Para Sergei Eisenstein, no había mejor protagonista que el pueblo
El 22 de enero de 1898, la zona del Imperio Ruso correspondiente a la actual Letonia, sirvió de cuna para el nacimiento de Serguéi Mijáilovich Eizenshtéin, mejor conocido como Sergei Eisenstein, recordado por el éxito de su carrera cinematográfica, sus aportes sociales y la facilidad que poseía para manejar múltiples idiomas.
Eisenstein alcanzó la fama gracias a la técnica que desarrolló para la creación de cada uno de los montajes en donde participaba. A los 25 años de edad le dijo «adiós» a su carrera teatral para centrarse en el cine, medio que le dio prestigio en todo el mundo. Sus producciones iban mayormente direccionadas a situaciones que afectaban a la sociedad, en especial, los conflictos de clases, por lo que prefería elegir personas sin entrenamiento dramático, pero que se ajustaran socialmente al papel.
Su popularidad estalló con el estreno de la película «El acorazado Potemkin», en 1925, éxito que sirvió de preámbulo a lo que serían sus posteriores films: «Octubre», «La línea general», «¡Que viva México!», «El prado de Bezhin» y el díptico de «Iván el terrible», entre otras.
Desde el inicio de su carrera, Eisenstein fue consciente del poder del cine como medio para las propagandas, por lo que siempre trató de difundir por esta vía un mensaje de organización, participación y lucha a las clases sociales más vulnerables.
Sin duda, este hombre marcó un antes y un después en la historia del cine, pues vivió convencido de que sus producciones podían aportar un grano de arena a la construcción de una sociedad mejor y más sana, llena de adultos felices, capaces de hacer felices a quienes le rodean.