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Octavio Paz

Paz es uno de los intelectuales de mayor entidad de Hispanoamérica del pasado siglo. Poeta, ensayista, embajador, conferenciante, eventual profesor, Premio Nobel de Literatura, paradigma en suma del intelectual de su tiempo y país. Su pensamiento y su obra poética ejercen un gran ascendiente en el mundo literario que se expresa en castellano.

“La poesía moderna de nuestra lengua -escribe Paz- nos unió en un culto y nos dividió en pequeñas cofradías. Unos juraban por Huidobro y otros por Neruda, unos por García Lorca y otros por Alberti. Yo pertenecía a la secta de Alberti y recitaba sin cesar poemas de El alba de alhelí y de Cal y canto”.

Octavio Paz Lozano nació en Ciudad de México el 31 de marzo de 1914. Su educación se inicia en Estados Unidos, a donde habían marchado sus padres cuando él era muy niño. De regreso a su país participa en las rebeliones estudiantiles de la época, en la que se trataba de alcanzar la autonomía para la universidad. Tras diversos contratiempos motivados por su actividad política, se gradúa como doctor en Derecho. Durante la guerra española reside en Madrid, y en diversas ciudades de la zona republicana. La reacción inmediata de Paz, apenas dos meses después que el general Franco se levantara en armas en contra del gobierno constituido, fue su poema ¡No pasarán!. Paz funda en Yucatán un “Comité pro-Democracia Española”. Acepta una invitación de Pablo Neruda al “Segundo Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura”, que reunió en Valencia a José Bergamín, Ramón J. Sender, Nicolás Guillén, John dos Passos, André Malraux, Iliá Ehrenburg, Corpus Barga, Antonio Machado, Pablo Neruda, Octavio Paz, Emilio Prados, Antonio Aparicio, Herrera Petere, Lorenzo Varela, Miguel Hernández, etc. Conoce y trata a muchos españoles, sobre todo a los ligados a la revista Hora de España, Gil-Albert, Gaya, Cernuda, Arturo Serrano Plaja y Altolaguirre.

Paz regresa a México (1939) y funda la revista Taller, llamada a ocupar un extraordinario papel en la renovación de la literatura mexicana. Es designado para ocupar un cargo diplomático en Estados Unidos (1943). Más tarde viaja por Europa. Colabora asiduamente en importantes publicaciones vanguardistas de Francia e Inglaterra. Embajador en la India (1962-1968), recorre todo el Extremo Oriente e intenta, con La hija de Rapaccini (1965), la aventura teatral, que no logra buenos resultados. Dimitió del cargo de embajador en 1968 por las actuaciones del gobierno contra el movimiento estudiantil mexicano. Desde el año 1970 enseña en Cambridge y Harvard. Traduce poesías del japonés Matsudo Basho, y obras de Ionesco y de Gerard de Nerval. Es fundador también de las revistas literarias Plural y Vuelta (1976), de la que fue también director y que en 1993 fue galardonada con el Premio Príncipe Asturias de la Comunicación. Paz ha sido galardonado con el Premio Ollin Yolitztli (1980), el Cervantes (1981), el Neustadt (Estados Unidos, 1982) y de la Paz, otorgado por los libreros alemanes por el conjunto de su obra (1984). En 1987 recibió el Premio Internacional Menéndez Pelayo y en 1990 el Nobel de Literatura. Octavio Paz muere en Ciudad de México el 19 de abril de 1998.

La obra poética de Paz lleva a cabo una constante reflexión en torno al mundo y al lenguaje, y en sus ensayos, que han ejercido una extraordinaria influencia en todos los ámbitos literarios, indaga acerca del erotismo, la muerte, el sentido de la historia y la cultura hispanoamericana. Entre su poesía destacan: Luna silvestre (1933), Raíz del hombre (1937), Bajo tu clara sombra (1937), Entre la piedra y la flor (1941), A la orilla del mundo (1942), ¿Águila o sol? (1951), Semillas para un himno (1954), Piedra de sol (1957), obra fundamental en la poesía hispanoamericana moderna, La estación violenta (1958), Libertad bajo palabra (1960), recopilación de lo escrito entre 1935 y 1958, cuya amplitud da idea de la cambiante evolución del poeta, tan inclinado a la búsqueda de nuevos caminos: poemas neorrománticos primero, existencialismo a continuación y surrealismo finalmente. Un segundo bloque de su poesía está representado por Salamandra (1962), que recoge los libros Días hábiles, Homenaje y profanaciones y Salamandra, escritos entre 1958 y 1961: se intensifica lo irracional y la indagación en el poder mágico de la palabra, en la sugerencia al partir del hermetismo. Un tercer grupo se reúne bajo el título de Ladera Este (1969), integrado por Viento entero (1965), Vrindabar (1966) y Blanco (1967), y es consecuencia de su contacto con Oriente, de la experimentación lingüística, del concepto autónomo de las palabras, del rechazo de la lógica. Posteriormente, el poeta ha desembocado en los textos visuales, previstos ya en Blanco, y publica Topoemas (1968), Discos visuales (1968) y Renga (1971). Otros libros suyos son Pasado en claro (1971), estructurado en un solo y largo poema, Vuelta (1976), Poemas (1979) y Árbol de adentro (1983).

Entre los ensayos, los más relevantes son El laberinto de la soledad (1950), agudo análisis de la sociedad mexicana que le dio a conocer internacionalmente, El arco y la lira (1959), Las peras del olmo (1957), Cuadrivio (1965), Puertas al campo (1966), Corriente alterna (1967), Claude Levi-Strauss o el nuevo festín de Esopo (1967), Marcel Duchamp o el castillo de la pureza (1968), Conjunciones y disyunciones (1969), Posdata (1970), El signo y el garabato (1973), Los hijos del limo (1974), El mono gramático (1974), El ogro filantrópico (1979), Inmediaciones (1979), Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1982), Tiempo nublado (1983), Sombras de obras (1983), Hombres en un siglo (1984), Pequeña crónica de grandes días (1990), Convergencias (1991), Al paso (1992) y Vislumbres de la India (1995), apuntes autobiográficos, muchas veces inconexos, sobre sus experiencias en el subcontinente asiático. Importante traductor, Paz ha reunido sus principales trabajos en Versiones y diversiones (1973).

Es Octavio Paz poeta de la soledad y de la comunicación. Su palabra, que aspira a la lucidez y llega de manera inmediata al lector, ha indagado en el existir del hombre en su dimensión individual e histórica en un intento de visión totalizadora del ser humano y de su relación con el mundo. Intensamente existencial, ha ahondado en claves como la incomunicación, la angustia frente al tiempo, la radical heterogeneidad del ser. Precisamente el tiempo, el amor, la libertad y la poesía misma son motivos fundamentales y reiterados en su obra, en lo que la búsqueda metapoética está llena de sabiduría y densidad. Conocedor de la mejor poesía europea y en particular de la española, su obra se abre al contacto con muy diversas y lejanas tradiciones culturales y literarias. “Yo recuerdo tu voz”, escribía Paz. También nosotros recordamos tu voz: “El mar, el mar y tú, plural espejo; / el mar de torso perezoso y lento / nadando por el mar, del mar sediento: / el mar que nace y muere en un reflejo”.

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