resultan pendencieros cómicos no por azar Huidobro escribió: “Le dais a un retórico como tema algo sobre el Cementerio y os dirá: La tristeza de Cementerio me llena de dolor y de oscuros pensamientos y maquinalmente evoco todo lo que tiene relación con él. Me acuerdo Hamlet cuando tomóla calavera de Yorick y lloró sobre su recuerdo, pienso en Don Juan cuando dialogó con la estatua del comendador…, etc., etc… y si queréis podéis agregar al señor Gómez García que hace votar a los muertos”.

A la comparsa de poetas consagrados, en tiempos de las cúpulas podridas de los partidos de la cuarta República, se le unen nuevos escritorzuelos en son de un comencadelismo bostezante. Uno que también viene del barrio, sabe que es vital no ser cobarde en la escritura, que no hay que tener temor/pudor de usar la jerga entremezclada con la metáfora para que el lenguaje viva. Cuando no se tienen palabras suficientes se llega a la jerga, el taco, la grosería, al trapicheo canalla de las palabras, a eso, que llama Umbral, el final del idioma. El escritor José Roberto Duque, especie de malandro hortera de las letras, y que vagabundea parejo por el final del idioma, es claro cuando escribe: “Sin retórica: a la violencia no se responde con inteligencia ni con poesía, sino con más violencia. Tú sabes cómo es, no porque uno escriba y tenga sensibilidad quiere decir que le disguste tirar unos coñazos”.

Los poetas y escritores que apoyan el chavismo con sus odas y vítores literarios de seguro se convertirán en los genios tutelares de la gloriosa revolución chavista. Ellos como nadie sabrán tachar en los textos de esos escritores aliado con los medios, las cúpulas podridas y los escuálidos que patean la calle, todas esas inconveniencias que atenten contra los sagrados procedimientos revolucionarios. Convertidos en policías del pensamiento vigilaran cualquier desviación pequeñoburguesa de esos escritores aliados del imperialismo internacional en detrimento de la patria. Con ellos ese papel indolente de intelectuales, escritores y poetas llega a su fin de nuestra conciencia depende en que bando se quiere estar.

Para mí la violencia, desde cualquier ángulo, me parece un esfuerzo nocivo y sinsentido, mucho menos comparto eso del fin justifica los medios, como tampoco desconocer los derechos del otro para hacer valer los míos. Además no puedo estar en ese bando de poetastros que aspiran, desde lo retórico, llegar a la “humildad de las piedras”. En ese bando donde los bardos escriben poemas a la pena muerte y en la que algunos aedos publican sus poemas, engavetados desde hace mucho, valiéndose de sus cargos gubernamentales. No puedo estar en ese bando donde se colma de heroicidad a Zamora, un caudillo segundón y de circunstancia, que consideraba peligrosas a la gente que sabia leer y escribir.

Uno está en el bando de la vida, en el bando que auspicias las diferencias. Albert Camus escribió: “Todos estamos de acuerdo sobre los fines, pero tenemos opiniones distintas sobre los medios. Todos deseamos con pasión la imposible felicidad de los hombres. Pero simplemente hay entre nosotros quienes creen que uno puede valerse de todo para lograr esa felicidad y hay quienes no lo creen así”.

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