Pensar las cárceles en la Universidad Venezolana
La enseñanza de la arquitectura se apoya en ejercicios de “prueba y error” sobre los grandes temas de la construcción. En los niveles más avanzados, se realiza con frecuencia un tipo de investigación básica que es la exploración arquitectónica sobre temas reales estudiando los fundamentos de las instituciones para producir modelos de edificios. Exploraciones de ese tipo fueron promovidas en sus años universitarios por algunos de los arquitectos que hoy disfrutan de altos cargos gubernamentales. Pero muchos de ellos han olvidado su pasado para ser mejores “revolucionarios”: ahora sospechan de su Alma Mater y les parece bien que nuestras cárceles se piensen en España.
En el año 2005 el Arq, Joel Sanz dirigió con sus alumnos en la Facultad de Arquitectura de la UCV un estudio sobre cárceles. Trató de comunicar sus resultados al mundo cerrado que es el régimen actual y no lo logró. Al darle aquí espacio a un texto suyo y a unas imágenes de los trabajos, apostamos a que nuestro pueblo abrirá las puertas para que la lucidez se imponga y se abra una discusión seria sobre este gravísimo problema.
CÁRCELES Y ARQUITECTURA – Joel Sanz
“La única diferencia entre el justo y el pecador, es que todo justo tiene siempre un
pasado y todo pecador tiene siempre un porvenir”. Oscar Wilde.
La cárcel de Tocuyito fue construida en el año 1964. Treinta y cuatro años más tarde fue declarada la peor prisión del país y una de las peores de América por una Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Latinoamericano, a raíz de los sucesos que arrojaron un saldo de veintiocho reclusos muertos. Aunque el nombre oficial es “Internado Judicial del Centro”, no hay manera posible de eliminar la voz local, para identificar este abominable lugar, convertido por méritos propios, en el modelo funcional y constructivo del sistema penitenciario venezolano donde el desprecio por los reclusos y por las condiciones de la edificación donde deben convivir, se ha convertido en su más perversa y genuina condición.
Resulta muy difícil obtener una respuesta sobre las razones de la inercia de un sistema penitenciario que parece complacerse en la actitud segregativa hacia los retenidos a quienes se les anula, de entrada, su futuro por el deliberado desconociendo de sus necesidades y derechos, ante lo cual cualquier programa de reinserción no pasa de ser una hipocresía.
“El modo de pensar una cárcel, define a una sociedad”, señalaba la historiadora argentina Lilia Caimari en una entrevista aparecida en el Diario Clarín de Buenos Aires el 24 de Abril del año 2005. En un sistema judicial como el nuestro, donde, como una muestra de actitud respetuosa y avanzada sobre la vida, no existe la pena de muerte ni la cadena perpetua, el retorno de los sancionados se torna inevitable. Nuestra sociedad se estaría definiendo como torpe en la medida que ha sido incapaz de pensar una cárcel donde se prepare el retorno de quienes, en sentido religioso, considera pecadores, y como contradictoria en la medida en la que, junto al constitucional derecho a la vida, permite recintos donde es muy fácil encontrar la muerte.
Parece difícil esperar, a corto plazo, cambios que permitan repensar el modelo de cárcel que sustituya a los Tocuyitos de Venezuela. Imaginar un modelo alternativo desde la academia, último reducto que, por ahora, podría garantizar cierta distancia a tanto desafuero, fue lo que se ensayó durante el primer período del año 2005 en el Taller de Proyectos de la Unidad Docente 9 de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela.
Dos premisas, de distinto origen y de distinta data abrieron las posibilidades para proponer el tema de estudio. La primera, la comentada situación carcelaria del país, cuyo inicio podría ubicarse a finales de los años cincuenta. La segunda, una situación mucho más cercana en el tiempo, producida por las intervenciones que el Estado venezolano ha hecho sobre grandes extensiones de terrenos de vocación agrícola que considera ociosas. Estando la planificación, construcción, y administración de las cárceles del país en manos del Estado, y poseyendo éste, por primera vez en la historia, el control sobre la mayor cantidad de tierras productivas de la cual se tenga noticia, no podría ser más evidente la posibilidad de incorporar, entre otras opciones, la mano de obra de la población carcelaria del país en los planes de explotación agropecuaria.
Estas consideraciones llevaron a la propuesta de un sistema de “Centros Penitenciarios de Producción Agropecuaria”, que convertido en trabajo de fin de carrera, significó un interesante aporte desde la arquitectura a uno de los más graves y olvidados problemas del país.
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Javier Lemoine propuso unidades en cuatro niveles dispersas en el espacio agrícola.
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Fernando Carmona: recintos circulares rodeados de las áreas de cultivo.
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Mikhail Elakovic trabajó con la idea de concentración.